El Poder de la Alabanza Para invocar a Dios
¿Qué cristiano no desea experimentar el poder de la alabanza? Muchas veces confundimos la alabanza a Dios en nuestros servicios con actos meramente emocionales, cayendo en una experiencia religiosa emocional y subjetiva y perdiéndonos así las verdaderas bendiciones que se desprenden del hecho de alabar a Dios en nuestras oraciones y con nuestras vidas de una manera constante y ordenada.
Cuando alabamos a Dios, él va a incrementar sostenidamente nuestra espiritualidad para rendirle un tributo limpio y con conocimiento de las causas.
Vamos a ver en el estudio de hoy, cómo experimentar el poder de la alabanza para gloria de Dios y en beneficio de nuestras vidas. Así, debemos empezar a experimentar el poder de la alabanza. Veamos:
¿Qué es la alabanza?
La alabanza es el acto de reconocimiento, proclamación y exaltación de Dios por su naturaleza y que testifica de sus poderosos hechos en favor de su pueblo. Es la respuesta de un corazón agradecido a Dios por lo que ha hecho por los suyos.
El creyente está llamado a alabar siempre a Dios (Sal 145.1-2), en todo momento y lugar. Puede ser pública en la iglesia, o privada, en su habitación o en el lugar donde decida que va a orar a Dios.
Se puede alabar con oraciones y con cánticos, la danza fue en el pasado otra forma de alabanza en ocasiones puntuales. Las expresiones artísticas que cuentan de la obra de Dios también pueden tomarse como una forma de alabanza. El Salmo 150.1 dice que todo lo que respire alabe a Jehová.
El poder de la alabanza es múltiple y variado. Definimos poder como la capacidad de cambiar las cosas. Y la alabanza tiene esa capacidad. Veamos algunas de esas capacidades que tiene el poder de la alabanza.
El poder de la alabanza invoca la presencia de Dios.
Dios habita en medio de la alabanza. Hay un episodio en la Biblia que es muy revelador sobre esto. en la dedicación a Jehová del templo construido por Salomón, Dios se hizo presente en medio de la alabanza (2 Cro 5.14).
Podemos alabar con confianza porque Dios se hace presente en medio de nuestras alabanzas. Sería Dios descortés si se le brindara honra y gloria y no se hiciera presente para recibirla. De tal manera que no adoramos a un Dios ausente, sino a uno que se hace presente en nuestra adoración.
Por fe podemos entrar a su santuario apara alabar perpetuamente. (Sal 84.4), es un espacio reservado para los que han recibido la justicia de Dios (Sal 140.13). No somos ni rectos ni justos delante de Dios.
Pero Cristo abrió el camino del santuario celestial para poder ir a su presencia cuando e alabamos con nuestras oraciones y cánticos. Dios no se niega a ser alabado por su pueblo, y éste crece en espiritualidad con la alabanza al Padre Celestial por sus poderosos hechos en favor de su pueblo.
Las iglesias reformadas incluyen en su liturgia la invocación a Dios con alabanzas, garantizando así la presencia de Nuestro Señor en todo el servicio, orientándolo y guiándolo para su propia gloria. Es una sana costumbre que deben repetir otras iglesias en su liturgia.
así, sabemos de la presencia de Dios en nuestras oraciones, tanto publicas como privadas, y que él oye está pendiente de nosotros en todo momento de alabanza, ya que él no se niega a su esencia de ser glorificado por su pueblo.
El poder de la alabanza garantiza la presencia del Espíritu Santo en nosotros.
La verdadera alabanza ha de ser inspirada por el Espíritu Santo. No es en nuestras propias apreciaciones y razonamientos carnales en los cuales podemos alabar a Dios, sino en la presencia del Espíritu Santo con nosotros.
El Señor Jesucristo dice que los verdaderos adoradores de Dios deben adorar en Espíritu y en verdad (Jn 4.24) El Espíritu nos inspira a alabar en la verdad de Dios plasmada en su Palabra. Aún nuestra alabanza es insuficiente para rendir el culto que Dios merece.
