¡Ah! Los Consejos. ¿Porqué son necesarios para nuestra personalidad?

¡Ah, los consejos! ¿Quién querrá recibirlos? Nos aburren, nos cansan, nos suenan a cliché y sermones de padres aburridos, pero ignoramos cuánta sabiduría hay en ellos que nos ayudan a enfrentar situaciones y corregir conductas que a lo mejor nosotros mismos no percibimos, pero que nuestros amados prójimos notan que estamos practicándolas y que nos perjudicamos o perjudicamos a otros con ellas.

Hoy la Palabra de Dios nos va a mostrar la necesidad de su consejo en nuestras vidas, lo novedoso, práctico y pertinentes que son para nosotros y cómo su buen uso mejora nuestra calidad de vida.

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    ¡Ah los consejos!

    Un consejo es un intento amoroso de corregir la actitud o el comportamiento de otro. Dios se dedica en su Palabra a corregirnos en nuestras conductas, pensamientos o acciones para que seamos conformados a un varón perfecto, a la imagen de su Hijo Jesucristo, para que vivamos conforme al objetivo con que fuimos creados, es decir, para su propia gloria.

    El consejo de Dios suele ser permanente, a pesar de los muchos pensamientos que puedan producirse en nuestros corazones, en el creyente debe prevalecer permanentemente el consejo de Dios (Pro 19.21).

    ¡Ah, los consejos! Dios los hizo de tal manera que siempre fueran recurrentes. En su palabra, estos consejos son oportunos y eternos, ya que son pertinentes para su pueblo en el día de hoy, y seguirán siéndolo por siempre para todas las generaciones. Veamos cuál es la necesidad de que exista el hábito de aconsejar en base a la palabra de Dios  en todos los ambientes donde nos  desenvolvamos.

    La necesidad de aconsejar a los pueblos

    En el pasado, los profetas amonestaron a Israel. ¿En qué consistía esta amonestación?

    Ah, Los consejos

    Dios utilizó a los profetas  para poner en ellos sus palabras de amonestación y consejo a su pueblo (2 Rey 17.13). En la época del rey Oseas cuando reinó en Samaria, él y su pueblo se desviaron de los estatutos de Dios hacia un camino que el Señor no había enseñado a Israel:

    Temieron a Dioses ajenos, adquirieron las leyes, costumbres y religión de los países vecinos que invadieron cuando fueron por la tierra `prometida, así profanaron la santidad de Dios y corrompieron su moral, hasta el punto de pasar por fuego a sus hijos en honor a ídolos que conocieron en su llegada a Canaán.

    Dios les aconsejó constantemente a que se volvieran a los estatutos y  preceptos que él les había ordenado para que sobrevivieran en medio del paganismo y la idolatría, pero ellos prefirieron fenecer como pueblo detrás de estos ídolos. (Neh 9.29-30).

    La amonestación a los profetas era de prioridad nacional. Era el destino de la nación que se enajenó de los preceptos y estatutos que Dios dictó para ella.

    Es como si hoy nosotros desecháramos nuestra constitución y empezáramos a regirnos por las leyes de otros países, que no son pertinentes a nuestra circunstancia o realidad. Eso hace que perdiéramos nuestras costumbres e identidad como pueblo. Israel perdió a identidad que Dios les dio como nación.

    ¡Ah, los consejos! pueden parecer tediosos, pero deben ser tomado en cuenta por las clases gobernantes para poder llevar bienestar a sus pueblos, están obligados a escuchar el consejo de Dios..

    La necesidad de aconsejar a los hijos

    Los padres deben aconsejar a sus hijos. Dios manda a los padres que aconsejen a sus hijos en sus caminos. Es decir, los hijos deben recibir como prioridad el conocimiento de la voluntad de Dios para sus vidas para que puedan preservarse a lo largo de sus existencias(Prov 22.6). Vamos a ver algunas razones puntuales del porqué Dios ordena que sus padres aconsejen a sus hijos en sus preceptos y voluntad.

    Para que honren con su vida a Dios y a sus padres. El quinto mandamiento ordena que muestre a mi padre y a mi madre y a todos mis superiores, honor, amor y fidelidad, que me someta obedientemente a sus buenas enseñanzas y castigos (Efes 6.1,2,5), soportando también pacientemente sus flaquezas (1 Ped2.18), pues Dios quiere regirnos por medio de ellos (Efes 6.4).

