Hijos ingratos y rebeldes ¿Qué hacer al respecto?
Los hijos ingratos y rebeldes son producto de una crianza mal orientada. Quizás tuvieron una crianza muy severa o muy permisiva, lo cual puede afectar significativa la conducta de los niños y especialmente de los adolescentes.
Hijos ingratos y rebeldes ¿Qué hacer al respecto?
El hijo que muestra una conducta de rebeldía, puede estarlo haciendo por diferentes razones. Una crianza muy severa sin amor, basada en las críticas constantes, pueden generar este tipo de actitudes.
Incluso si el niño es muy obediente, ante un tipo de crianza tan estricta, tarde o temprano se va a rebelar, bien sea interiormente o exteriormente. Lo mismo pasa si la crianza es muy permisiva o liberal, ya que no se le han puesto límites y el niño puede reprochar eso, señalando que sus padres no estuvieron pendientes de él. Lo cual en cierta manera puede ser cierto. Pero no justifica las actitudes de ingratitud y rebeldía.
Por otro lado, resulta en cierta forma natural que los adolescentes manifiesten cierta rebelión hacia los padres, ya que paulatinamente se están alejando de sus familias en la medida en que establecen su propia identidad.
El hijo rebelde por lo general, tiene una personalidad naturalmente voluntariosa que se caracteriza por una tendencia a poner a prueba los límites, un incesante deseo de controlar, y una resistencia deliberada a toda autoridad.
De igual forma, al hablar de niños rebeldes, nos encontramos con individuos muy inteligentes, quienes pueden “intuir” situaciones con mucha rapidez.
Pueden encontrar formas de tomar el control de las circunstancias y de las personas que están en su entorno a su alrededor. Estos niños pueden ser un desafío muy estresante y exhaustivo para sus padres.
Ciertamente Dios ha hecho a los niños tal como son. Él los ama, y no ha dejado a los padres sin las herramientas necesarias para enfrentar el reto.
Existen principios bíblicos que nos pueden enseñar cómo lidiar con los hijos ingratos rebeldes. El libro de Proverbios 22:6 nos dice lo siguiente: “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él”.
En este sentido, el camino que debemos mostrarlos los padres a nuestros hijos es el camino a Cristo, a la luz admirable. Por lo cual es de suma importancia instruirlos en la palabra de Dios para que puedan entender quién es Dios y de qué forma le sirven mejor.
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Cuando el niño es rebelde e intransigente, el comprender lo mantiene motivado y le será de gran ayuda para encontrar su “camino”. Este niño es uno de los que debe entender que él no es dueño del mundo, que Dios es quien tiene el control absoluto de todas las cosas que existen.
Sin embargo, esto requiere que los padres estén convencidos de esta verdad y que tengan buen testimonio, porque un padre que está en rebeldía contra el Señor, no podrá convencer a su hijo de que el camino que debe seguir es Cristo y mucho menos podrá controlar el temperamento de su hijo.
Así que primeramente debemos tener claro que el que implementa las reglas, es Dios y los padres, por su parte son los instrumentos del Señor para llevar a cabo el plan divino para sus familias.
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De esta manera, a un niño rebelde se le debe enseñar que el plan del Señor es que los padres lo dirijan y que el hijo les siga. No puede existir contradicciones ni incertidumbres en este punto. Los hijos ingratos y rebeldes pueden ver las inseguridades de los padres y aprovechará la ocasión de llenar el vacío de liderazgo para tomar el control.
El principio de respetar y sujetarse a la autoridad de sus padres es crucial para el niño rebelde. Si la sumisión no se aprende durante la niñez, su futuro estará sumido en conflictos con todas las autoridades, incluyendo, maestros, jefes, policías, entre otros. Al respecto la biblia nos exhorta de la siguiente manera:
“Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas. De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos” (Romanos 13:1-2)
Esta cita nos deja en claro que todas las autoridades son puestas por Dios con un propósito. Por lo cual debemos someternos a ellas. En el caso de los hijos, los padres son la autoridad y por eso deben someterse a ellos, dejarse dirigir para así no tropezar o desviarse del camino que es Cristo.
Sin embargo, el niño rebelde sólo acatará las reglas, cuando éstas tengan algún sentido para él. Así que se les deben establecer normas y explicarlas para que pueda internalizar su importancia. Si estas reglas son impuestas de una forma autoritaria, sin explicarles, pues simplemente no la seguirán y su actitud será cada día peor.
La comunicación es la base de toda relación, incluso si somos creyentes y no nos comunicamos con Dios mediante la oración, no obtendremos todas la bendiciones que él tiene para nosotros. De la misma forma, nosotros como padres debemos comunicarnos con nuestros hijos, pero no solo hablarles, sino escucharlos, ya que esto es muy importante para ellos.
