Perfeccionando el Perdón. 3 Pasos para Avanzar en la Madurez Cristiana
Para que podamos vivir perfeccionando el perdón, es necesario que hagamos un ejercicio correcto de este perdón. El ejercicio del perdón hace la diferencia entre a sociedad cristiana occidental y el mundo islámico, que se rige por la ley del Talión, la de ojo por ojo y diente por diente, expresión que no da lugar al perdón.
En nuestra sociedad occidental, el perdón es la base para el desarrollo humano y espiritual de nuestros países, y por ende, el desarrollo integral. Los centros penitenciarios de reformación a los individuos, los centro de rehabilitación para personas adictas a los estupefacientes existen gracias al concepto de perdón de nuestras sociedades.
Vamos a descubrir cómo perfeccionarnos en el ejercicio del perdón, para crecer en nuestro entorno y ante Dios a un varón perfecto, a la imagen de Jesucristo.
¿Qué es el perdón?
El perdón es la remisión de la pena merecida, de la ofensa recibida o de alguna deuda u obligación pendiente.
Dios nos ha perdonado totalmente en Jesucristo, porque Jesucristo satisfizo las demandas del Padre e cuanto a cada una de las causas con las cuales manchamos la honra de nuestro Padre Celestial. Porque Jesucristo satisfizo la justa demanda del Padre, él en su misericordia perdona totalmente a quienes se abrazan a la obra de Jesucristo, presentándola como suya ante nuestro Dios.
Vamos perfeccionando el perdón intercediendo por el perdón de otros.
El perdón de Dios de los pecados de los creyentes, es decir, olvidar la pena merecida por sus pecados, los lleva a orar para buscar el perdón de otros y para ser perdonadores en su relación con otras personas, olvidando totalmente la pena, la ofensa o la obligación que esta tienen consigo mismo. Así, debemos ir perfeccionando el perdón a través de la oración por otros, veamos:
Por el propio pueblo de Dios
Israel pecó ante Dios en el desierto cuando se hizo de Dioses de oro en ausencia de Moisés, quién llegó y tomó las medidas disciplinarias contra los que pecaron adorando al becerro de oro, y luego fue a hacer intercesión ante Dios por el pecado del pueblo (Exo 32.30-32). Podemos observar en el texto citado tres cosas acerca de la actitud de Moisés:
Primero, el reconocimiento de los pecados del pueblo (Exo 32.30), esto es básico, que podamos reconocer de manera humilde en qué está fallando ante Dios la persona o el grupo por el cual estamos orando. Sin eso, no tenemos ningún elemento para implorar por el perdón de terceros.
Segundo, ir a la presencia de Dios y reconocer ese pecado en búsqueda de perdón (Exo 32.31). Es a Dios a quien tenemos que pedir perdón porque es ante él que cometemos la ofensa.
Tercero, Moisés se identificó con los pecados del pueblo, aunque él no pecó de esa manera (Exo 32.32), el pidió ser condenado con el pueblo en caso de que Dios no perdonara dicho pecado, porque él era parte de ese pueblo. Es importante que reconozcamos ante Dios que nosotros también somos pecadores y necesitados de su perdón, para interceder con humildad ante Dios por los otros hermanos en la fe que lo necesiten.
Debemos interceder por la restauración de ellos considerando también nuestra propia restauración, para edificación del pueblo de Dios, con humildad y mansedumbre (Gal 6.3-5).
También nos vamos perfeccionando el perdón cuando oramos por otros seres humanos. Moisés oró e intercedió ante Dios por Sodoma, aún conociendo del juicio de Dios sobre la ciudad (Gen 18.20-33). De hecho, seguramente vamos a encontrar en los no creyentes tantos a o mas motivos para orar por ellos que en los creyentes.
Es parte de la oración de perdón intercesora por aquellos por quienes pedimos que Dios tenga misericordia y les de perdón de pecados, justicia perfecta y vida eterna en Jesucristo.
Estamos llamados a interceder aun por los que nos persiguen. El mejor ejemplo de esta intercesión lo vemos en nuestro Señor Jesucristo, quien cuando colgaba de la cruz, oró por sus ejecutores diciendo: "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen".
Esto hace que descansemos cuando oramos intercediendo por el perdón de otros delante de Dios, bien sea que la afrenta sea contra Dios o contra nosotros, así avanzamos a la imagen de nuestro Señor porque vamos perfeccionando el perdón.
