Diferencias entre Adán y Jesucristo. Una comparación vital.
Para poder comprender la naturaleza de la condición pecaminosa de la humanidad, sea cristiana o no, y de la manera de resolver esa condición en la vida de cada quien, debemos comprender las diferencias entre Adán y Jesucristo.
Es un tema que deja mucho para la investigación y que produce una cultura de salvación cada cristiano que desee saber fielmente sobre esto. Recibamos esta bendición de Dios con este estudio:
La primera diferencia entre Adán y Jesucristo: El contraste entre sus naturalezas.
Adán fue creado por Dios, Cristo fue engendrado por el Espíritu Santo.
Dios creó a Adán del polvo de la tierra, como un ser viviente (Gen 2.7), y lo diferenció del resto de la creación porque lo creó conforme a las perfecciones comunicables de su imagen: bueno, justo y santo. Con la capacidad de vivir en comunión con su Creador y de comprender perfectamente lo que Dios demandaba de él, y más aún, con la capacidad de cumplir la voluntad de Dios.
Era una criatura creada, finita y temporal, con todas las características biológicas de la naturaleza humana de su creación.
Jesucristo no vino a la tierra por voluntad de varón alguna. Dios consumó la promesa hecha a su pueblo a través de los profetas, y a su tiempo, envió a su único, unigénito y eterno Hijo al socorro oportuno de su pueblo, el cual tomó forma de siervo (Fil 2.7) y se hizo semejante en todo a los hombres, tomando una verdadera naturaleza humana (1 Tim 3.16), con todas sus debilidades, excepto el pecado
Fue concebido por María, en el poder del Espíritu Santo (Por lo que no hereda el pecado de la raza humana), sin intervención de varón. También tomó un alma humana para ser un verdadero hombre, y fue hecho semejante en todo a sus hermanos, excepto en el pecado.
Él se despojó de su naturaleza divina en su tiempo en la tierra, con todos sus privilegios, para ser un verdadero ser humano, representante de la raza humana que venía a socorrer y a cumplir en esa verdadera naturaleza humana, lo que el hombre no podía cumplir, y que representaba la condenación de la raza humana ante Dios.
Adán fue natural, Jesucristo espiritual
Lo que heredamos de Adán fue un hombre natural, Una naturaleza que se ciñe a los lineamientos de la carnalidad. Esta naturaleza se deteriora y muere. De hecho, estamos llamados a romper con esta naturaleza que heredamos de Adán, pero para que se pueda manifestar lo espiritual, es necesario que se manifieste lo natural primero (1 Co 15.46).
En Cristo muere la naturaleza carnal vendida al pecado, para que podamos revestirnos del nuevo hombre que posee una naturaleza espiritual, Este nueva naturaleza espiritual es la restauración de la naturaleza con que originalmente fuimos creados:
En justicia y santidad de la verdad (Efe 4.24). Y mientras la antigua naturaleza se corrompe más cada vez, la nueva naturaleza espiritual se va renovando cada día a la imagen de Jesucristo. (Col. 3.9-10).
En esta parte de las diferencias entre Adán y Jesucristo, observamos que Adán solo poseía la naturaleza humana, Jesucristo era espiritual porque restaura la naturaleza original con la que fuimos creados, la naturaleza espiritual. Por eso la necesidad de que Adán fuese creado primero, para que la carrera por la salvación continuase en Jesucristo.
Adán fue terrenal, Jesucristo celestial
Adán es un alma viviente, porque fue formado de la tierra y recibió soplo de vida (Gen 2.7). En el juicio de Dios sobre Adán, el Señor recalca su naturaleza, diciéndole que obtendrá su sustento con esfuerzo, el que no se le exigía en el Edén, y que volvería a la tierra de la cual fue tomado ( Gen 3.19) El Señor le dijo "Polvo eres, y en polvo te convertirás".
El que es de la tierra, solo puede hablar, de acuerdo a su naturaleza, lo que conoce: cosas terrenales (Jn 3.31), porque no tiene la capacidad para hablar de las cosas celestiales. Es un cuerpo temporal, destinado a la destrucción (2 Co 5.1).
El segundo hombre, Jesucristo, viene del cielo (1 Co 15.47), desde antes de su nacimiento sería llamado Admirable Consejero, Dios fuerte, Padre Eterno y Príncipe de paz (Isa 9.6). El momento de su nacimiento fue anunciado por los ángeles (Luc 2.11).
