Virus que enferman a una iglesia - 3 manifestaciones de estos virus
Los virus que enferman a una iglesia están relacionados a todas aquellas cosas que nos alejan de Dios, enfrían a la congregación y la mantienen dormida. Estos aspectos no están acorde con lo que establece la palabra e interfieren con el propósito real de la iglesia.
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Los virus que enferman a una iglesia – A qué se refiere esto
Cuando hablamos de virus, tenemos que conocer el significado de este término. Éste se refiere a un microorganismo no celular que solo puede crecer en la parte interna de una célula viva. Así que las enfermedades comunes como gripes y resfriados se deben a estos virus que están en el ambiente y los cuales puede generar mucho malestar en nuestro organismo y en nuestro cuerpo en general.
La iglesia es el cuerpo de Cristo, y así como nuestro cuerpo terrenal está compuesto de diferentes miembros y cada uno de éstos tiene una función determinada. Cuando hay alguna falla o se inocula un virus, se comienzan a presentar problemas en el cuerpo, es decir en la iglesia.
Al respecto encontramos que el apóstol Pablo, explica muy bien la analogía del cuerpo humano y lo que representa la iglesia de Cristo, la cual tal como se indicó anteriormente, es considerada el cuerpo de Jesús. Esto lo podemos apreciar en el siguiente pasaje:
“Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo. Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu” (1 Corintios 12: 12-13)
Así que nadie mejor que el apóstol Pablo para enseñar y exhortar a la Iglesia, donde nos explica que como hijos de Dios, somos iglesia, somos un cuerpo y estamos llamado a servir al Señor y a ejercer un Ministerio conforme a la voluntad del Padre y al propósito que tenga con cada uno de sus hijos.
Qué virus pueden enfermar a una iglesia
Cuando se habla de virus se refiere a los aspectos que pueden perjudicar al pueblo de Cristo, interfiriendo en la obra del Señor. En este sentido, la iglesia representa un cuerpo y por eso puede ser atacado por un virus que se presenta con la finalidad de atacar, debilitar, enfermar, adormecer, enfriar hasta eliminarla por completo.
Por esta razón es de suma importancia que la iglesia tenga sus defensas altas, que estén fortalecidos para poder combatir y superar cualquier ataque de un virus. Así como el cuerpo humano está a expensas de sufrir diferentes enfermedades, pasar por accidentes, catástrofes, terremotos y diferentes acontecimientos propias de este mundo, de igual forma, la iglesia está expuesta a sufrir todas estas cosas por cuanto representa el pueblo de Dios. Dentro de los virus que pueden enfermar a una iglesia encontramos:
1.- La apatía
Uno de los virus que se puede presentar dentro de las congregaciones es la apatía, donde la mayoría de las personas busca ocupar una silla y no tiene la disposición de servir. Al respecto la palabra nos exhorta de la siguiente manera:
“Pero deseamos que cada uno de vosotros muestre la misma solicitud hasta el fin, para plena certeza de la esperanza, a fin de que no os hagáis perezosos, sino imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas.” (Hebreos 6:11-12
De esta manera, la palabra de Dios nos demanda a ser diligentes, a levantarnos, esforzarnos y no dejarnos envolver por la apatía y el desánimo porque esto da pie al enfriamiento, ya que en la medida en que estamos inactivos, no sentimos la pasión de estar al servicio del Padre, y esto interfiere incluso en el fluir del Espíritu Santo, ya que en todo momento se nos demanda a tener el gozo del Señor, el cual es nuestra fuerza.
Pero cómo podemos saber qué estamos apáticos, cuando sintamos que no tenemos fuerza, que estamos debilitados es porque tenemos apatía y por eso se siente cansancio en las labores de la iglesia específicamente.
Esto es algo netamente espiritual, pero para que la apatía penetre en la vida de los hijos de Dios debemos dejar puertas abiertas, quizás se está descuidando la vida espiritual, ya no se realizan cadenas de oración, no se hacen ayunos, entre otras cosas.
Lo más lamentable de este virus de la apatía es que es muy contagioso y puede impregnar a toda la congregación. Para la propagación de este virus, las personas comienzan a murmurar que se sienten cansadas, que ya han trabajado mucho en la iglesia, que quieren descansar, entre otras expresiones que pueden persuadir a los demás miembros.
Entonces la apatía comienza a propagarse con rapidez y puede causar el cierre de la iglesia o que ésta se encuentre dormida. Los más propensos a contagiarse de este virus de la apatía son los nuevos creyentes, quienes aún tienen muchas dudas e inquietudes. Por lo cual debemos dar un buen ejemplo como creyentes y no contagiarle nuestra apatía.
