Hechos nuevos en Cristo Jesús mediante la salvación
Somos hechos nuevos en Cristo en la medida en que lo hemos aceptado y recibido en nuestro corazón, ya que cuando nos arrepentimos de corazón y dejamos que él entre en nuestra vida, el Espíritu comienza a morar en nosotros, nos convierte y nos transforma.
De esta forma el Señor nos hace una nueva criatura, ya que para poder acceder al reino de los cielos debemos nacer de nuevo, tal como se aprecia en la palabra: “Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Juan 3:3)
Así que ahora que estamos unidos a Cristo, somos una nueva creación. El Señor ya no tiene en cuenta nuestra antigua forma de vivir, nuestro pasado lleno de pecado, sino que nos ha hecho comenzar una vida nueva: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17)
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Hechos nuevos en Cristo – Significado según la biblia
Cuando somos hechos nuevos en Cristo, nuestra vida pasada queda atrás y damos comienzo a un nuevo nacimiento, a una nueva forma de vivir, donde el Espíritu Santo comienza a morar en nosotros eliminando todo lo que no es de Dios.
Anteriormente la vida sin Cristo está sumida en la tristeza, desolación, angustia, pesimismo, entre otros. Pero cuando estamos en Cristo estamos seguros porque en medio de la tormenta, encontramos la paz que sobrepasa todo entendimiento, tal como lo señala la palabra: “Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4:7)
De esta forma que cuando somos hechos nuevos en Cristo somos renovados como hijos de Dios, y por eso debemos dejarnos moldear por nuestro Padre para procurar ser imagen y semejanza de Cristo.
Así que la palabra “nuevos” nos identifica con el nombre y obra de Jesucristo, ya que Él es quien interviene cuando el viejo sistema fracasó y por eso da comienzo a la relación de Dios como nuestro Padre, como la cabeza.
Jesucristo es el mediador del nuevo pacto, y ha venido para establecerse en una nueva relación con el Señor. Como el segundo Adán, él nos ha redimido del antiguo pacto de obras que fue quebrado y en el cual estábamos bajo la maldición.
Ahora nos ha puesto bajo el nuevo pacto verdadero de gracia en el que somos incorporados por su mérito. Así que la biblia resalta que la sangre de Jesucristo es “la sangre del nuevo pacto” (Mateo 26:28)
La sangre es para Nuestro Redentor la vida, y sin esa sangre Él no puede adjudicar ninguna indulgencia de pecado; entonces existe algo novedoso en ese torrente sanguíneo, ya que cuando nos da a beber de la copa de la evocación dice: “esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados”. (Mateo 26:28)
En este sentido, Jesucristo ha echado fuera de la casa al antiguo pacto, al viejo espíritu, a la antigua ley ceremonial, de esclavitud, y a toda la vieja levadura y le ha dado entrada a una nueva exculpación donde permanece la gracia mediante la justicia para vida eterna.
El Nuevo Reino de Jesucristo
Nuestro Señor Jesucristo vino para establecer un nuevo reino por la proclamación y la enseñanza del Evangelio, un reino con nuevas leyes, costumbres, constitución y nuevas riquezas. Este es un reino que no es de este mundo, sino que es un reino implantado en mejores principios y que trae a su vez mejores resultados para sus habitantes que cualquier otra potestad que hubiere existido jamás.
De esta manera Jesucristo le otorga ese reino solo a hombres nuevos que son hechos nuevas criaturas en Cristo Jesús y lo aman. Su mandamiento resulta ser una novedad que sirve en las cosas que son hechas nuevas en el espíritu y no en las cosas pasadas.
De igual forma, Cristo nos ha dado la entrada al reino del cielo en lo alto, ya que ahora venimos a Dios “por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne” (Hebreos 10:20).
