Los Gobernantes y la Biblia. La Relación entre Dios y los Gobernantes
Dios nos muestra en su palabra que los gobernantes y la Biblia guardan una relación estrecha en la historia. La sucesión de gobernantes en la historia no puede verse en las fuerzas internas de las sociedades o las actitudes impositivas personalistas de ciertos líderes en sus momentos.
Todo está en estrecha relación con la actuación de Dios con respecto al ascenso o descenso de gobernantes de países o imperios que le han dado curso a la historia. Los gobernantes y la biblia son una asociación indisoluble que nos van a mostrarla utilidad práctica de su conocimiento. Empecemos:
¿Quiénes son los gobernantes?
Son oficiales que actuando como siervos de Dios, gobiernan a otros y ejercen autoridad sobre ellos. También son los autores de las leyes de su esfera. Dice la Palabra de Dios que no hay ninguna autoridad que no provenga de Dios, y que las que hay, han sido establecidas por Dios (Ro 13.1). Veamos algunas cosas que nos muestra la Biblia sobre los gobernantes y la biblia:
La Biblia nos muestra a gobernantes ejerciendo autoridad sobre personas
Jesús destacó la grandeza de los gobernantes de las naciones, de cómo se enseñorean sobre ellas y ejercen su potestad en ellas (Mat 20.25), para contrastar con el líder cristiano, que es uno que sirve a los demás.
La Biblia habla de una estructura de gobierno en Israel que en el pasado coronaba a un rey (2 Cr 23.20). El salmista habla de los reyes y príncipes de la tierra conspirando en contra de Dios y su Ungido (Sal 2.2).
Y el libro de proverbios dice de la necesidad de muchos gobernantes por causa de la rebeldía del hombre.(Pro 28.2). En otras palabras, que la rebeldía del hombre hace necesaria la autoridad de muchos príncipes que les controlen.
El profeta Isaías instaba a la población de Moab a dar tributos a su gobernante para evitar su ira sobre ellos (Isa 16.1). El rey de Babilonia ejercí su autoridad aún sobre los religiosos del reino (Dan 5.7).
El profeta Oseas conminaba a los reyes y dirigentes de Israel a salir y dar la cara ante la destrucción inminente de la ciudad (Os 13.10).
En el magníficat de María ella reconoce que Dios es el que quita y pone reyes, y exalta a los humildes (Luc 1.52), esperando en Cristo la liberación de Israel.
En la nación de Israel del Nuevo Testamento era una teocracia, donde los dirigentes religiosos junto a magistrados y otras autoridades conformaban su gobierno, ante quiénes habría de responder el pueblo por sus actos (Luc 12.11).
El apóstol Pablo termina diciendo que los príncipes de este siglo para hacer referencia a los poderes espirituales que actúan detrás de los gobernantes.
Por eso hace la salvedad de que éstos no conocieron la sabiduría que Dios predestinó para sus escogidos desde antes de los siglos, porque si la hubiesen conocido, no hubiesen crucificado al Señor de la gloria.
Por el hecho de desconocer que Cristo a través de la cruz habría de llevar a los suyos a la vida eterna, estos poderes pensaron que crucificándole acabarían con el hijo de Dios, sin saber que así estaban sellando su derrota. (1 Co 2.6-8).
Pero no solo había gobernantes altivos enseñoreándose sobre los pueblos. También vemos gobernantes piadosos en tierras extranjeras. José, después de ser probado por Dios en Egipto, fue colocado como señor de la casa de faraón y gobernador de todas sus posesiones, para que corrigiera a sus grandes y enseñara sabiduría a los ancianos de Egipto (Sal 105.16-22). Daniel fue hecho gobernador de Babilonia, y jefe supremo de todos los sabios de Babilonia. (Dan 2.48).
De aquí la importancia de someterse a las autoridades civiles, porque dice la Biblia que toda autoridad proviene de Dios, y los gobernantes que la ejercen son establecidos por Dios. (Rom 13.1) Por eso es necesario someterse a toda autoridad superior legítima de Dios, porque quien se resiste a ella, a Dios se resiste.
La Biblia registra varios ejemplos de gobernantes: Gobernantes de las áreas aparte de Israel: Los hijos de Ismael, que aportaban doce príncipes por familia (Gen 25.16). Siquem hijo de Hamor, heveo, quien deshonró a Dina (Gen 34.2). José, colocado por Dios como gobernador de Egipto (Gen 45.8). Babilonia tenía sus príncipes (2 Cro 32.31).
El príncipe de Tiro quien enalteció su corazón hasta creerse un dios (Eze 28.2). Darío, rey sobre los caldeos (Dan 9.1). Los cinco gobernantes filisteos (Jos 13:3). La palabra hebrea traducida “gobernantes” está relacionada a la palabra “tirano” y es solo usada de gobernantes filisteos.
