Significado de "El alfarero y el barro" según la biblia
Para hablar de lo que significa “el alfarero y el barro” se debe analizar la profundidad de estos términos dentro de la biblia, donde el Señor moldeó la vida del profeta Jeremías de una manera sorprendente, quien sufrió mucha angustia. Esto nos puede recordar o hacer caer en cuenta que de la misma manera puede transformar nuestra vida.
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Significado de “El alfarero y el barro”
Esta parábola nos enseña a través de la vida del profeta Jeremía la manera en cómo puede Dios moldear nuestra vida como el barro. Durante la primera parte del ministerio de este personaje bíblico en Jerusalén.
El Señor le pidió que fuera a visitar la casa de un alfarero, en la cual se dio cuenta de cómo trabajaba éste, haciendo girar una rueda con el pie mientras que con las manos se aseguraba de darle forma a un pedazo de barro húmedo ubicado en una rueda elevada.
La alfarería es una actividad muy antigua, y Jeremías visualizaba alfarero, quien había descubierto en la vasija que estaba elaborando una imperfección, y le sorprendió que el alfarero deshiciera la vasija y volviera a empezar a darle forma. Esto se puede apreciar en el siguiente pasaje de la biblia:
“Y descendí a casa del alfarero, y he aquí que él trabajaba sobre la rueda. Y la vasija de barro que él hacía se echó a perder en su mano; y volvió y la hizo otra vasija, según le pareció mejor hacerla” (Jeremías 18:3-4).
Este profeta Jeremías pasó por momentos muy duros con la iniquidad de Israel, pero a pesar de ello reconoció las manos llenas de bondad y habilidad del Maestro alfarero, quien moldeó su carácter y lo transformó en una hermosa obra de arte.
Los sucesos de su vida nos enseñan la necesidad de depositar toda nuestra vida en las manos del Señor, donde yace la verdadera paz y el amor puro. Su palabra nos alienta a dejar todo bajo el control de Dios: “¿No podré yo hacer de vosotros como este alfarero, oh casa de Israel?” (Jeremías 18:6).
“El alfarero y el barro” en la vida del creyente
El profeta Jeremías fue llamado por el Señor cuando era joven: “…a todo lo que te envíe irás tú, y dirás todo lo que te mande” (Jeremías 1:7). Sin embargo tenías dudas “…no sé hablar, porque soy niño” (Jeremías 1:6), pero el Señor sabía que era capaz de llevar a cabo el propósito que tenía para él: “Antes que te formase en el vientre te conocí… te di por profeta a las naciones” (Jeremías 1:5).
Asimismo, Dios conoce a cada uno de sus hijos y nos ha seleccionado para que estemos en un lugar determinado de la tierra, además nos moldea utilizando los llamamientos para servir bien sea en el hogar o en la Iglesia. Por lo cual debemos dejar el temor atrás así como lo hizo Jeremías y confiar plenamente en Dios, quien tiene un propósito específico para nosotros.
La enseñanza de “El alfarero y el barro” nos muestra que somos como el barro y nuestra vida puede ser transformada en un lindo utensilio. Podemos ser la vasija ideal para ser llenada por el Espíritu santo, quien nos redarguye y nos alienta en los momentos de gran dificultad.
En este sentido, el factor determinante del moldeado de la vida de Jeremías era su flexibilidad, ya que siempre estaba dispuesto a someterse a los mandamientos de Dios, para ser flexible al elegir libre y reiteradamente hacer la voluntad de Dios en lugar de la suya.
De esta forma que uno de los atributos que se visualizan en la enseñanza de esta parábola es la humildad, la obediencia, la fe y el ser libres del orgullo, ya que a través de estas cualidades podemos ser moldeados a la imagen y semejanza de Cristo.