Por eso, necesitamos la asistencia del Espíritu Santo morando con nosotros en nuestra mente y nuestros corazones al momento de rendir alabanza al Padre. Bien lo dice el apóstol Pablo, que servimos a Dios en el Espíritu sin tener confianza en nuestra carne (Fil 3.3). El mismo Señor Jesucristo fue motivado por el Espíritu Santo a alabar al Padre (Lc 10.21).
En 1 Corintios dice que nadie puede llamar a Jesucristo Señor si no es por el Espíritu Santo (1 Co 12.3), es decir, que sin el Espíritu Santo es imposible que nuestra alabanza sea verdadera y genuino delante del Padre, de allí, es condición para experimentar el poder de la alabanza, pedir que la presencia del Espíritu Santo sea con nosotros.
Él efectúa la obra de convicción de pecados que nos lleva a alabar a Dios (1 Co 14.24-25) e inclusive en la conversión nos inspira a adorar a Dios (Hch 11.15-18). El Espíritu Santo transformará nuestros corazones para que rindamos una adoración santa y verdadera a nuestro Padre Celestial en el nombre de Jesucristo.
En la iglesia, también es el Espíritu Santo quien nos inspira a experimentar el poder de la alabanza. El ser llenos del Espíritu Santo nos lleva a alabar al Señor con himnos y cánticos espirituales que cantamos con el corazón (Efe 5.18-20)
Así el poder de la alabanza transforma nuestras dudas en confianza, por la convicción que nos da el Espíritu Santo de que alabamos al verdadero, único y eterno Dios.
El poder de la alabanza genera conocimiento de Dios.
El poder la alabanza también puede transformar nuestro entendimiento, generando conocimiento de Dios en el creyente. No podemos alabar ni proclamar los poderosos hechos de Dios si no los conocemos ni conocemos sus atributos.
He asistido a servicios de las iglesias carismáticas donde se inicia un tiempo de alabanza que exalta las emociones sobre el conocimiento bíblico, esto es subjetivismo religioso. Pero también un exceso de conocimiento en una alabanza que no experimenta el gozo es intelectualismo. Ambos elementos deben estar presentes y equilibrados en el momento de la alabanza.
Lo hermoso del conocimiento es que nos permite disfrutar en nuestros corazones de los maravillosos hechos de Dios y ser testigos de ellos. El salmo 136 es un ejemplo preciso de lo que hemos venido comentando.
En este salmo se alaba a Dios por todos los hechos desde la creación, pasando por la liberación de Israel de Egipto y otros hechos, destacando su providencia y recalcando con énfasis que su misericordia es para siempre, es un atributo de Dios.
Este conocimiento generado por el poder de la alabanza transforma nuestro entendimiento y aumenta nuestra fe en lo que Dios puede hacer por nosotros, para nuestra confianza y nuestro consuelo aún en las situaciones más difíciles que podamos enfrentar.
Podemos desplegar nuestra oración y regocijarnos en los atributos de Dios y en sus acciones. Su Bondad, su misericordia, su poder, su santidad, su conocimiento de nosotros, su providencia, entre otros, que hacen que nuestro corazón se ensanche de regocijo y se complazca en la gloria de Dios que se muestra a través de éstos.
Tal situación debe llevarnos al estudio diligente y devocional de su Palabra, donde Dios se revela a nosotros, y no podemos escapar del asombro y la confianza de lo que él puede hacer por nosotros, con nosotros y a través de nosotros. El es nuestra fortaleza y nuestro refugio, porque lo ha hecho en el pasado y lo hará siempre para beneficio de los suyos.
El poder de la alabanza genera confianza en las promesas de Dios.
Cuando conocemos a Dios a través del poder de la alabanza, aprendemos que sus promesas son sí y amén, Dios cumplirá sus promesas, por que el es fiel y verdadero. Las promesas del hombre son fácil de romper, porque el hombre es finito, temporal y voluble.
¿Cuántas veces hemos prometido algo a nuestros hijos que no hemos cumplido? Pero Dios Dios es infinito, eterno e incambiable, siempre va a cumplir lo que propone. En su inmutabilidad descansa nuestro consuelo.