    Es prioridad de los padres aconsejar correctamente a los hijos e instruirlos para corregir sus conductas para ser obedientes al mandamiento de Dios. Los hijos deben soportar a sus padres con todas sus imperfecciones. pues es el padre que Dios les ha asignado, y exactamente el que necesitan.

    El padre de familia es la persona que designó Dios como guía y cabeza del hogar, y por lo tanto el responsable del funcionamiento de la familia que Dios le dio. Es sabio regirse por la Palabra de dios en estos casos.
    ¡Ah, los consejos! Parecen repetitivos, pero son los que dan sabiduría para mejorar la vida.

    Para que tengan formación profesional que les permita ganar su propio sustento. Los padres deben aconsejar a sus hijos para que sean personas independientes y solventes.

    Deben ser formados para que sean personas diligentes y capaces. La Biblia dice que el negligente en el trabajo confraterniza con el que es destructivo (Pro. 18.9), y el que  es flojo para trabajar es una persona débil (Pro 24.10) Dios nos aconseja que formemos a nuestros hijos correctamente para que a través de su trabajo duro y competente pueda trascender en la sociedad que lo rodea. La persona que así actúa andará en puestos de trascendencia y no con los de baja condición (Prov 22.29)

    ¡Ah, los consejos! Los padres puede aburrir a los hijos con ellos, pero le resultará de utilidad si quieren ser vencedores y trascender en la vida.

    Para que pongan en práctica el conocimiento de los  valores cristianos en nuestra sociedad. Una persona que manifiesta sus valores cristianos y se comporta conforme a éstos en la sociedad que le rodea pasa a ser luz del mundo y sal de la tierra, como dijo el Señor Jesucristo (Mat. 5.14-15).

    Un hijo formado en esos valores pasa a ser un valor moral en su ambiente, en su familia, entre sus amigos, en el colegio, la universidad y/o el trabajo. Va a ser una persona diferente y respetada, porque lleva el sello de la formación cristiana. A su alrededor se conservará la moral y las buenas costumbres y será ejemplo y guía de aquellos que confraternicen con él. Será firme y valiente en sus buenas decisiones (Sal 1.3).

    ¡Ah, los consejos! Parecen petulantes, pero te darán la oportunidad de formar a tus hijos  para que muestren a Cristo en todas sus acciones, para la gloria del Padre.

    Para que ejerzan una influencia positiva, vencedora y transformadora   en el mundo que les rodea. Una última razón, y no por ello menos importante, para que los hijos trascienda en nuestra sociedad e influyan positivamente en ella.

    En el pasado, los reyes de Israel que fueron temerosos de Dios hicieron reformas importantes para llevar al pueblo por los preceptos y estatutos que les ordenó Dios y fueron personas de progreso para el bien común, como el rey Josías (2 Rey 22,23 y ss.).

    ¡Usted se imagina alguno del hijos de las parejas consagradas de la iglesia, comprometido con el Señor para servirle, siendo presidente, gobernador, o alcalde? ¿Siendo buenos profesionales, investigadores y científicos al servicio de Dios? ¡Qué enorme bendición sería para la comunidad donde ellos ejerzan esa influencia positiva! ¡Un empujón grande para la expansión del reino de Dios!

    ¡Ah, los consejos! No serán atractivos, pero sirven para que formes a tus hijos  como unos líderes consagrados al Señor, impactando positivamente en las comunidades y colaborando con la expansión del reino de Dios en sus comunidades.

    La necesidad de que los cristianos se amonesten mutuamente

    Los cristianos deben amonestar a sus compañeros creyentes. Un buen líder, sobre todo un líder cristiano, está llamado a aconsejar y amonestar con diligencia a los miembros de la iglesia donde sirve.

    Debe usar la palabra de Dios en la predicación y la enseñanza de la doctrina, en la motivación y la corrección de manera constante, reprendiendo las malas conductas o los malos hábitos o vicios que se hayan creado en la congregación con firmeza, pero también con toda paciencia y poseyendo los argumentos bíblicos necesarios para ello. (2 Tim 4.1).

    El apóstol Pablo escribía a las iglesias aconsejando y amonestando a cada hermano, aún en situaciones embarazosas,  a fin de presentar perfecto en Jesucristo a todo hombre

    Debe existir la motivación para conseguir objetivos en el bien común (col 1.28). El esperaba que sus discípulos y ayudantes, a quienes él había formado en el evangelio, tuviesen la misma conducta y el mismo parecer (Tit 2.15; Tit 3.10).