Cuando Jesucristo venga a esta tierra por segunda vez, implantará su reino y apreciaremos cosas nuevas: “no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre”. ( Mateo 26:26-29)
En este sentido, en Jesucristo todo es hecho nuevo: “No os acordéis de las cosas pasadas, ni traigáis a memoria las cosas antiguas? He aquí que yo hago cosa nueva; pronto saldrá a luz; ¿no la conoceréis?” (Isaías 43:18)
De la misma forma en esta segunda venida de Nuestro Señor Jesucristo, podemos ver la siguiente profecía:“Porque he aquí que yo crearé nuevos cielos y nueva tierra; y de lo primero no habrá memoria, ni más vendrá al pensamiento. Mas os gozaréis y os alegraréis para siempre en las cosas que yo he creado; porque he aquí que yo traigo a Jerusalén alegría, y a su pueblo gozo”(Isaías 65:17-19)
Por lo cual una de las características del Reino de Nuestro Señor Jesucristo es la novedad, ya que todas las cosas en Él son hechas nuevas. Cuando él venga por segunda vez, estas cosas nuevas van a sobresalir cuando todo ojo vea la Gloria del Señor.
El Principio de la novedad
El principio de la novedad en Cristo Jesús y su reino en nuestra vida solamente se da a través de él, quien hace todo nuevo en nuestra vida. De esta manera que Jesucristo hace nuevas todas las cosas, pero aquellas que están separadas de Él se vuelven añejas y están listas a morir y no se pueden renovar.
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Así que en la tierra no podría pretender ser renovada sin tener la luz del sol. Así un alma no podría esperar una renovación espiritual sin Jesucristo. Tal como lo afirma la palabra: “El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él” (Juan 3:36)
De tal manera que la espléndida novedad proviene por la regeneración y la nueva creación es producto del Espíritu Santo y todo se desarrolla en unión con Nuestro Señor Jesucristo y van dirigidas a su Gloria.
¿Cómo puede una persona ser una nueva criatura en Cristo?
El primer paso que debe seguir una persona para ser una nueva criatura en Cristo es dejarse dirigir por él en todos los aspectos de su vida, ya que él como excelente alfarero te irá moldeando como a una vasija de barro, en la cual irá vertiendo el aceite que representa la unión del Espíritu Santo.
Una vez que el Espíritu Santo ha tocado tu vida y te ha llenado con su presencia, te va renovando y quitando todo lo que no proviene de la luz, es decir te aparta de la oscuridad, de las tinieblas. Ser una nueva criatura en Cristo es tener una nueva vida, distinta al resto del mundo, ya que eres apartado para vivir en Cristo Jesús y dejar morir los deseos carnales.
Este proceso es necesario para poder llegar a ser una nueva criatura en Cristo, porque nadie puede llegar a la luz sin haberse apartado de la oscuridad por completo. Ya tus pensamientos, sentimientos, alma y espíritu le pertenecen al Señor, quien es el dueño de tu vida.
De esta manera que para hacer que una vieja criatura se convierta a una nueva criatura tiene que darse primero el golpe que termine, ya que tiene que haber muerte y después vida.
Jesucristo es nuestra cabeza y representa a todos miembros. De la misma forma en la que Adán actuó por la simiente en él, así Cristo también ha actuado por la simiente en Él. Cristo tuvo que morir para darnos una nueva vida a nosotros y derrotar al mismo Satanás que hizo pecar a Adán y Eva.
Así que Jesucristo se presentó ante el tribunal, llevando nuestros pecados en la Cruz del Calvario y su muerte, que era el castigo del pecado, se cumplió en Él. Ciertamente cuando Jesucristo murió tuvieron que comprobar su muerte, clavándole en el costado una lanza, y de éste salió agua y sangre.
Era necesario hacer esto, ya que los enemigos no iban a permitir bajarlo de la Cruz al menos de que estuviera muerto. Luego de esto, fue puesto en el sepulcro, y en ese momento todos morimos en Él. Tal como lo señala la palabra:
“Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron; y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos” (2 Corintios 5:14-15)
En esta cita, somos nueva criatura dejando morir al viejo hombre, a lo terrenal, dejando atrás los deseos carnales, entregándonos al Señor y apartarnos de todo lo malo que nos ata a este mundo.
