La recompensa de la rectitud - Qué significa para los cristianos en la actualidad
La recompensa de la rectitud la recibimos cuando hemos cumplido la voluntad de Nuestro Padre y hemos dejado a un lado nuestros propios deseos carnales. Esta recompensa está asociada a la permanencia de su gracia en nuestra vida porque la salvación es por esa gracia no merecida.
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La rectitud se refiere a ser leales, sinceros ante Dios, mostrándole nuestros pensamientos y sentimientos y confesando nuestros pecados delante de él. Ser rectos es hacer lo bueno delante de los ojos de Dios de forma sincera.
La recompensa de la rectitud - Qué significa para los cristianos en la actualidad
La rectitud se refiere a un atributo que le pertenece a Dios, quien es nuestro Legislador, y se queda manifiesto en sus leyes. De esta forma, ningún hombre puede ser justificado por sus propias obras aparte de los preceptos del Señor.
Por esta razón, la rectitud tiene relación con la justicia, y es un don maravilloso de Dios a la humanidad mediante su amor. Se trata de una cualidad otorgada por el Señor, atribuida al hombre cuando éste cree en el Hijo de Dios.
En la actualidad, las personas en su mayoría piensan que ellas mismas tienen el control de su vida, que son buenas y actúan de forma recta y justa. Pero se olvidan que para alcanzar la rectitud y recibir la recompensa, debemos dejar a un lado nuestra propia voluntad y dejarnos guiar por el Santo Espíritu.
Esto mismo se puede apreciar en los cristianos, quienes a pesar de que han aceptado a Cristo y conocen su palabra, se dejan dominar por sus propios deseos y se creen justos y rectos, pero en su corazón tienen heridas por sanar.
La única manera de poder ser rectos delante de los ojos de Dios es dejarnos guiar por el Espíritu Santo, quien nos lleva a toda verdad y nos muestra el camino de luz que debemos seguir.
La rectitud trae bendiciones, pero debemos mantenernos firmes en la roca que es Cristo, tal como lo señala la palabra: “Y todos bebieron la misma bebida espiritual, porque bebían de una roca espiritual que los seguía; y la roca era Cristo” (1 Corintios 10:4)
En este sentido, nada podemos hacer sin Cristo Jesús porque él es nuestra roca, no podemos pretender ser rectos si no hacemos la voluntad de Nuestro Padre, la cual está establecida en su palabra.
No podemos procurar ser rectos si no practicamos el evangelio de Cristo aquí en la tierra. No podemos ser rectos cuando en nuestro corazón todavía quedan heridas por sanar.
De esta forma que para ser rectos delante de Dios y obtener la recompensa de la salvación, debemos manifestar el fruto del Espíritu, tal como lo demanda su palabra: “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley” (Gálatas 5:22-23)
En este sentido, somos reconocidos como verdaderos hijos de Dios cuando manifestamos el fruto del Espíritu Santo en nuestra vida, cuando nos mantenemos firmes sobre la roca, reconociendo que somos débiles pero estando en sus caminos nos hacemos fuertes.
Todo hijo de Dios debe revelar mediante su testimonio, el poder infinito del Señor, llevando una vida conforme a la perfecta voluntad de Nuestro Padre, siguiendo el ejemplo de Jesús en todo momento, no solo cuando asistimos al templo, sino en nuestro hogar, trabajo y en cualquier lugar.
La rectitud del hombre contra la rectitud de Dios
La rectitud del hombre no es la misma que la rectitud de Dios porque lo que para nosotros es una cosa, para Dios es otra.
A veces pensamos que estamos siendo rectos, pero Dios opina lo contrario y por eso nos hace pasar por un proceso, para definir nuestro carácter y poder llegar a ser rectos delante de Nuestro Padre.
Dentro de las normas humanas, la rectitud se define como una cualidad de ser moralmente verdadera o justificable, y la justificación se hace según la conformidad del comportamiento con el reglamento o constitución de una nación determinada.
En cuanto significado espiritual, la rectitud es la cualidad de ser justo delante de los ojos de Dios, incluyendo nuestra propia naturaleza, nuestro carácter, actitud, conciencia, conducta, acciones y cumplimiento de la palabra de Dios.
Por esta razón, la rectitud tiene que ver con la norma de Dios, ya que él es nuestro legislador por excelencia, tal como se puede apreciar en el siguiente pasaje: “Porque Jehová es nuestro juez, Jehová es nuestro legislador, Jehová es nuestro Rey; él mismo nos salvará” (Isaías 33:22).