    Él reconocía que no era un trabajo fácil, sino a veces hasta ingrato de tal manera que podía ganarse la antipatía de algunos en la iglesia, por eso les mandaba en sus cartas consejos para reconocieran a los que trabajaban entre ellos y les guiaban en el Señor, y les amonestaban, para que fuesen motivados en sus labores (1 Tes 5.12).

    Es un trabajo del Espíritu Santo. Se debe preservar el buen testimonio en la congregación. Se debe crecer a la imagen de Jesucristo, a un varón maduro, mediante la corrección y la amonestación necesaria.

    ¡Ah, los consejos! A veces nos ganamos antipatías  por causa de ellos, pero son necesarios en la iglesia para perseguir el bien común en cada hermano que la edifica.

    Es sabio aceptar la amonestación legítima

    Debemos practicar la costumbre de aceptar los consejos que son de amonestación legítima, basada en la palabra de Dios. Ellos representan una gran ventaja en la vida práctica y cotidiana hasta nuestra vejez.

    El libro de proverbios es una buena guía para esto, dice que el hombre sabio oirá consejo y aumentará el saber (Pro 1.5). Que quien retiene el consejo en su corazón conservará el conocimiento en sus labios (Pro 5.2), que quien guarda el consejo para vivir conforme a él recibirá honra (Pro 13.18) y será sabio en su vejez aquel que escucha consejo y recibe desde ya la corrección (Pro 19.20)

    ¿Sabe que cosa es triste? Un viejo necio. Hay grande honra en aquél que reprende al sabio, y al que tiene el oído dócil para escuchar (Pro 25.12).

    Por el contrario, es triste la condición de aquellos que rechazan el consejo de Dios. El que no recibe consejo es considerado necio y no prudente (Pro 15.5). aún los mensajes que recibimos a través de las canciones que escuchamos, cuando provienen de la necedad del mundo, son advertidos por la apalabra de Dios, ella dice que es mejor oir el consejo del sabio que la canción de los necios, ya que su mensaje no lleva a nada edificante (Ecl 7.5).

    Dios utilizó a los profetas para llevar la reprensión y el consejo a un pueblo rebelde y contumaz. En vano Dios los azotó, los consumió, y aún así fueron rebeldes, endurecieron su corazón mas que la piedra y no quisieron convertirse al consejo de  Dios.

    De hecho, la nación de Israel quedó en la historia como ejemplo de castigo para aquellos que no reciben el consejo ni la amonestación de Dios, sino que se envanecen en sus propios razonamientos, que caminan en sus propios consejos y andan en la dureza de sus corazones (Jer 7.28).

    Así,  como ellos, todos los que rechazan el consejo de Dios habrán de sufrir el enojo y el ardor de la ira de Dios en el día que Jesucristo vuelva para ejecutar el juicio final y consumar el reino de Dios (Sof 3.8).

    Por eso, cuando el Señor  Jesucristo envía el mensaje a la iglesia de  Laodicea les aconseja salir de su miseria espiritual en la cual vivían, pensado que eran ricos, y que debían comprar el oro fino y las vestiduras blancas de la salvación, aceptándolo como Señor y Salvador de sus vidas, y viviendo en comunión con el (Apo 3.20). ¡Es un consejo de vida eterna!

    ¡Ah, los consejos! ¡Cuánta delicia del alma hay en recibirlos! ¡Cómo enriquecen y dan honra a nuestras vidas delante de Dios y los hombres!

    Amados, Somos instados por Dios a corregir nuestras conductas y las de nuestro prójimo, sea en el hogar, en la iglesia, el colegio, o el trabajo donde nos desempeñemos. Sigamos el ejemplo de nuestro Señor Jesucristo, que nos amonestó constantemente con su palabra, por amor  nosotros, para darnos salvación y vida eterna.

    Él nos mostró cómo debemos comportarnos mostrando en nuestras vidas el amor a Dios y al prójimo, y con su sacrificio nos insta a buscar el perdón de nuestros pecados y la restauración de nuestra comunión con Dios. Y luego, cómo hacerlo delante de nuestro prójimo, siguiendo sus amonestaciones escritas en su palabra hasta llegar a un varón perfecto, a la imagen de Jesucristo, para la gloria del Padre. Amén.

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