Jesucristo murió porque debía derrotar a Satanás con un golpe en la cabeza, porque esta muerte representaba la victoria, la cual fue reivindicada al tercer días tras la resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, donde rompió las ataduras de la muerte:
“Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él; sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya no muere; la muerte no se enseñorea más de él. Porque en cuanto murió, al pecado murió una vez por todas; mas en cuanto vive, para Dios vive. Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro”. (Romanos 6:8-11)
A través de la muerte de Cristo, la ley fue quebrantada, y ya no había ninguna reclamación en su contra porque el Cristo resucitado quedó totalmente exonerado.
De esta manera, somos hechos nuevas criaturas cuando creemos en Jesucristo, y entonces morimos espiritualmente y somos resurgidos otra vez. Así que nuestra fe aprisiona la muerte de Cristo, y de la misma manera tenemos la sentencia de muerte en nosotros mismos.
Es por eso que debemos morir en nosotros para poder nacer de nuevo en Cristo Jesús, donde las cosas viejas pasaron y todas son recreadas porque ahora vive Cristo en mí. Así que cuando nuestra mirada está puesta en Cristo, una espada traspasa nuestro pecado y quebranta nuestro corazón.
En este sentido, cuando creemos en Cristo recibimos del Señor un nuevo principio importante de carácter superior y celestial concurrente con la Deidad, donde la mano del Espíritu Santo comienza a morar en nosotros como una simiente bendita, viviente e íntegra, que permanece por siempre y para siempre, produciendo abundante de acuerdo con su género.
De esta forma que cuando creemos en el Cristo viviente, nuestra vida es transformada y por eso el Espíritu Santo mora en nosotros. Por lo cual somos templo y morada del Espíritu Santo, dándonos vida y vida en abundancia.
Por otro lado, cuando somos sepultados juntamente con Jesucristo para muerte mediante el bautismo. Así que como Cristo resucitó de los muertos por la Gloria del Padre, de la misma forma, debemos andar en sus caminos, adoptando una nueva vida.
En este orden de ideas, el bautismo es una ordenanza, y representa una declaración del entierro y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, y de la misma manera representa un emblema del proceso mediante el cual nos transformamos en nuevas criaturas en Cristo Jesús
Sin embargo, esta nueva vida se debe ver reflejada en su diario vivir, a través de sus acciones donde se comiencen a manifestar los dones del Espíritu Santo como la paciencia, mansedumbre, benignidad, amor, tolerancia, compasión, entre otros.
De esta manera, una vez que hemos nacido de nuevo, nuestra nueva vida se va a manifestar en todos los ámbitos de nuestra vida, en nuestro hogar, trabajo, casa de estudios, en nuestras relaciones, es decir, en todo momento y cualquier lugar. Así que ya las amistades del mundo no tienen parte con tu vida porque ya tienes otros intereses espirituales, donde Cristo ahora es el centro de tu vida, es tu dueño, quien dirige todos tus pasos.
Ya no estamos en las tinieblas sino que hemos sido llevados a la luz mediante Nuestro Señor Jesucristo, tal como lo expresa su palabra: “El pueblo que andaba en tinieblas ha visto gran luz; a los que habitaban en tierra de sombra de muerte, la luz ha resplandecido sobre ellos” (Isaías 9:2)
En este sentido, nosotros como hijos de Dios hemos obtenido una nueva vida en el momento en que recibimos a Jesucristo en nuestro corazón, en el instante en que nos arrepentimos de corazón y le exponemos a nuestro Señor, nuestras fallar e iniquidades.
Sin embargo cuando estamos transitando por los caminos de Cristo, seremos procesados y formador por el Señor, quien nos está preparando para llevar a cabo el propósito de Dios en la tierra.
Debemos comprender que este camino de luz, es el camino angosto y en muchos casos vamos a tener tropiezos porque el enemigo no quiere que salgamos de la oscuridad. Pero nuestra fortaleza proviene de Cristo, quien no nos dejará solos nunca porque somos sus hijos, sus escogidos.
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