Su enseñanza y ministerio se caracterizó por anunciar las cosas celestiales, porque provenía del cielo (Jn 3.12-13), y podía hablar de ellas, lo que no podía hacer el hombre natural (Jn 3.31), En su resurrección, subió por encima de los cielos, para llenarlo todo (Efe 4.9-11).
Esta otra parte de las diferencias de naturaleza entre Adán y Jesucristo, ésta es la que nos garantiza el ascenso a los cielos, ya sea cuando partamos, o cuando el venga, porque su ascenso lo hizo con el propósito de prepara lugar para nosotros en el cielo (Jn 14.2).
Así, la naturaleza de Jesucristo nos garantiza que es Dios actuando por nosotros para garantizarnos la vida eterna en su presencia.
La segunda diferencia entre Adán y Jesucristo: El contraste entre sus acciones.
Adán fue creado en una posición de honor, pero él no lo entendió así, ni reconoció su excelencia ni su lugar ante Dios. Comparemos la actuación de Adán con la de Jesucristo en cada caso.
Adán se sometió al pecado, Cristo se sometió a la obediencia
El salmista dice palabras duras a quien no entiende su posición delante de Dios (Sal 49.20), lo compara con las bestias. Adán se sometió al pecado por voluntad propia, él escogió ese camino, violando la voluntad de Dios(Gen 2.16) para hacer su propia voluntad. Así, se hizo rebelde delante de Dios y trató huir de su presencia para actuar en adelante bajo su propia naturaleza pecaminosa (Gen 3.10).
El Señor Jesucristo se sometió a la obediencia, dice el apóstol Pablo que no consideró ser igual a Dios para aferrarse de ellos, (Fil 2.5-8)sino que se despojó de su naturaleza, tomó forma de siervo y se hizo obediente hasta la muerte, honrando con su obediencia el mandato dado a Adán y que éste no pudo cumplir. Jesucristo v se hizo humano para satisfacer la demanda de Dios que requería de Adán obediencia personal, perfecta y permanente.
Adán presto oídos a las palabras del diablo, Cristo Obedeció a la Palabra de Dios.
El diablo cuestionó la palabra de Dios, en cuánto al mandamiento dado a Adán sobre no comer del árbol de la ciencia del bien y del mal, contradiciendo la palabra de Dios Gen 3.4). Sedujo a la mujer con sus mentiras (Gen 3.5) y ella convenció a Adán de ello, y así prestaron oídos a las mentiras del diablo (Gen 3.6).
El Señor Jesucristo, al comenzar su ministerio, también fue tentado por Satanás, cuando le instó a convertir piedras en pan, a tentar a Dios lanzándose del pináculo del templo y tergiversando la verdad de las Escrituras, y ofreciendo poder y gloria a cambio de que Jesucristo le adorase.
En todos los casos, Jesucristo rechazó la tentación del Diablo basado en la obediencia a la palabra de Dios, en las tres situaciones, contesto "Escrito está" haciendo alusión directa a las Escrituras (Mat 4.1-11). Es nuestro ejemplo para contestar a las tentaciones del diablo rechazándolo con autoridad y sabiduría.
Adán transgredió el mandamiento de Dios, Cristo vino para cumplir la ley de Dios.
Dios se ha relacionado con la humanidad en forma de pactos, el primero de ellos se encuentra en Gen 2.16-17: Los pactantes: Dios y Adán, el pacto: cumplir la voluntad de Dios, no comerás del árbol; los beneficios: de cumplir la voluntad de Dios, la vida eterna, de no cumplirlo, la muerte. Adán comió del árbol, es decir, transgredió la condición o ley del pacto, él transgredió el mandamiento de Dios.
Este acto fue resultado de la instigación del diablo que despertó la rebeldía e Adán y el orgullo de no conformarse con las perfecciones naturales con que Dios le había creado, y quiso ser como Dios.
Jesucristo vino para cumplir ese pacto de obediencia, haciéndose obediente ante Dios de manera personal, perfecta y permanente, Obediencia que llevó hasta el momento de su muerte, en los tormentos de la crucifixión.
Por tanto, Jesucristo cumplió la demanda del pacto y se mantuvo fiel a Dios en toda su persona, como ejemplo de humildad y sumisión al Padre que debemos tener como norma de nuestra actuación ante Dios.