La Biblia se refiere al rey de Israel como un gobernante (2 Sm 5:1–2). Y menciona otros gobernantes de Israel (o partes de la nación) (1 Rey 22.26). Uno de los tres grupos que componen el Sanedrín (Hch 4:5)
Jesucristo es descrito como un gobernante (Apo 1:5). Y Dios el Padre es también llamado gobernante (1 Ti 6:15). Así que, los gobernantes y la biblia van en estrecha relación, y se destaca en todo el recorrido de la historia de la salvación como Dios actúa en la historia quitando y poniendo reyes y gobernantes, y mudando los tiempos y las edades, porque él es el Rey de Reyes y Señor de Señores.
Los gobernantes y la Biblia se relacionan en funciones.
Hay una relación estrecha entre los gobernantes y la Biblia, y es, en todo caso, en que los gobernantes son designados por Dios, por lo tanto, son sus siervos, y representan la autoridad de Dios. Los gobernantes y la Biblia son mostrados en estrecha relación para que podamos comprender su posición en las Escrituras, veamos:
Los gobernantes son designados por Dios
La relación primaria entre los gobernantes y la Biblia, es que podemos ver cómo éstos han sido colocados por Dios, y la misma Palabra de Dios nos indica cómo debe ser la relación entre ellos y las personas que deben someterse a su autoridad.
La carta a los romanos dice que no hay autoridad sino de parte de Dios (Rom 13.1), es decir, que es Dios quien da la autoridad a todos los gobernantes, pues no hay autoridad que él no haya dispuesto, y las que existen, fueron establecidas y constituidas por él.
Dios fue quien constituyó a David como príncipe sobre el pueblo de Israel (2 Sam 6.21) para que apacentara a su pueblo (2 Sam 7.7-8), e incluso, mantuvo a Salomón en el reino, pese a todos los errores de éste, por la promesa hecha a David, de que en su descendencia siempre habría rey para Israel, por causa de la elección de David, quién guardó todos los mandamientos y estatutos de nuestro Dios. Colocó a Ciro, de Persia, como rey para que cumpliera con la misión de restaurar a Jerusalén (Isa 44.28).
Dios entregó un poder absoluto a Nabucodonosor en babilonia (Jer 27.6; Dan 2.38), y éste reconoció que es Dios quien gobierna sobre todos los hombres, y es quien quita y pone reyes a su libre voluntad (Dan 4.17).
Dios también nombró rey a Jesús, con un reinado infinito, eterno e inmutable (Sal 2.7-9), y cuando nuestro Señor estaba siendo interrogado por Pilatos, quien dijo a Jesús que tenía la potestad de condenarlo o liberarlo, el Señor le contestó que ninguna autoridad tendría contra él, sino le fuese dada de arriba (Jn 19.11).
En esta relación de los gobernantes y la Biblia, el creyente está llamado a someterse a las autoridades superiores, y no oponerse a ellas, porque quien se opone a las autoridades, a lo establecido por Dios se opone, y acarrea condenación para sí (Rom 13.2).
Los gobernantes son siervos de Dios
Otra de las relaciones entre los gobernantes y la Biblia, es que la Biblia afirma que los gobernantes son siervos de Dios. En Rom 13.3-4 podemos ver la relación entre Dios, los gobernantes y la gente común: Los gobernantes son servidores de Dios, para nuestro bien, para alabanza y honra del que hace lo bueno, y para castigar en retribución a sus actos, al que hace lo malo (Rom 13.3.-4).
Lo primero que hemos de ver es que los gobernantes son siervos de Dios. Ellos, lo sepan o no, están colocados allí para cumplir la misión que Dios les ha encomendado y les ha investido de autoridad para ello. Dios le dio una misión definida a su ungido Ciro, rey de Persia (Isa 45.1). Envió a Nabucodonosor, su siervo, a aniquilar a la tierra de Egipto debido a sus faltas delante de Dios (Jer 43.10-12).
La historia de los reyes en el pasado, y aún hoy, obedecen al plan de Dios con respecto a lo que él ha determinado para el mundo, y que avanza cumpliéndose a través de éstos. Así, todos los gobernantes son siervos de Dios.
Antes de empezar a ahondar en el tema, el apóstol aclara que los gobernantes no están allí para infundir temor (Rom 13.3). Un gobernante debe crear confianza entre él y su pueblo, y la gente que se subordinada no debe vivir aterrada o atemorizada por causa de este gobernante, debemos presuponer que el apóstol Pablo está hablando de gobernantes y magistrados honestos, ya que es común ver cómo los malos gobernantes producen terror en sus súbditos, de este caso hablaremos después.
De tal manera que el gobernante que es servidor de Dios debe ser claro y diáfano en para poder infundir confianza aunque las noticias a compartir no sean buenas. Ellos son gobernantes para nuestro bien, por eso Pablo le escribe a Timoteo que oremos por todos los reyes y los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad (1 Tim 2.1-2), es decir, sin el temor de recibir algún castigo de la autoridad.
Por otro lado, vemos que la autoridad establecida por Dios es para nuestro bien. Es decir, debe ser una autoridad que se preocupe por el bienestar de sus ciudadanos, el cumplimiento de las leyes para la protección común.