Las leyes propias de la naturaleza, como lo es la gravedad, la conservación de la energía, el movimiento, entre otros, son originadas por el Creador y manifiestan que Nuestro Padre Celestial es el Dios del orden, tal como lo señala la palabra: “El ama justicia y juicio; De la misericordia de Jehová está llena la tierra” (Salmos 33:5).
En cuanto a las leyes de Dios, éstas no solo constituyen las leyes de la naturaleza. En la Biblia, podemos observar que las leyes de Dios se demuestran en su rectitud y en su justicia, la cual mantiene la relación de Dios con el hombre.
Esto es un fundamento importante para mantener una estrecha relación entre la humanidad y las cosas espirituales propias de nuestro Dios y que nos revelan su poder. Al respecto la palabra de Dios nos dice lo siguiente: “El juzgará al mundo con justicia, Y a los pueblos con rectitud” (Salmos 9:8).
En este orden de ideas, la rectitud se relaciona con un atributo que está enfocado solo en Dios, y por eso ningún hombre puede obtenerlo mediante sus propios esfuerzos.
La humanidad siente inclinación a seguir su propia voluntad y a dejarse llevar por sus propios deseos carnales, en lugar de dejarse guiar por los designios de Dios.
Esta actitud solo refleja nuestro egoísmo y altivez, ya que pensamos que tenemos todo bajo control nosotros mismos y obviamos lo que establece la palabra. Pero en el libro de Isaías se establece la inferioridad de nuestra rectitud y justica delante de la justicia y rectitud de Dios:
“Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia; y caímos todos nosotros como la hoja, y nuestras maldades nos llevaron como viento” (Isaías 64:6).
En este pasaje, nos enseñan que no debemos vanagloriarnos por nuestras obras justas porque delante de la justicia y rectitud de Dios son basura, poca cosa, inmundicia. Por esta razón nuestra justicia debe estar mancomunada con la de Dios.
La rectitud de Dios en el Antiguo Testamento
Al inicio en el libro de Génesis podemos observar la caída del hombre cuando Adán y Eva pecaron contra Dios al comer del fruto prohibido. De esta forma el pecado entró al mundo, generando iniquidad en el corazón de la humanidad.
En este sentido, la ley se establece necesariamente debido a la naturaleza rebelde de la humanidad. Así que la rectitud se manifiesta cuando se da cumplimiento a la palabra de Dios y sus mandamientos. Esto lo podemos apreciar en el siguiente pasaje:
“Y tendremos justicia cuando cuidemos de poner por obra todos estos mandamientos delante de Jehová nuestro Dios, como él nos ha mandado” (Deuteronomio 6:25)
En cuanto a la ley nos revela que ninguna persona puede llenar todas las expectativas, por eso resulta imposible lograr llegar a la perfección que Dios demanda de nosotros sus hijos.
Sin embargo, Dios en todo momento ha recompensado al hombre imponiendo su propia justica y rectitud por la fe y no por las obras, incluso lo podemos ver expreso en el Antiguo Testamento.
Con referencia al término “justicia” dentro de la Palabra de Dios, se presenta primeramente en el relato del convenio del Señor con Abram cuando éste creyó en su promesa de su futura descendencia antes de que el propio Jehová le cambiara su nombre, para ahora llamarlo Abraham que significa padre de multitudes.
En este sentido, el camino de la rectitud nos conlleva a la vida y no a la muerte, ya que el Señor es la fuente última de vida. Por esta razón, la justicia le pertenece solo a Dios y cuando buscamos de él ciertamente podremos hallar su justicia.
De tal modo que cuando se persigue la justicia divina quiere decir que Dios representa el centro de nuestra vida. Y Nuestro Señor se complace en eso. Tal como se puede observar en la siguiente cita bíblica: “Abominación es a Jehová el camino del impío; Mas él ama al que sigue justicia” (Proverbios 15:9)
Así que el camino de Dios nos muestra su justicia, su rectitud pero el camino del maligno es perdición porque nos conduce por sendas no agradables a Dios, donde nos dejamos arrastrar por nuestra propia voluntad y esto nos impide tener una visión, y por eso nos desviamos de los caminos de Dios que son justos.
La justicia de Dios en el Nuevo Testamento
En el Nuevo Testamento se nos muestran los evangelios de Nuestro Señor Jesucristo, donde se manifiesta su Ministerio mediante sus milagros, prodigios, maravillas, liberaciones y enseñanzas impartidas.