Adán se separó de Dios, Cristo se hizo uno con el Padre.
El relato de Gen 3.7 nos muestra un proceso de cómo fue alojándose el hombre de Dios: Luego de transgredir el mandato de Dios, dice el relato que sus ojos fueron abiertos, es decir, tenían una nueva concepción de ellos mismos y el mundo que les rodeaba. Se dieron cuenta que estaban desnudos adquirieron conciencia de su estado pecaminosa y se sentían expuestos en su vergüenza ante toda la creación.
Al sentirse desnudos, avergonzados y expuestos, intentaron cubrir su desnudez con hojas de higuera.
Todo intento de cubrir nuestra desnudez ante Dios es tonto. Necesitamos ser confrontados con Dios en su presencia y clamar el perdón en Jesucristo que es la provisión de nuestro pecado, y no huir avergonzados ante él, porque eso no resuelve nuestro problema.
El Señor Jesucristo vino para vivir en comunión con el Padre. Era notoria la vida de oración de Jesús, quien oraba de noche y de mañana buscando lugares apropiados para ejercer su comunión con el Padre. El oraba también cuando había de tomar una decision importante, como cuando fue a escoger los apóstoles, y oró en Getsemaní, momentos antes de empezar su calvario hasta la Cruz.
Pero no solo se unía al Padre en oración, sino que sostenía de él en la misión que vivo a cumplir de parte del Padre en la tierra. Siempre manifestó dependencia en unión al Padre. De aquí que aprendamos que aún en las mas terribles circunstancias, no debemos soltar la mano de nuestro Padre Celestial que nos sostiene, pues él sabe qué es lo mejor para nosotros.
Adán pervirtió toda su naturaleza. Cristo fue santo en toda su manera de vivir.
Adán corrompió su naturaleza buena en la que fue creado, y perdió los excelentes dones que había recibido de Dios. Perdió el entendimiento y la capacidad de comprender y convenir en todo con la voluntad de Dios. Se hizo impío, perverso y corrompido en todos sus caminos, su corazón se volvió pecaminoso, cuando antes era consagrado a Dios.
Su libertad para servir a Dios se trastocó en la esclavitud del pecado, de la cual nadie puede salir sino con la ayuda del Espíritu Santo.
Jesucristo fue santo en toda su manera de vivir. Fue concebido en María por el Espíritu Santo, sin intervención de la naturaleza humana corrompida (Mat 1.18). Fue reconocido aun por los demonios como el Santo de Dios (Mr 1.24). Ejerció su ministerio en la tierra en santidad (Heb 7.26). Llamó a su pueblo con llamamiento santo (1 Ped 1.15-16).
Y desde el cielo, todos los seres celestiales le alaban en su santidad (Apo 4.8).
Esta santidad de Jesús nos garantiza que somos apartados para Dios, y nos llama vivir con llamamiento santo, como quien vive para agradar a Dios y no a la corriente de este mundo corrompido. Veamos ahora otra de las diferencias entre Adán y Jesucristo.
La tercera diferencia entre Adán y Jesucristo: El contraste entre las consecuencias de sus acciones.
Adán trajo muerte, Jesucristo trae vida.
En Romanos 5.12 se nos explica claramente que por un pecado entró la muerte, y pasço a todos los hombres, por cuanto todos somos pecadores. Vamos a analizarlo de esta manera:
Adán acarreó las consecuencias de su transgresión: se hizo culpable de la muerte física y espiritual que Dios había advertido como consecuencia de la desobediencia del pacto (Gen 2.16-17). Hablamos de muerte en términos de separación: la muerte física es la separación del cuerpo con el alma. Dios había unido al polvo de la tierra con el aliento de vida para formar un alma viviente en Adán, ahora retira el aliento de vida y el cuerpo vuelve al polvo.
Pero Dios creó a Adán con su unión a él. Es decir Adán también murió espiritual porque perdió el privilegio de estar unido a Dios eternamente en su presencia, que era el beneficio del pacto. Entonces, todos nacemos vivos físicamente, pero muertos espiritualmente, porque nacemos separados de Dios. Es decir, que todos morimos físicamente, y el que muere sin Jesucristo, muere espiritualmente, y por tanto, eternamente.
