La virtud del dominio propio – Siendo imitadores de Jesucristo

La virtud del dominio propio se refiere a la capacidad que tiene una persona de controlar sus emociones y es revelado en la palabra como el fruto del Espíritu Santo, tal como se puede apreciar en el siguiente pasaje: “Como ciudad derribada y sin muro es el hombre cuyo espíritu no tiene rienda” (Proverbios 25:28)

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La virtud del dominio propio
La virtud del dominio propio

En este sentido, el dominio propio tendrá sin duda alguna parte en el juicio. Esto se puede observar en el libro de los hechos 24:25, donde Pablo aseveró lo siguiente: “acerca de la justicia, del dominio propio y del juicio venidero” y esto en la presencia de Félix.

Por otro lado, Pedro amonestó de la siguiente manera: “ed, pues, sobrios, y velad en oración” (1 Pedro 4:7). Así que como cristianos debemos mantenernos en oración constante y estar siempre en comunión con Dios.

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    La virtud del dominio propio – Siendo imitadores de Jesucristo

    Para ejercer la virtud del dominio propio debemos someternos a Dios, así como lo hizo Nuestro Señor Jesucristo cuando vino a esta tierra, y por eso Jesús pudo soportar y experimentar el sufrimiento durante el proceso del sacrificio que atravesó en la cruz del calvario por amor a nosotros.

    Jesucristo sufrió y padeció vituperios sin reaccionar de forma negativa a pesar de que los fariseos una y otra vez trataban de humillarlo. Él aplicó el dominio propio en todo momento en su vida hasta el final porque obedecía la voluntad del Padre Celestial: “Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró” (Lucas 23:46)

    En esta cita, se nos muestra que Jesús entregó su vida por todos nosotros y tuvo siempre lealtad ante lo correcto y verdadero, y esto lo podemos ver en todos los evangelios donde está plasmado el amor y su pacto divino para salvar a la humanidad.

    Al respecto la palabra señala: “Pero Jesús le respondió: Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia. Entonces le dejó” (Mateo 3:15).

    De esta manera, Jesucristo siempre se sometió a la voluntad de su padre y no se dejó llevar por los impulsos temporales, así como lo hicieron los discípulos durante la tormenta en Galilea, donde perdieron la calma a pesar de estar con Jesús, tal como lo revela la palabra:

    “Y vinieron sus discípulos y le despertaron, diciendo: !!Señor, sálvanos, que perecemos! El les dijo: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces, levantándose, reprendió a los vientos y al mar; y se hizo grande bonanza Y los hombres se maravillaron, diciendo: ¿Qué hombre es éste, que aun los vientos y el mar le obedecen?” (Mateo 8:25-27).

    Asimismo Jesús nunca buscó vengarse de sus enemigos, al contrario pidió por ellos ante su Padre porque sabía que ignoraban su propósito en la tierra: “Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Y repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes” (Lucas 23:34)

    En este sentido, Jesucristo siempre mantuvo dominio propio, no reaccionó impulsivamente ante ninguna circunstancia, y hablaba en el momento correcto. Tampoco controló el comportamiento de los demás, sino las situaciones, ya que siempre tuvo control de sí mismo.

    En algunos momentos se apartó por un tiempo determinado para orar, ya que siempre mantenía una estrecha comunión con su Padre Celestial, siendo esto un ejemplo de lo que es tener dominio propio a pesar de las circunstancias amargas que le esperaban y que él conocía:

    “Oyéndolo Jesús, se apartó de allí en una barca a un lugar desierto y apartado; y cuando la gente lo oyó, le siguió a pie desde las ciudades” (Mateo 14:13)

    En esta cita Jesús nos enseña a través de su ejemplo a apartarnos a orar y buscar siempre mantener la comunión con el Padre Celestial para recibir esa fortaleza que solo él nos puede otorgar, ayudándonos a desarrollar la virtud del dominio propio hasta llegar a la estatura de Cristo.

    El dominio propio a la luz de la Biblia

    En la biblia podemos encontrar diferentes ejemplos de lo que implica tener dominio propio ante situaciones adversas que se presenten durante nuestra vida. Encontramos, de esta forma, a un David firme frente a un Goliat, a un José capaz de perdonar el abandono y crueldad de sus propios hermanos.

     También encontramos a un Abraham dispuesto a entregar a su hijo amado Isaac, a una Esther valiente que arriesgó su propios vida para interceder por su pueblo, entre muchos más.

    De esta manera en la biblia se nos enseña el dominio propio como la templanza que se tiene ante cualquier adversidad o situación difícil, y es una manifestación del fruto del Espíritu Santo en la vida de todo creyente.

    En línea genera, tener dominio propio implica tener control absoluto ante los tropiezos que se tengan, porque se tiene la certeza del poder de un Dios vivo que tiene misericordia para con sus hijos.

    El dominio propio tiene que ver con la obra del Espíritu Santo cada uno de nosotros. Así que en la medida en que le damos acceso al Espíritu Santo, él nos irá transformando y creciendo en el área del dominio propio. Esto se puede apreciar en el siguiente pasaje:

    “Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis. Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley” (Gálatas 5:16-25)

    Para desarrollar la virtud del dominio propio debemos dejar atrás nuestros deseos carnales, dejar al viejo hombre y poner delante de nosotros a Dios para que su Santo Espíritu nos guíe en todo momento, y pueda ayudarnos en el día de la angustia y de la tribulación.