Un ejemplo maravilloso del cumplimiento de las promesas de Dios se ve en la promesa a Abraham, de acuerdo al texto en Hebreos (Heb 6.13-19). Tal sería la certeza de la promesa hecha a Abraham, que Dios, no pudiendo jurar por otro mayor, juró por sí mismo que la cumpliría.
Y para mostrar a los herederos de la promesa la inmutabilidad de lo que había decidido, interpuso juramento. Esto es extraordinario, y esto debe producir el más firme consuelo y esperanza en el cumplimiento, que Dios para nuestra salvación hizo promesa son juramento.
Y esa promesa es la que tenemos como ancla segura para el alma. Que nuestra salvación es cierta en Cristo. ¿Cómo no rendirnos en alabanzas a nuestro poderoso Dios que es firme e inmutable en las promesas que nos ha hecho? Gloria sea a Dios por nuestra salvación en Cristo.
Así, conforme a su misma persona, Dios transforma, por el poder de la alabanza, nuestra debilidades e incredulidad en fortalezas y esperanza, por que fiel y justo es el que prometió.
El poder de la alabanza garantiza el cumplimiento de nuestras peticiones por parte de Dios.
El hecho de conocer a través del poder de la alabanza la fidelidad de Dios, nos garantiza el cumplimiento de nuestras peticiones delante de él. Dios nos va a dar lo que necesitamos en el tiempo que él considere conveniente. Dios no cumple nuestras peticiones en casos específicos: Cuando oramos mal, no conforme a su voluntad, sino para nuestros propios deleites (Stg 4.3)
Muchas veces disfrazamos de necesidad nuestros propios deleites del mundo para satisfacer nuestra carne. Y oramos a Dios por esas peticiones. evidentemente, Dios no va a cumplir tales peticiones. De lo que si podemos estar seguros es que cuando oramos conforme a su voluntad para con nosotros, él si va a responder, en el término y tiempo adecuado, nuestras peticiones.
El Señor Jesucristo dijo pidan y se les dará (Lc 11.9), pero debemos acotar que esa petición debe ser conforme a la voluntad de Dios. Y cuando alabamos a Dios por sus atributos, debemos reconocer que en el cumplimiento de nuestras peticiones, Dios no es un mago, Dios es soberano.
Ejemplo, Si alguien ora por paciencia, Dios no le dará paciencia en un acto milagroso, pero le dará la oportunidad de ser paciente, él pondrá los medios para que eso ocurra. Del resto, podemos obrar confiadamente en la alabanza a Dios por nuestras peticiones, sabiendo que él hará conforme a su voluntad.
Ana, la madre de Samuel, era estéril, y no podía concebir. Ella oró a Dios y le pidió un hijo, diciendo que si él complacía su petición, ella le dedicaría a su hijo en el templo. Y así fue. Dios le dio la oportunidad de ser una madre abnegada por Samuel, y luego Dios le dio cinco hijos mas. Bendiciéndola enormemente. Entonces Ana oró alabando a Dios, en uno de los cánticos de alabanza más hermosos y significativos de la Escritura (1 Sam 2.1-10)
Cuenta una vieja historia que dos granjeros oraron a Dios por lluvia, pero solo uno preparó el terreno. ¿a quién crees tú que Dios contestó la oración? Cuando hacemos peticiones a Dios, oramos alabándole y actuamos con con la confianza de que Dios va a conceder a nuestras peticiones, alabándole por ello. Lo que si debemos hacer en estos casos, es preparar el terreno.
La alabanza a Dios por el cumplimiento de nuestras peticiones nos transforma en personas de convicciones, y nos ayuda a actuar conforme a ellas. Ese ese el poder de la alabanza para transformar nuestra incredulidad en convicciones y fe. Porque sin fe en lo que esperamos es imposible agradar a Dios (Heb 11.6).
Estimados hermanos, vivamos para la gloria de Dios, experimentado el poder de la alabanza en nuestras vidas, que seamos transformados en personas que viven en la presencia de Dios, experimentando la comunión con el Espíritu Santo, creciendo en el conocimiento de sus atributos y sus poderosos hechos en favor de nosotros, aumentando nuestra confianza en sus promesas y esperando con convicciones en el cumplimiento de nuestras peticiones, para ser testigos de su honra y su gloria en toda la creación. Amen.
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