El ser tomados en cuenta, el poder expresar lo que sienten y piensan y que los padres puedan ser empáticos y comprenderlos, es un gran avance para mejorar la conducta del niño. No debemos actuar como padres rígidos que se niegan a todo, debemos negociar con nuestros hijos, darle opciones, para que ellos sientan que sus decisiones también son tomadas en cuenta.
Por otro lado, la crianza debe ejercerse con seguridad y paciencia. Los padres deben tratar de no levantar su voz, de no levantar sus manos con rabia, o perder el control total de la situación. En lo personal, la respiración, puede ayudar mucho, tomarse un tiempo para que el enojo cese es importante.
Salir a caminar también puede ayudar cuando estemos pasando por una situación difícil con nuestros hijos ingratos y rebeldes. Al respecto la biblia nos habla acerca de la importancia de la templanza y la paciencia: “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley” (Gálatas 5:22-23)
En este sentido, por más exasperante que pueda ser la crianza con los hijos, los padres pueden descansar en la promesa del Señor, quien no nos da pruebas que no podamos sobrellevar, ya que él nos da la habilidad de poder resistir.
Si Dios nos da hijos con temperamentos fuertes, también nos da las herramientas necesarias para guiarlos con sabiduría. Pero debemos estar en comunión con nuestro Señor, no dejar de orar ni de leer la palabra. Ponernos la armadura de Cristo y proteger a nuestros hijos de las garras del enemigo, que se aprovecha de cualquier momento de debilidad para dar sus zarpazos.
Al final, obtendremos consuelo en saber que nuestros hijos son bien educados y que tienen a Cristo en su corazón, que tienen sueños y metas por lograr, que son exitosos y bendecidos por Dios. Eso es verdadera gratificante para los padres que han luchado junto con el Señor para encaminar a sus hijos.
6 Consejos para mejorar la comunicación con los hijos
Como se expresó anteriormente, la comunicación es la base de toda relación y los padres tiene una gran responsabilidad de criar bien a sus hijos y para ello debe existir una comunicación asertiva que les permita consolidad la relación y obtener buenos resultados
Para proporcionarle herramientas útiles a los padres para que mejoren la comunicación con sus hijos, especialmente si son ingratos y rebeldes, existen 6 consejos que se deben considerar:
1.- Desvincular mi historia personal con la de mi hijo o hija
Como padres, debemos tener la capacidad de desvincular en la medida de lo posible nuestra historia personal con la de nuestro hijo o hija, desligando lo que hemos vivido con la experiencia de nuestro hijo o hija, evitando de esta manera la presión de lograr los éxitos, metas de nosotros.
Es de vital importancia que logremos comprenderlo tal como es, aceptando sus sueños, metas y proyectos de vida personales, dejándoles contar su propia historia, permitiéndoles que recorra su propio camino, que cometa sus propios errores, que obtenga sus propios logros.
Sin embargo como padres siempre debemos estar presentes, enseñándoles que cualquier sueño que quiera cumplir es válido, siempre y cuando vaya de la mano de nuestro Señor Jesucristo, porque él es quien nos debe guiar en todo momento.
Una cosa es que el niño quiera tener sus propios sueños y otra es que por eso se aparte del Señor. Nosotros como padres somos instrumentos de Dios en la crianza de nuestros hijos y nuestra mayor responsabilidad es instruirlos en la palabra de Dios que es la verdad que le permitirá ser salvo y entrar en el reino de los cielos.
Esto es algo que no debemos olvidar como padres porque sin Dios, nada podremos hacer o todo será en vano. El hijo rebelde e ingrato puede incluso poner resistencia a las doctrinas cristianas, por lo cual debemos ser firmes y nunca permitir que se aleje del camino de Dios.
2.- Evitar compararlo con los demás
Este es un punto esencial en la crianza de nuestros hijos, ya que cada persona es diferentes, tiene sus propias experiencias, reacciona diferente, aprende de forma distinta. Así que como padres debemos tener mucho cuidado de comparar porque podemos herir los sentimientos de ellos.
Nuestro hijo tiene derecho a recorrer su camino en la vida según sus propias decisiones y preferencias. Así que debemos brindarle todo nuestro apoyo y respetarlo para que tenga la capacidad de abordar de forma exitosa sus propias experiencias.
Por otro lado, cuando ponemos etiquetas a sus preferencias personales o las comparamos con otras personas, puede resultar ser una carga pesada para el manejo de su autoconcepto.