    Cualidades que nos hace crecer en el conocimiento del Señor

    El Señor nos ha entregado hermosas promesas, las cuales están establecidas en su palabra para así conocer las bendiciones que Dios tiene para cada uno de sus hijos, a pesar del mundo corruptible en el cual tenemos que habitar, tal como lo señala la palabra:

    “por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia; vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo” (2 Pedro 1:4-8)

    Así que tenemos que esforzarnos por adquirir las cualidades que Dios nos demanda en su palabra y así alcanzar la virtud del dominio propio. Por esta razón debemos estar fortalecidos en la fe, teniendo siempre dominio propio, perseverar en la palabra, constantes en oración y firmes como la palmera en medio de la tempestad.

    En este sentido es importante destacar las cualidades que Nuestro Señor Jesucristo nos muestra para alcanzar de esta forma, la virtud del dominio propio y ser semejantes a Cristo. Él nos enseña las siguientes cualidades:

    1.- Ser disciplinado

    La disciplina es una de las cualidades que nos va a ayudar en gran manera a desarrollar la virtud del dominio propio, ya que en la medida en que seamos constantes en la oración, en la búsqueda de la presencia de Dios y en la lectura de la palabra, estaremos alcanzando nuestro crecimiento espiritual y personal en todos los ámbitos de nuestra vida.

    “Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible. Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado” (1 Corintios 9:24-27)

    Cuando queremos obtener algo, llevar a cabo un propósito en nuestra vida, tenemos que ser disciplinados, esforzarnos, luchar, y en algunos casos tenemos que hacer sacrificios para obtener aquello que deseamos. En el mundo espiritual, igualmente tenemos que hacer sacrificios para alcanzar la plenitud de la presencia de Dios en nuestra vida, apartándonos del mundo para vivir en Cristo Jesús una vida nueva.

    2.- Saber controlar el cuerpo y vivir en santidad

    La voluntad del Señor es que seamos santificados mediante su sangre preciosa, teniendo la certeza de su misericordia y perdón en nuestra vida. Y para lograr el control de nuestro cuerpo y vivir conforme a la voluntad de Nuestro Padre, debemos dejar atrás nuestros deseos carnales e inmoralidad sexual. Al respecto la apalabra lo demanda en el siguiente pasaje:

    “pues la voluntad de Dios es vuestra santificación; que os apartéis de fornicación; que cada uno de vosotros sepa tener su propia esposa en santidad y honor; no en pasión de concupiscencia, como los gentiles que no conocen a Dios” (1 Tesalonicenses 4:3-5)

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    De esta manera que si queremos obtener la virtud del dominio propio debemos apartarnos de la fornicación, y debemos estar en obediencia, dejando atrás las cosas malas que hacíamos antes de haber alcanzado la misericordia de Jesucristo en nuestra vida a través de su perdón y salvación.

    3.- Ser prudente y saber usar las palabras

    Esta cualidad nos va a evitar muchos problemas en la vida, ya que a través de las palabras podemos herir a los demás y podemos hacer tropezar a nuestro prójimo.

    Incluso si escuchamos un mal consejo, podemos desviarnos del propósito que Dios tiene para cada uno de sus hijos.

    De igual manera si damos un mal consejo podemos perjudicar a los demás, por lo cual tendremos que rendir cuenta a nuestro Padre Celestial. Al respecto la palabra nos señala lo siguiente:

    “pero ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal. Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios. De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así”

    Entonces podemos ser de bendición o de maldición para nuestro prójimo, así que debemos pedir dirección siempre a Dios para que nos guíe y refrene nuestros impulsos.

    4.- Pasar por alto el insulto o las ofensas

    En la actualidad podemos observar que las personas están a la defensiva y siempre están predispuestas a dar una mala respuesta y a mostrar una actitud que no corresponde al carácter que todo cristiano debe tener.

    Ciertamente el estrés y el afán consumen el día a día, pero debemos comprender que aunque habitamos en este mundo lleno de adversidades, no pertenecemos a ál, ya que estamos aquí de forma temporal.

    Cuando ofendemos a una persona o respondemos ante un insulto, estamos dejándonos llevar por nuestros impulsos y no estamos controlando nuestros actos, lo cual demuestra nuestra falta de dominio propio ante las circunstancias adversas.

    Al respecto la palabra nos exhorta de la siguiente manera: “El necio muestra en seguida su enojo, pero el prudente pasa por alto el insulto” (Proverbios 12:16) Así que no seamos necios y portémonos como sabios y prudentes y seremos recompensados en gran manera.

    6.- Apartarse de los deseos pecaminosos

    Nuestros deseos pecaminosos y carnales nos apartan de la voluntad del Señor y nos alejan de las bendiciones que Dios tiene para nosotros. Por eso en la medida en que desarrollamos nuestro carácter y aprendemos a dominar nuestros impulsos y emociones, en ese punto estaremos haciendo la voluntad del Padre Celestial que es perfecta.

    Al respecto la palabra nos enseña que debemos huir del pecado y dejar atrás las viejas costumbres que nos inducen a los deseos carnales: “Queridos hermanos, les ruego como a extranjeros y peregrinos en este mundo que se aparten de los deseos pecaminosos que combaten contra la vida” (1 Pedro 2:11)

    En este sentido, estamos en este mundo para combatir contra todo lo que atente con nuestra paz e integridad espiritual, y que pueda dañar nuestra relación con nuestro Padre Celestial. Una de las maneras en las que podemos vencer el mal, es fortaleciéndonos en el Señor constantemente, desarrollando nuestras virtudes y teniendo dominio propio en todo momento.

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