Vamos perfeccionando el perdón cuando oramos por nuestro propio perdón
El Señor Jesucristo nos enseña en su oración modelo a pedir perdón por nuestros pecados (Luc 11.4, Mat 6.12). Sería insensato pedir perdón por los pecados de otros y no por nuestros propios pecados. La palabra de Dios dice que no podemos disimular nuestros pecados, porque nunca avanzaremos en nuestro progreso espiritual, el confiesa su pecado y se aparta, ese alcanzará misericordia (Pro 28.13).
La Biblia nos muestra varios ejemplos de perdón otorgado cuando oramos por `el nuestro. En el salmo 32.1-5 vemos al rey David pidiendo perdón a Dios por las ofensas cometidas en contra dela majestad de Dios y del prójimo, reconociendo su maldad y rebelión y transgresiones delante de Dios, y recibiendo el perdón de Dios. El profeta Isaías al contemplar en visión la santidad de Dios, reconoce que es un hombre inmundo de labios, y Dios le libera de su inmundicia. (Isa 6.1-7).
Y quizá el caso mas emblemático y tierno es la actitud de perdón de nuestro Señor Jesucristo hacia la mujer que fue encontrada en pleno acto e adulterio, y que por la ley de Moisés, merecía ser apedreada, y que fue salvada de la muerte y perdonada por nuestro Señor Jesucristo, quien no le tomó en cuenta sus pecados (Jn 8.3-11)
Vamos perfeccionando el perdón cuando atendemos al llamado de perdonar.
Debemos ejercer el ejercicio del perdón con nuestro prójimo, para ir siendo perfeccionados en el ejercicio del perdón. Tenemos que aprender a olvidar la ofensa, a remitir la pena o a liberar la deuda que otros tienen con nosotros. El perdón debe ser ejercido de diferentes formas y maneras en cada oportunidad que se nos presente, tal como vamos a considerar ahora:
Perfeccionando el perdón como un principio de vida. En el sermón del mote vemos al Señor hablando del perdón como un principio que debemos hacer regla en nuestro andar diario: nos pide que no nos convirtamos en jueces de los demás, que no seamos duros con ellos y que les perdonemos (Luc 6.37). Porque si eso se cumple de nosotros hacia otros, y de otros hacia nosotros, no seremos juzgados, ni condenados, sino que seremos perdonados.
Es una actitud que debemos practicar dentro de la iglesia, con la familia de la fe (Col 3.12-13), donde se nos llama a ser tolerantes unos con otros, y que nos perdonemos unos a otros, así como el Señor Jesucristo nos ha perdonado, de una manera total, remitiendo todos nuestros pecados, los pasados, los presentes y los que hemos de cometer. Pablo llama a la iglesia de Corinto como cuerpo a perdonar al ofensor arrepentido para que no se enferme de mucha tristeza y Satanás no gane ventaja aprovechando la falta de compasión dela iglesia con el ofensor (2 Co 2.5-11).
También llama a va iglesia a ser misericordiosos y compasivos perdonándose unos a otros, porque sin el perdón, no hay crecimiento espiritual, sino legalismo y juicio (Efe 4.32).
El apóstol Pedro dice que la iglesia debe ser de un mismo sentir, viviendo en armonía, compasivos, practicando el amor en comunión unos con otros, olvidándose de las ofensas y el rencor (1 Ped 3.8-9). Así, la iglesia crecerá en amor a través de la comunión, teniendo el perdón de unos con otros como punto base de partida.
Otra práctica para i perfeccionando el perdón como un principio de vida, es perdonando a los enemigos. El autor de proverbios nos llama a ser solidarios con nuestro enemigo en el momento de su desgracia (Pro 24.17), nos pide que no nos alegremos de su caída ni regocijemos nuestro corazón por su desgracia.
Debemos de considerarnos nosotros mismos como bendecidos por Dios y tenderle la mano en esos momentos, aunque consideremos que es una tarea difícil, porque esta actitud es la que nos va a probar como hijos de Dios (Mat 5.44-45).
El apóstol Pablo nos dice que alimentemos a nuestro enemigo en tiempos de necesidad, así haremos que le arda la cara de vergüenza, porque aun cuando él nos haya afligido, nosotros estamos por encima de esa situación y le tendemos la mano (Rom 12.20)
Dios nos muestra en muchos pasajes de la Escritura que ser perdonado depende de que perdonemos a otros. De nada vale que estemos orando pidiendo por nuestro perdón cuando de la misma manera no oramos ni perdonamos a nuestro prójimo. (Mr 11.25-26). Sería egoísmo orar solo por nuestro perdón, y masoquismo orar por el perdón de otros y no por el mío propio. Ambas acciones deben ir en nuestras oraciones y acciones con Dios y nuestro prójimo.