Jesucristo, al traer la reconciliación con el Padre, restaura la vida eterna en nosotros, los creyentes. El apóstol Pablo nos dice que fuimos rescatados por la gracia de Dios en Jesucristo del estado de muerte eterna en que vivíamos. El Señor Jesucristo dice que el que cree en él, tiene vida eterna (Jn 6.47). No dice tendrá en el futuro vida eterna. Dice "tiene vida eterna".
Una vida que viene al momento de creer en la obra de Jesucristo por nosotros, recordemos que la muerte es separación y la vida es la unión, así, disfrutamos de vida eterna porque Dios se reconcilia y vuelve a tener comunión con nosotros por medio de Jesucristo. Entonces una pregunta es lógica: si Jesucristo trajo la vida eterna al creyente, ¿Porqué morimos todavía?
Porque nuestra muerte ya no es un castigo por el pecado, sino la liberación de este cuerpo de muerte y el primer paso hacia la vida eterna. El decreto de que muramos es inmutable, porque proviene de la inmutabilidad de Dios, pero nuestra muerte se vuelve una bendición en nosotros por la misericordia de Dios, que nos traslada a su presencia para ser consolados allí hasta que el reino se consuma y recibamos cuerpos glorificados, ya diseñados para no ver el dolor, el pecado ni la muerte.
Adán trajo juicio, Jesucristo trae justificación
La Biblia dice que el juicio para condenación vino a causa de un solo pecado (Rom 5.16), fue ese pecado de Adán y Eva que heredamos todos los humanos. Estamos juzgados y destituidos de la presencia de Dios (Rom 3.23), por cuanto rodos hemos pecado. Por causa de la desobediencia de Adán todos fuimos constituidos pecadores (Rom 5.18).
Así, todos pecamos en Adán, y podíamos alegar que fue Adán quien pecó, ¿Porqué debo acarrear con las consecuencias del pecado de otro?
No podemos ver el drama del Edén desde lejos. Recordemos que toda la raza humana era Adán y Eva, y estábamos todos representados en Adán y Eva, sí, que pudo haber sido Adán y Eva, o pudo haber sido cualquiera de nosotros en cualquier momento. No tenemos excusas. Somos justamente condenados en Adán.
Pero Jesucristo, trajo la justificación de cada uno de nosotros, con su justicia. Él cumplió perfectamente la ley, imputándonos esa justicia necesaria para estar en la presencia del Padre. El tomó nuestra naturaleza en la cual se cometió la desobediencia, a fin de satisfacer en ella y llevar el castigo de los pecados por medio de su pasión y muerte.
Lo que merecíamos nosotros, él lo vivió para que nosotros pudiésemos ser justos delante del Padre, el Padre nos halla justos por la obra de Jesucristo en favor de nosotros, si la abrazamos como propia con verdadera fe. Solo así podemos obtener la inmortalidad y la vida eterna.
Adán trajo corrupción, Cristo trae regeneración
Adán se corrompió, y heredamos la corrupción de la naturaleza humana. El hombre natural se encuentra muerto en delitos y pecados, siguiendo la corriente de este mundo, contraria a la voluntad de Dios, dejándose gobernar en su voluntad por el príncipe de la potestad de las tinieblas.
Su corazón de contínuo tiende al mal. Podíamos comparar la naturaleza corrupta del hombre al hecho de colocar frente a un león un plato de carnes y un plato de vegetales. Todos sabemos que irá por la carne, así como el hombre va a tender a hacer el mal. Su naturaleza se corrompió y actúa así naturalmente.
La obra de Jesucristo empieza en el creyente al momento de creer, cuando el Espíritu Santo viene a morar con el creyente. La Palabra de Dios empieza a influir en él, le hace un hombre nuevo, le hace vivir una vida nueva, y le libera de la esclavitud del pecado.
Así, nuestra fe no es vacía y sin objetivo. Es "la fe que obra por el amor", que nos hace diligentes en todas las buenas obras de santificación que Dios tiene preparadas para nosotros. Romanos 6.2 dice que fuimos libertados de la esclavitud del pecado y hecho siervos de nuestro Señor Jesucristo, que tenemos como objetivo en la tierra la santificación a través de la regeneración, y como fin, la vida eterna.
Amados, las diferencia entre Adán y Cristo son necesarias para comprender nuestra nueva humanidad en Jesucristo, asumir la salvación que se nos da en ambas actuaciones y vivir y una vida conforme a nuestro Señor, Amén.
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