Por otro lado, debemos saber que Dios tiene un propósito en nuestra vida y cuando somos diligentes en ese llamado y estamos dispuestos a ayudar a los demás, ciertamente seremos recompensados. Esto se puede observar en la palabra: “¿Has visto hombre solícito en su trabajo? Delante de los reyes estará; No estará delante de los de baja condición.” (Proverbios 22:29)
2.- La incredulidad
Cuando aceptamos y recibimos al Señor Jesús como nuestro único y verdadero Dios, lo hacemos por fe y cuando ésta se va perdiendo, entonces se está afectando nuestra vida espiritual. La palabra nos habla de lo que es la fe: “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” (Hebreos 3:12)
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De esta manera, nuestra fe es la convicción de aquello que no logramos ver, de lo que no podemos palpar. Pero si nuestra fe se agota, no podremos agradar a Dios porque ser hijos de Dios se lleva a cabo es por la fe. La biblia nos dice lo siguiente:
“Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan” (Hebreos 11:6)
En este sentido cuando una iglesia se contagia de la incredulidad, ya no cree en los milagros y prodigios que nuestro Dios puede hacer y que nos demanda a manifestarlo: “En verdad les digo: el que cree en Mí, las obras que Yo hago, él las hará también; y aun mayores que estas hará, porque Yo voy al Padre” (Juan 14:12)
De esta manera, estamos llamados a seguir el ejemplo de Cristo y hacer cosas mayores que las que él hizo. Estamos llamados a sanar enfermos y echar fuera demonios, en su nombre.
Estamos llamados a creer en su palabra, en su poder y en su manifestación, donde los ciegos ven, los paralíticos se levantan, el poseído es liberado, el pobre es prosperado.
En este sentido, somos cristianos por fe y nos movemos por fe. Así que si dentro de las congregaciones la fe se ha muerto, igualmente los miembros. Lo cual es muy lamentable porque Dios nos llamó a ver la Gloria de Dios y su Poder en todo su esplendor.
Por otro lado, si tenemos el virus de la incredulidad, estamos dudando de la palabra de Dios, de los evangelios, de la sana doctrina y hasta del propio Jesús, de su pacto, de su sacrificio y de su resurrección.
Todo este escepticismo está invadiendo nuestras iglesias sin darnos cuenta, ya en la actualidad se está limitando el mover del Espíritu Santo, ya hay normas establecidas donde no se permite hablar en lenguas, echar fuera demonios y danzar.
Esto es una obra del enemigo y la palabra lo condena: “Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo” (Hebreos 3:12)
En este sentido, en una iglesia donde esté presente la incredulidad, no se manifiesta el Espíritu Santo porque el mover de la presencia de Dios es por fe. Si no tenemos la certeza de que tenemos a un Dios vivo que tiene Poder para transformarnos, entonces el Señor se aparta.
3.- El descontento
El descontento es un virus muy común que aparece cuando los miembros de la iglesia ponen su mirada en el hombre, y de allí comienza su descontento porque ciertamente se están centrando en los Ministros, líderes, adoradores, entre otros.
Cuando surge el descontento, estamos cayendo en pecado porque estamos dejándonos llevar por emociones porque estamos enfocados las personas en lugar de centrarnos en Cristo.
Esto se debe a que la relación espiritual se ha enfriado, y esto es algo que está aconteciendo muy a menudo, donde es común escuchar frases como “El pastor no me gusta”, “Yo oro en mi casa mejor”, “Esa iglesia es desordenada”, entre otros.
Al respecto la biblia nos habla del desánimo que sintió el pueblo de Israel y las consecuencias que tuvo esa acción, ya que blasfemaron en contra de Dios y su perfecta voluntad:
“Después partieron del monte de Hor, camino del Mar Rojo, para rodear la tierra de Edom; y se desanimó el pueblo por el camino. Y habló el pueblo contra Dios y contra Moisés: ¿Por qué nos hiciste subir de Egipto para que muramos en este desierto? Pues no hay pan ni agua, y nuestra alma tiene fastidio de este pan tan liviano. Y Jehová envió entre el pueblo serpientes ardientes, que mordían al pueblo; y murió mucho pueblo de Israel” (Números 21: 4-6)
En este sentido, existen virus que enferman a la iglesia por falta de dirección de Dios, por falta de comunión espiritual con Nuestro Señor Jesucristo, por descuidar el templo que el Señor le otorgó.
También es importante destacar que toda iglesia necesita tener una vida espiritual constante, donde exista la intercesión, la consejería, el discipulado.
Estas son herramientas que pueden evitar la entrada de estos virus que tanto daño pueden hacer en el pueblo de Cristo.
Nosotros como creyentes debemos ser obreros del Señor y aportar nuestro grano de arena para que el templo del Señor, nuestro Tabernáculo permanezca y que la obra de Dios no se vea amedrentada.
En este mismo orden de ideas, es importante resaltar que todos somos responsables de los virus que están atacando nuestras iglesias porque como cuerpos de Cristo tenemos la función de defender, de amar, de proteger a nuestros líderes con la oración y con la disposición de servicio.
Por otro lado, una de las maneras de impedir que estos virus enfermen a nuestra iglesia es cumpliendo con nuestra responsabilidad de diezmar y ofrendar, ya que esto ayudará a crecer al pueblo de Cristo porque en la medida en que sembramos, en esa medida cosecharemos.
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