En una oportunidad, el Señor le pidió a Jeremías que comprara una vasija de barro, que la quebrara delante de los líderes del pueblo y que después profetizara con valor: “…Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Así quebrantaré a este pueblo y a esta ciudad, como quien quiebra una vasija de barro, que no se puede restaurar más” (Jeremías 19:11)
Por lo cual para que este personaje pudiera realizar este mandato de hacer una denuncia tan osada de los líderes gubernamentales, tuvo que hacer la voluntad de Dios y obedecer con coraje y dejar de lado incluso su propia vida y seguridad. Tal como se puede observar en la siguiente cita:
“Así dijo Jehová: Ve y compra una vasija de barro del alfarero, y lleva contigo de los ancianos del pueblo, y de los ancianos de los sacerdotes; y saldrás al valle del hijo de Hinom, que está a la entrada de la puerta oriental, y proclamarás allí las palabras que yo te hablaré. Dirás, pues: Oíd palabra de Jehová, oh reyes de Judá, y moradores de Jerusalén. Así dice Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: He aquí que yo traigo mal sobre este lugar, tal que a todo el que lo oyere, le retiñan los oídos” (Jeremías 19:1–15).
De esta forma, la palabra de Dios se convirtió en una lección de vida, donde se le mandó que se colocara un listón y unas correas y se los colocara en el cuello delante del rey Sedequías y del cuerpo diplomático de Jerusalén. Lo cual debió haber sido algo muy extraño, ya que Jeremías se encontraba expuesto ante esos hombres que tenían mucha influencia y poder. Este profeta tuvo la valentía de decirles que si no se inclinaban y servían de forma voluntaria al rey de Babilonia, el Señor los destruiría. Este se puede ver en el siguiente pasaje:
“Y ahora yo he puesto todas estas tierras en mano de Nabucodonosor rey de Babilonia, mi siervo, y aun las bestias del campo le he dado para que le sirvan. Y todas las naciones le servirán a él, a su hijo, y al hijo de su hijo, hasta que venga también el tiempo de su misma tierra, y la reduzcan a servidumbre muchas naciones y grandes reyes. Y a la nación y al reino que no sirviere a Nabucodonosor rey de Babilonia, y que no pusiere su cuello debajo del yugo del rey de Babilonia, castigaré a tal nación con espada y con hambre y con pestilencia, dice Jehová, hasta que la acabe yo por su mano” (Jeremías 27:6-8).
En este sentido, este profeta fue bastante moldeable para llevar a cabo su misión dada por Dios, sin importar las circunstancias en la que se encontraba, arriesgando su propia vida y quedando expuesto al escarnio público, ya que los incrédulos lo veían como algo absurdo. Así que en nuestra vida diaria debemos ser igualmente moldeables y dejarnos transformar así como el barro para poder cumplir nuestro propósito aquí en la tierra.
¿Cómo podemos superar las aflicciones?
Jeremías fue un personaje bíblico que pudo evidenciar muchas aflicciones. De hecho, el mismo Dios le indicó cuando le hizo el llamado que los príncipes, reyes y los sacerdotes, y la gente en general, pelearían en su contra. Pero el Señor le prometió: “Y pelearán contra ti, pero no te vencerán; porque yo estoy contigo, dice Jehová, para librarte” (Jeremías 1:19).
Jeremías tuvo que pasar por muchas situaciones de gran dificultad, dentro de las cuales se puede mencionar cuando Pasur, quien era el sacerdote encargado de lograr el orden en el recinto del templo, escuchó el estruendo que hizo Jeremías cuando rompió la vasija de barro y profetizó ante el pueblo, mandó que lo encarcelaran, lo apalearan y lo colocaran en el cepo.
Al próximo día mandó que le trajeran a Jeremías, pero éste repitió sin temor alguno las palabras del Señor acerca de la imperiosa destrucción, agregando: “Y tú, Pasur, y todos los moradores de tu casa iréis cautivos” (Jeremías 20:6).
Cuando el ejército babilónico estuvo en Jerusalén, Jeremías le anunció al rey Sedequías y a su pueblo la palabra del Señor de que debían rendirse, y esto le causó malestar a muchos oficiales, quienes usaron el intento de Jeremías de abandonar la ciudad como subterfugio para aprisionarlo y acusarlo de traición.
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Esto se puede apreciar en la palabra: “Y Jeremías dijo: Falso; no me paso a los caldeos. Pero él no lo escuchó, sino prendió Irías a Jeremías, y lo llevó delante de los príncipes. Y los príncipes se airaron contra Jeremías, y le azotaron y le pusieron en prisión en la casa del escriba Jonatán, porque la habían convertido en cárcel” (Jeremías 37:14–15).