La buena administración de los recursos y servicios que provienen de los impuestos y tributos del pueblo. El estímulo a la producción y a la abundancia también debe provenir de la autoridad. El gobernante es servidor de Dios para nuestro bien.
Estamos llamados a cumplir con todas nuestras obligaciones como ciudadanos para vivir con confianza ante la autoridad y recibir la alabanza de ella (Rom 13.3). En el caso contrario, si hacemos lo malo, el magistrado es servidor de Dios, para retribuir el castigo justo a quien hace lo malo.
Si violamos las leyes, con robos, corrupción, asesinatos, estafas, etc. Seguramente recibiremos el castigo de la espada de la ley, porque a través de este castigo se hará justicia al agraviado castigando al ofensor que violó las leyes y atentó contra el prójimo.
Así, entre los gobernantes y la Biblia, vemos como Dios utiliza a sus siervos en puestos de autoridad para preservar, la seguridad, la defensa, el orden y el bienestar en los pueblos, a la vez que estos siervos sirven para seguir cumpliendo el macro plan de Dios para llevar a la humanidad camino a la consumación de su reino.
Gobernantes son representantes de Dios
La otra relación estrecha entre los gobernantes y la biblia, es que los gobernantes son representantes de Dios. La palabra hebrea traducida “gobernante” literalmente significa “dioses”, un título dado a aquellos cuya posición requiere de ellos que actúen como representantes de la corte de Dios en la tierra (Sal 58.1). En el salmo 82 vemos la demanda de Dios a sus representantes en la tierra.
Vemos como estos representantes de Dios actúan en su nombre y en virtud de su divina comisión. Por eso Dios está en medio de ellos para juzgar y corregir sus faltas. Él está presente en sus juicios y supervisa sus procesos (Sal 82.1).
Él recibe apelaciones por todas las decisiones injustas y equivocadas que tomen sus representantes, y ellos, al final, darán cuenta de estas decisiones ante el tribunal supremo del Señor. Lo primero que reclama Dios a sus representantes es que han sido permisivos con los impíos, y se apartan de la justicia estricta y santa que caracteriza a Dios, y de la cual ellos son responsables.
El Juez Supremo, les instruye a aplicar la justicia, no para favorecer al pobre y desamparado, sino para protegerle con ella y librarlo de la injusticia de quienes abusan de éstos. Que ejerzan la ley para defenderlos y librarlos de la mano de los impíos (Sal 82.3-4). Los jueces que se olvidan de Dios corren hacia los tres peligros que están destinados para ellos (Sal 82.5):
.- La ignorancia (no saben). Desconocen su papel como representantes de Dios, y el lugar de honor y responsabilidad que Dios les ha asignado.
.- La acción inepta (andan en tinieblas). Con esta acción inepta demuestran que no están aptos para ejercer el cargo en estas condiciones de ignorancia. No es que ignoren la ley, sino que ignoran la investidura de Dios en ellos y actúan de manera corrompida, y por lo tanto, con ineptitud para ejercer justa y eficientemente sus funciones.
.- La sociedad que tiembla (tiemblan todos los cimientos de la tierra). Una sociedad con una justicia en tinieblas, ignorante de sus responsabilidades, es necesariamente una sociedad inestable. Que no puede sostenerse firmemente sobre los cimientos de una justicia imparcial, como Dios reclama.
Por supuesto, el juicio de Dios no se hace esperar, y les dice que a pesar de ser representantes de Dios ejerciendo su autoridad, morirán ante su presencia. Quien así actúe, será destituido de la presencia de Dios (Sal 82.6-7). Por eso el salmista termina pidiendo que sea Dios quien juzgue, con juicio santo, limpio e imparcial, a las naciones, porque al fin y al cabo, él es el Señor de ellas (Sal 82.8).
Entonces, el gobernante que es representante de Dios, debe juzgar rectamente, de acuerdo a la instrucción de Dios. Debe tener en cuenta que está en el lugar de Dios aplicando su ley, que Dios está presente cuando juzga.
Saber que en la ley de Dios no hay injusticia, ni acepción de personas, ni la admisión de cohecho (2 Cro 19.6-7). Que la ley proteja al pobre, el huérfano, la viuda, el desamparado, el menesteroso y el extranjero.
Que ejerza su cargo con la conciencia del papel que Dios le ha asignado y con la investidura que el Señor les da. Que apliquen la ley con eficacia, y formen los cimientos de una sociedad estable y progresista en función de leyes justas y santas delante de Dios.
Amados, los gobernantes y la biblia nos ayudan a entender cómo han de comportarse los tales que son colocados por Dios en puestos de preeminencia, investidos con la autoridad de Dios, al servicio de Dios, y actuando como sus representantes ante los pueblos, para nuestro bien, y a nosotros, los que no ocupamos puestos de autoridad, a cómo comportarnos ante ellos, y a estar pendientes y observando que ellos desempeñen sus funciones de acuerdo a la misión que Dios les ha encomendado para con nosotros. Que Dios nos ayude en nuestras sociedades a que esto se cumpla. Amén
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