A Zaragoza o al Pozo. 4 Lecciones que Aprendemos
"¡A Zaragoza o al pozo!" es una expresión proverbial que se refiere a la determinación o terquedad que caracteriza a los aragoneses en España. Se remite a un antiguo cuento donde un aragonés va de camino en un día soleado, y Dios se acerca y le pregunta :
- ¿A dónde va, buen hombre?
- ¡A Zaragoza! contesto el aragonés.
- ¡Si Dios quiere! Dijo Dios amablemente.
-¡He dicho que voy a Zaragoza! Replicó con voz fuerte
-¡Si Dios quiere! Dijo Dios nuevamente
-¡Hombre, que si quiere o no quiere no me importa, voy a Zaragoza!
Entonces Dios, molesto por su actitud, le convirtió en sapo y lo tiró a un pozo por mucho tiempo, para que reconsiderara su actitud. Allí sufrió de las inclemencias del sol, de los chicos que le lanzaban piedras y hasta de serpientes que pretendían comerlo.
Al cabo de un tiempo, Dios se acordó de él y lo visitó, y lo volvió humano de nuevo, y este volvió a emprender camino, y Dios le preguntó:
-¿A donde vas, buen hombre?
-¡A Zaragoza!
-¡Si Dios quiere!
-¡Quiera Dios o no quiera voy a Zaragoza!
-¡Si Dios quiere! Volvió a decir Dios con tono amenazante
-¡Bueno, voy a Zaragoza, o al pozo!
Esta historia anecdótica nos muestras algunas características de la determinación y terquedad del hombre, pero que es ilustrativa para el cristiano que debe tomar como espejo esta historia y aprender de ella lo siguiente:
I.- A Zaragoza o al Pozo nos enseña a que debemos depender de Dios en nuestros planes.
A Zaragoza o al pozo nos ayuda a entender la realidad de que Dios no puede estar fuera de nuestros planes. eso representa una actitud autosuficiente que busca un beneficio personal y de jactancia que demuestra poca humildad ante nuestro Creador y no lo toma en cuenta(Stg 4.13-14). Esta actitud tiene sus consecuencias:
La Biblia nos muestra algunas historias aleccionadoras sobre la actitud de planificar sin Dios. En Gen 11 vemos a los hombres de la tierra del Sinar planificando una ciudad sin la aprobación de Dios (Gen 11.7) con una pretensiones y ambición desmedidas, querían una torre que llegase hasta el cielo.
El tamaño de estas pretensiones nos hace ver la arrogancia de las personas, su rebeldía, egocentrismo y autosuficiencia en sus propias decisiones, desplazando a Dios de ellas. Personas que no demuestran confianza ni dependencia de Dios Todopoderoso, pretendiendo no necesitar de Dios en sus vidas. (Gen 11.7-11). Por tanto Dios confundió sus lenguas y les privó de continuar planes tan absurdos y desproporcionados.
Así también actúa el aragonés de la historia que citamos: No toma a Dios en cuenta en su plan de viajar a Zaragoza, irrita a Dios con su actitud y sufre las consecuencias por ello.
Cuando esperamos los resultados de nuestros planes en nuestros propios criterios tenemos le tendencia de encontrarnos con resultados desproporcionados para el disfrute de nuestros propios deleites. Queremos manejar nuestras vidas sin el consejo de Dios buscando cada uno su propio camino, y no se puede agradar a Dios con esa actitud, y por lo tanto llevamos la consecuencia de nuestras propias acciones.
II.- A Zaragoza o al Pozo nos enseña lo efímero que puede ser la vida.
Tratar de extender nuestros planes sin la aprobación de Dios en el espacio del tiempo, es una pretensión vana de nuestra naturaleza egoísta. Nuestra existencia es efímera (Stg 4.14), ni siquiera podemos ver qué pasará el día de mañana, porque no sabemos si estaremos vivos para contarlo.
El salmo 90 nos habla de la transitoriedad de nuestra vida ante la eternidad de Dios. El Padre Celestial ha sido refugio nuestro de generación en generación, entonces ¿Cómo podré disponer del día de mañana sin la protección y el amparo de sus alas?
Debemos tomar en cuenta a Dios en nuestro planes para el futuro y pedirle que nos de la sabiduría y la templanza para afrontar los problemas de cada día, hoy mas que nunca. La pandemia nos ha demostrado cuán efímeros somos y como Dios cambia nuestros planes aún sin mostrarnos todo el poder de su voluntad.
Debemos colocar en manos de Dios nuestros planes para el futuro, que estén conforme a su santa voluntad, y esperar que él los apruebe, según su parecer.