El Señor Jesucristo nos enseña que el perdón no debe tener límites (Mat 18.21-22). Cada vez que nuestro prójimo peque contra nosotros, cada vez lo debemos perdonar. Pedro preguntó al Señor que hasta cuantas veces debemos perdonar a un hermano que peque contra ¿Hasta 7 veces? (Mat 18.21-22). La respuesta del Señor fue que debemos perdonarlo hasta 70 veces 7. No nos equivoquemos. No es 70 x 7= 490 veces. No. es número muy corto. Es 770 Lo que significa que son 7 multiplicado 70 veces por si mismo, que es número tan largo que sería inútil tratar de reflejarlo aquí.
En otras palabras, siempre debemos perdonar, no hay un límite para ello.
Finalmente, vamos a considerar tres ejemplos del perdón humano que nos muestra la Palabra de Dios, y que podemos aprender de ellos.
En el primero, la lapidación del mártir Esteban, nos muestra a una turba enfurecida de judíos porque se les atestiguó del evangelio que ellos rechazaban y fueron confrontados en sus pecados y responsabilidades en la muerte de Jesucristo por parte de Esteban. Ellos tomaron una actitud irracional contra éste, y sacándolo de la ciudad lo apedrearon.
Y los testigos pusieron la ropa de Esteban a los pies de un joven que se llamaba Saulo. Esteban invocó al Señor Jesucristo para que recibiera su Espíritu, y mientras era apedreado, clamó a gran voz al Señor, para que no les tomara en cuenta a su pueblo este pecado (Hch 7.59-60).
De aquí, rescatamos la actitud de Esteban por el amor a su pueblo, y porque el evangelio pudiera llegar a ellos, pidiendo a Dios que no les tomara en cuenta el pecado cometido por ellos al ejecutar su propia muerte.
Otro ejemplo de perdón es la hermosa historia de José: Vendido por sus hermanos como esclavo en Egipto, se hizo famoso por su sabiduría hasta llegar a ser Señor de la casa de Faraón y gobernador de Egipto. Sin embargo su corazón conservó por algún tiempo el resentimiento de la actitud envidiosa y cruel de sus hermanos. Las circunstancias le puso de nuevo frente a sus hermanos y el les perdonó en una escena conmovedora (Gen 50.15-21).
Ellos fueron a pedirle perdón y a servir como esclavos de él (Gen 50.18). Pero José no tomó venganza sobre ellos, antes reconoció la providencia y la mano de Dios en todas esas circunstancias vividas desde joven con sus hermanos y de cómo Dios encaminó a bien su llegada a Egipto para mantener con vida a mucho pueblo. Él dijo no querer ocupar el lugar de Dios como vengador. Les prometió sustento a ellos y a sus hijos, les consoló y les habló al corazón (Gen 50.19-21).
Esta bella historia nos muestra al corazón de José realmente comprometido con Dios. El perdón a sus hermanos lo liberó de sus propios rencores en contra de ellos, y encaminó al pueblo de Dios para ser sustentado por él en Egipto. Vemos cómo prevaleció el amor de Dios ante la afrenta, la envidia y el desprecio.
No podemos tomar el lugar de Dios para la venganza, dejemos a Dios ejecutar su justicia, conformémonos con el perdón y la misericordia con los demás.
El tercer y último caso que nos ocupa, es la escena de cuando David sufría una rebelión y lucha por el reinado con su hijo Absalón. Cuando iba de paso por Bahurim con su ejército, uno de la casa de Saúl llamado Simei, corrió a su encuentro, y le insultó tirándole piedras y lo maldijo. Cuando Abisaí, del ejército de David, quiso quitarle la cabeza por la ofensa al rey, éste no se lo permitió, pues reconoció que quizá los insultos que le profería Simei eran por orden de Dios. así, que le perdonó la vida (2 Sam 16.5-13).
La enseñanza que podemos recoger acá, es que el rey David estaba reconociendo la voz de Dios incriminándole por sus actos en contra de la casa de Saúl para hacerse rey, y por eso, fue prudente al tolerar la acción de Simei. De ahí, su compasión con éste.
Amados, Dios nos muestra cómo ser compasivos con los otros como un principio de vida para que podamos avanzar sin contratiempos del enemigo en nuestra vida espiritual. Debemos pasar nuestra vida perfeccionando el perdón, para elevar nuestro nivel espiritual, el de nuestra iglesia, y finalmente, el de la sociedad que nos circunscribe.
Eso nos ayudará acrecer a un varón perfecto, a la estatura de Jesucristo, para que él sea el primogénito en todo, y no se avergüence de llamarnos hermanos, para gloria de nuestro Padre. Amén.
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