De esta manera, desde la muerte y resurrección de Cristo, el propósito de la ley se ha cumplido a cabalidad y todos los que creen en su palabra, reciben su recompensa: “la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia” (Romanos 3:22).
Jesucristo es la revelación perfecta del Señor, por lo cual nuestra fe en él nos lleva a su justicia perfecta. De este modo, creer en Cristo es una obra de fe y no es una obra de la carne, que genera rectitud y justicia, tal como se establece en la palabra:
“mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia. Como también David habla de la bienaventuranza del hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras” (Romanos 4:5-6)
De esta forma que cuando Nuestro Señor Jesús murió en la cruz, cargó todos los pecados de la humanidad y se convirtió en pecado para nosotros. Por lo cual, todo aquel que cree en él es hecho justo con el Señor.
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La relación entre Dios y la humanidad, que se rompió debido al pecado, se restaura por medio del sacrificio de Jesús. Y este pacto divino fue revelado por el propio Jesús a Nicodemo, a quien le dijo expresamente la manera en la que moriría mucho antes de que la crucifixión se diera.
Esto lo podemos apreciar en el siguiente pasaje: “Y así como Moisés levantó a la serpiente en el desierto, así debe elevarse el Hijo del Hombre, para que todo aquel que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Juan 3:14-15).
En esta cita se nos muestra que la serpiente retrata a Jesucristo cuando lleva nuestros pecados en la cruz del calvario, es decir, representa el sacrificio perfecto de Nuestro Señor Jesús.
Sin embargo Nuestro Señor Jesucristo, nos demanda fidelidad y nos exhorta a que seamos rectos y justos, tal como él lo es porque los hijos de Dios deben ser un testimonio vivo de su obra en nosotros. Y los justos ciertamente recibirán el favor de Dios porque cumplen su perfecta voluntad. Esto se observa en el siguiente pasaje:
“Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios” (Mateo 5:6,10).
En este sentido, como hijos de Dios somos aceptados y justificados por medio del amor infinito y perfecto de Dios, y no por nuestras propias obras. Pero como creyentes fieles al Señor debemos ante todo ser testimonio vivo de su obra, ya que debemos mantenernos en santidad para poder ver al Señor:
La recompensa de la rectitud – Dos grandes ejemplos bíblicos
La recompensa que obtenemos cuando somos rectos delante de Dios se basa en sus bendiciones, en las victorias que nos otorga cuando hemos hecho la bendita voluntad de Dios. Dentro de la biblia podemos encontrar diferentes ejemplos de rectitud, tales como:
1.- El Rey David
Dios llamó a David como "un hombre conforme a su corazón" (1 Samuel 13:14) porque era recto y de corazón noble. Además confesaba sus pecados delante de su Padre y reconocía su debilidad, aceptaba la voluntad de Dios y era obediente.
A pesar de ser perseguido por Saúl nunca sintió en su corazón matarlo porque reconocía que era el ungido de Dios y aunque era su adversario y tuvo oportunidad para matarlo, no lo hizo porque fue obediente.
2.- José
Uno de los ejemplos que podemos encontrar en la biblia sobre la rectitud es la vida de José quien fue repudiado por sus hermanos y tuvo que vivir el rechazo. Fue metido en una cisterna, vendido como esclavo y encarcelado injustamente debido a una falsa acusación por la esposa de Potifar.
En este sentido, resulta interesante hablar acerca de la vida de este gran personaje bíblico, cuya rectitud fue inquebrantable. Cuando José fue vendido como esclavo por sus propios hermanos, fue llevado a Egipto.
Este siervo de Dios tenía el don de interpretar los sueños y como interpretó de forma correcta el sueño del Faraón y éste se volvió próspero, alcanzó una posición.
Egipto representaba un lugar de poder, de gran adelanto en la educación, de preponderancia militar y de riqueza ilimitada. Y a José se le había otorgado la autoridad final y el poder económico sobre la nación, así que era el líder que ayudaba a todos.
Sin embargo, José a pesar de haber adquirido poder, nunca dejó sus convicciones ni su fe en Jehová. Nunca se dejó envolver en las riquezas, solo buscaba ayudar y se mantuvo recto delante de Dios, haciendo su voluntad, sin quejarse por su destino.
En este orden de ideas, la recompensa de la rectitud es la salvación que obtenemos mediante Nuestro Señor Jesucristo mediante el pacto divino que se llevó a cabo a través del sacrificio perfecto en la cruz del calvario y la resurrección que representa la Gloria de Nuestro amado Jesús, quien venció la muerte y nos otorgó el perdón de todos nuestros pecados.
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