El Señor Jesucristo nos llama a no preocuparnos, a buscar las cosas del Reino de Dios primero, y nos dice que no nos afanemos por lo que pasará por el día de mañana , pues le basta a cada día sus propios quehaceres.
III.- A Zaragoza o al Pozo nos enseña que Dios es soberano, y determina nuestro futuro.
Podemos decir que la soberanía de Dios es el ejercicio libre de su voluntad. Dios es soberano en sus decretos y propósitos, y puede ejecutarlos de la manera que a él le plazca o considere buena y perfecta (Lam 3.37).
Esta soberanía se va a ejercer no solo en los macro planes de Dios expresados en la creación o la redención, sino también, de acuerdo a su multiforme sabiduría, en la influencia de los eventos de manera única y personal en cada uno de nosotros.
Solamente él en su soberanía puede determinar sí lo que hemos planificado debe ocurrir o no conforme a su propósito para cada quien. No podemos influir ni participar en esa decisión, y Dios no tiene que depender de nuestro consejo ni darnos explicaciones para justificar las decisiones que toma y porqué las toma. El sabrá acomodar el orden de los eventos para nuestro bien de acuerdo a su propósito con cada uno de nosotros.
Pese a nuestros muchos pensamiento, el consejo de Dios permanecerá y prevalecerá sobre ellos. (Pro 19.21) Por eso no podemos decir "mañana haré esto o aquello" ni hacer planes a futuro son entregárselos primero a nuestro buen Dios, para su aprobación.
La actitud del personaje de la historia "A Zaragoza o al Pozo" nos muestra que él no aprobó tener a Dios en sus planes y corrió con sus consecuencias.
En lugar de decir ¡Haremos! debemos decir como dijo el apóstol Santiago "Si Dios quiere" (Stg 4.15). Y de la manera cómo Pablo mostraba sus planes misioneros a los hermanos de la iglesia, agregando las expresiones "Si Dios quiere" (Hch 18.21), "Si es la voluntad de Dios (Rom 15.32) o "Si Dios lo permite (1 Co 16.7, Heb 6.3)" según sea el caso.
IV.- A Zaragoza o al Pozo nos enseña a ser obedientes a Dios
El apóstol Santiago nos enseña que no es bueno ser jactancioso (Stg 4.16). La jactancia no es más que el deseo y la pretensión de ser superiores a los demás. Esto aunado a la idea de que podemos hacer las cosas mejores de lo que Dios ha determinado hacer, y aún mejorar lo que él ha dispuesto. ¡Tamaña pretensión!
Es un deseo que nace en el corazón del jactancioso producto de los celos, amarguras, contenciones y mentiras del corazón que le impulsa a querer estar por encima de los demás (Stg 3.14). A ignorar la misericordia y fortaleza de Dios y a confiar en sus propias fuerzas. Es una actitud que contamina a los que le rodean y les insta a entrar en celos y discusiones por causa del jactancioso y termina creando molestias en los demás (1 Co 5.6).
El apóstol Santiago sigue aconsejándonos a respecto, y no insta a practicar la obediencia. Dice que si sabemos que es lo bueno y no lo hacemos se nos cuenta como pecado (Stg 4.17) .
El Señor Jesucristo comentó debemos prepararnos en el conocimiento de la voluntad de Dios y actuar conforme a ella. porque si no lo hacemos, debemos corre con las consecuencias que tal actitud acarrea. No solo vale conocer la voluntad de Dios y prepararnos en ella, sino que es fundamental obedecerla. Por a quien más se le confía, más se le exigirá (Lc 12.47-48)
El conocer la voluntad de Dios ya nos hace responsable delante de él, de manera que la obediencia no es una opción, sino un mandato que debemos cumplir cueste lo que cueste. (Jn 9.41). El Señor Jesucristo dice que si conocemos y cumplimos su voluntad, tendremos el beneficio de su bienaventuranza (Jn 13.17).
No podemos acarrear pecado a nuestras vidas si somos conocedores de la voluntad de Dios y obedecemos a a ella en cada uno de nuestros actos. Es cuestión de informarnos y reflexionar sobre cuál ha de ser la voluntad de Dios en los que no hemos propuesto y ver si es factible que la hagamos en función del propósito que él tiene con nosotros. Lo demás. Es pecado.
Bien, A Zaragoza o al Pozo es una historia que nos ilustra y alecciona como ser humildes ante Dios, dependiendo de él y colocando en sus manos nuestros planes. Comprendiendo lo efímero que es la vida y pedir a Dios que sea nuestro refugio de generación en generación.
Estando conscientes de su soberanía y entregándole nuestro proyectos y planes para que él haga como conviene. Y finalmente, siendo obedientes para lo que él quiere para nosotros en su santa voluntad. Hagamos como él dice, para nuestro bien y su gloria. Amén.
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