De esta manera, debemos ser capaces de esforzarnos para respetar su forma de ser, incluso si pensamos que no es la correcta porque debemos actuar con sabiduría de lo alto. Si somos padres autoritarios, arbitrarios y estrictos, solo obtendremos una reacción contraria.
3.- Entender sus patrones de socialización
En este punto es que se puede apreciar nuestra capacidad como padres para ser flexibles y positivos. Si nuestro hijo se niega a socializar, no debemos presionarlo, ya que esto puede irritarlos. Mientras nuestro hijo se muestre respetuoso y cordial, no hace falta que lo presionemos para que se socialice en base a nuestros criterios ni los del entorno donde se desenvuelve.
Los padres que están muy preocupados de que sus hijos no se comporten bien delante de otras personas, simplemente se basan en parámetros rígidos de socialización. Demostrar a nuestro hijo que nos importa mucho lo que piensen los demás, es una manera de decirles que sentimos vergüenza de él. Lo cual es algo que no debemos permitir, porque puede crear heridas profundas en la autoestima del niño o niña.
Así que luchar para que nuestro hijo actúe como nosotros queremos que lo haga, solo genera que la relación se desgaste y que no logre adaptarse espontáneamente al entorno social.
4.- Cuidado con la frase de “que pueda hacer lo que yo no pude”
Uno de los aspectos que debemos tomar en cuenta es procurar que nuestras expectativas personales no interfieran con las que tienen nuestros hijos, ya que esto ser muy limitante para su crecimiento espiritual y personal.
Por eso debemos saber cuáles son nuestras verdaderas motivaciones con relación al futuro de nuestros hijos, y a partir de ahí es que vamos a decidir lo exigentes que debemos ser con él.
Sin embargo, se debe evitar poner nuestras expectativas personales como referencia, ya que nuestro hijo tiene las suyas propias y hay que respetarlas y apoyarlas, siempre y cuando estén acordes con lo establecido en la palabra de Dios, la cual debe ser siempre nuestra guía.
Es decir, que los sueños y metas de nuestros hijos deben estar enfocadas en su crecimiento tanto personal como espiritual y no en cosas que vayan en contra de Dios o que puedan causarles algún daño. Hoy en día hay muchos deportes extremos, sin ningún tipo de seguridad, donde se está exponiendo la vida de la persona. Así que si nuestro hijo se enfoca en eso, pues tendremos un gran problema y nuestras oraciones se tendrían que duplicar.
Lo más sano es orar antes de que ellos puedan decidir lo que quieren hacer, es decir desde el momento en que son concebidos, debemos ponerlos en manos de Dios y pedirle que lo ayude a encontrar su camino y que sus sueños estén enfocados en Dios primeramente. Esto es fundamental si queremos garantizar un futuro sin tantos tropiezos.
No podemos escapar de las pruebas, de los retos y desafíos con nuestros hijos, pero si estamos de la mano con Dios, él es fiel y justo y nos ayudará.
5.- Cada quien debe aprender de sus errores
La mayoría de los padres no somos capaces de reconocer que nos sentimos aceptados y calificados mediante nuestros hijos. Y, a pesar de que cueste reconocerlo, es el primer paso para poder comprender muchos aspectos y mejorar nuestra relación con ellos.
Si nuestro hijo comete un error, deberá asumir sus consecuencias, aunque eso nos duela y nos sintamos en el deber de ayudarlo. Claro, como padres siempre estaremos dispuestos a ayudarlo cuando se encuentre en problemas, pero sabiendo que debe aprender una lección. Eso les hará madurar, y además es inevitable que no cometa errores en la vida porque es algo que caracteriza al ser humano, ya que somos imperfectos.
6.- Las emociones no me deben controlar
La auto-observación debe ser una parte fundamental en nuestra reflexión acerca de las actitudes que adquirimos como padres. Debemos tratar de ver un poco más allá e identificar nuestros sentimientos y emociones para poder controlarlas.
De esta manera, cuando nos sintamos angustiados, podremos reflexionar y saber qué estamos sintiendo, y cómo canalizar esa emoción. Así que lograr que la auto-observación sea un hábito en nuestra vida rutinaria resulta ser muy útil y necesario en la interacción con nuestros hijos, especialmente para detectar cuando nos están poniendo a prueba, para mostrar una actitud asertiva y relajada, y por ende controlar la situación.
En este sentido, la comunicación efectiva con nuestros hijos es la clave fundamental para mantener una sana relación con ellos, sin frustrar sus sueños, metas y deseos. Tratando siempre de comprender que ellos deben recorrer su propio camino, cometer errores y aprender de ellos. De eso se trata la vida, y con Dios podemos caminar confiados.
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