Otro de los sucesos trágicos que tuvo que enfrentar este profeta fue cuando lo arrojaron a una cisterna que hacía las veces de mazmorra, para que allí pereciera de hambre. Con el pasar del tiempo, los sedimentos se fueron acumulando en el fondo de la cisterna, donde Jeremías se fue hundiendo.
Lo cual se puede apreciar en el siguiente pasaje bíblico: “Entonces tomaron ellos a Jeremías y lo hicieron echar en la cisterna de Malquías hijo de Hamelec, que estaba en el patio de la cárcel; y metieron a Jeremías con sogas. Y en la cisterna no había agua, sino cieno, y se hundió Jeremías en el cieno” (Jeremías 38:6).
En este sentido, este profeta tuvo que pasar muchas calamidades y muchas veces se sintió afligido pero un siervo cristiano de nombre Ebed-melec, quien era un etíope siervo del rey, le dio el valor necesario para poder sobrellevar las adversidades, de lo contrario, Jeremías habría muerto, tal como se puede observar en su palabra:
“Y dijo el etíope Ebed-melec a Jeremías: Pon ahora esos trapos viejos y ropas raídas y andrajosas, bajo los sobacos, debajo de las sogas. Y lo hizo así Jeremías. De este modo sacaron a Jeremías con sogas, y lo subieron de la cisterna; y quedó Jeremías en el patio de la cárcel” (véase Jeremías 38:12–13).
Una vez que el rey babilonio se apoderó de Jerusalén, Jeremías decidió quedarse con su pueblo en la ciudad, para poder seguir proclamando la palabra del Señor, aunque sintió mucho rechazo. Este profeta tan importante murió en Egipto tiempo después de una última petición a su pueblo para que aceptaran al Señor, tal como se evidencia en las sagradas escrituras:
“Y dijo Jeremías a todo el pueblo, y a todas las mujeres: Oíd palabra de Jehová, todos los de Judá que estáis en tierra de Egipto. Así ha hablado Jehová de los ejércitos, Dios de Israel, diciendo: Vosotros y vuestras mujeres hablasteis con vuestras bocas, y con vuestras manos lo ejecutasteis, diciendo: Cumpliremos efectivamente nuestros votos que hicimos, de ofrecer incienso a la reina del cielo y derramarle libaciones; confirmáis a la verdad vuestros votos, y ponéis vuestros votos por obra” (Jeremías 44:24-25).
Todas las pruebas que tuvo que atravesar el profeta Jeremías nos muestran la manera en la que una persona es moldeada por Dios y así como el alfarero le da forma al barro y la convierte en una hermosa vasija, de la misma forma el Señor quiere moldearnos a su imagen y semejanza para que seamos dignos de entrar en su reino.
Sin embargo para poder ser moldeados tendremos muchas veces que pasar por situaciones desfavorables y muy dolorosas, pero debemos tener la convicción de que Dios no nos va a poner una prueba que no podamos superar. Todo está en la confianza y fe que podamos tener en medio de la tormenta.
Los principios presentes en la parábola de “El alfarero y el barro”
Esta parábola está basada en la enseñanza que nos dejó la misión que tuvo el profeta Jeremías de proclamar la palabra de Dios y advertir a su pueblo de las consecuencias a su desobediencia. Así como el barro se moldea, la vida de este personaje bíblico fue moldeada por el Señor, haciéndolo pasar por pruebas muy duras que le causaron mucho sufrimiento. Pero Dios siempre estuvo a su lado, y nunca lo abandonó en su propósito. Dentro de esta enseñanza podemos encontrar diferentes principios muy importantes para todo creyente:
- El dominio autoritario de la dominación del alfarero (Dios) ejercida sobre el barro que representa al pueblo de Dios.
- En la mente de Dios existe un plan que Él quiere llevar a cabo, y que nadie puede cambiar.
- La creatividad extraordinaria del alfarero (Dios) para elaborar algo maravilloso.
- En el amor, la paciencia y la misericordia del Señor, él trabaja en torno a las debilidades del hombre para poder transformar el barro en una vasija hermosa.
- El barro debe ser colocado de forma correcta, en el centro del torno del alfarero, de la misma forma en la que Dios debe ser el centro de nuestra vida, nuestra mayor prioridad.
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