El fuego encendido del Espíritu Santo
El Fuego Encendido del Espíritu Santo, es la unción que todo creyente recibe cuando busca al Señor con toda su alma y corazón. Pero cualquier cristiano puede obtener esta bendición si su fe no ha decaído y si ha mantenido su comunión con Dios.
El fuego encendido del Espíritu Santo
En la actualidad estamos viviendo el tiempo de restauración de todas las cosas, donde el evangelio se está dando a conocer en todas las naciones del mundo. Por lo cual el fuego encendido del Espíritu Santo igualmente será restaurado, edificando a cada persona, a cada nación y en cada iglesia.
A través de la historia podemos observar cómo el Señor repartió el fuego del Espíritu Santo a algunos de sus siervos; pero el Señor ha revelado que en estos últimos días Jesucristo derramará el fuego del Espíritu Santo, sobre muchos de los creyentes y esto será un real avivamiento y un hecho jamás ocurrido.
Cuando se habla del fuego del Espíritu Santo, no se hace referencia a un poder especial que recibiremos, aparte del Espíritu de Dios, sino que significa que tendremos una mayor llenura del Espíritu Santo.
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Encender el fuego del Espíritu Santo hace referencia al crecimiento espiritual y por eso necesitamos ser llenos cada día de este fuego para poder obtener las bendiciones que Dios tiene para cada uno de sus hijos.
Cuándo se enciende el Fuego del Espíritu Santo – 5 factores importantes
El fuego encendido del Espíritu Santo se derrama sobre los creyentes que lo buscan con toda su alma y corazón, y se puede manifestar además de forma sorprendente en las iglesias y en las naciones donde se alaba y adora al Señor. Existen diferentes factores que logran encender este fuego, tales como:
1.- El arrepentimiento
Antes de poder recibir el fuego encendido del Espíritu Santo en nuestra vida debemos limpiarnos y arrepentirnos de corazón de todos nuestros pecados. Para ello debemos aceptar nuestros errores y pedirle a Dios que nos purifique y que nos haga ser nuevas criaturas en Cristo Jesús.
“¿Y quién podrá soportar el tiempo de su venida? ¿o quién podrá estar en pie cuando él se manifieste? Porque él es como fuego purificador, y como jabón de lavadores. Y se sentará para afinar y limpiar la plata; porque limpiará a los hijos de Leví, los afinará como a oro y como a plata, y traerán a Jehová ofrenda en justicia” (Malaquías 3: 2-3)
En esta cita podemos notar que Malaquías declara está declarando que Jesucristo es como un fuego purificador y que limpiará la plata, ya que limpiará a los hijos de Leví, que se refiere a los sacerdotes, donde a partir del nuevo pacto son los creyentes del Señor.
En este sentido, no podemos pedir sin antes estar limpios delante de la presencia de Dios. No podemos acercarnos a Dios con vestiduras sucias y manchadas, ya que para activar el poder y avivar la llama del Espíritu Santo, necesitamos dejar atrás nuestra vida pasada y revestirnos del nuevo hombre.
Dejar morir al mundo y vivir para Cristo. Redimirnos no significa que seremos perfectos y que no cometeremos pecados, por el contrario seremos siempre tentados por el enemigo a pecar.
Sin embargo como hijos de Dios debemos arrepentirnos todos los días por nuestras fallas, aún por los pecados ocultos. De esta forma el fuego encendido del Espíritu Santo descenderá sobre nosotros y se manifestará en nuestra vida de forma sobrenatural.
Jesucristo limpia a cada uno de sus hijos y para hacerlo primeramente los conduce por el desierto espiritual, y le permite pasar por el fuego de diferentes pruebas, dolor, momentos difíciles, para así purificarlos. Por esta razón es que la Biblia dice lo siguiente:
“Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios; y si primero comienza por nosotros, ¿cuál será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio de Dios?” (1 Pedro 4:17)
Esta cita nos exhorta a que debemos estar limpios para el juicio de Dios y obedecer su palabra, haciendo su voluntad. Limpiarnos implica renovar nuestra vida por completo y diariamente. De nada vale limpiarnos y luego contaminarnos de nuevo.
Jesucristo nos limpia de todo pecado y nos purifica, va sacando todo lo malo, lo que nos ata a este mundo, los deseos carnales, nuestras debilidades, entre otros. Finalmente busca que seamos la imagen y reflejo de Jesucristo, que seamos igual a él y que nuestro corazón esté listo y dispuesto a recibir el fuego encendido del Espíritu Santo.
En la biblia podemos encontrar como diferentes personajes bíblicos fueron purificados por el Señor. Tal es el caso de Isaías, quien vio al Señor y se percató de sus pecados y Dios lo purificó con un carbón encendido que tomó del altar. Esto se presencia en el siguiente pasaje:
“Entonces dije: !!Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos. Y voló hacia mí uno de los serafines, teniendo en su mano un carbón encendido, tomado del altar con unas tenazas; y tocando con él sobre mi boca, dijo: He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado” (Isaías 6: 5-7)
De esta manera cualquier creyente puede y debe ser limpiado y purificado por el Señor para así poder recibir el fuego encendido del Espíritu Santo y ser reconocido como un hijo de Dios.
Por otro lado, debemos considerar que, Malaquías se refería al Señor como fuego purificador, que además santifica. Pero existe una diferencia entre el fuego consumidor que destruye a los pecadores, y el fuego que purifica a los hijos de Dios. Al respecto la palabra nos advierte lo siguiente:
“Entiende, pues, hoy, que es Jehová tu Dios el que pasa delante de ti como fuego consumidor, que los destruirá y humillará delante de ti; y tú los echarás, y los destruirás en seguida, como Jehová te ha dicho” (Deuteronomio 9:3)
De esta manera el fuego encendido del Espíritu Santo redimirá a los hijos de Dios y les derramará todo el poder, mientras que a los desobedientes y pecadores este fuego los consumirá. Por esta razón es importante arrepentirse y purificarse cada día.
2.- La oración
El fuego encendido del Espíritu Santo se hace presente en la vida de los creyentes por medio de la oración. En la biblia Elías oró y el fuego cayó, tal como se puede presenciar en la palabra:
“Respóndeme, Jehová, respóndeme, para que conozca este pueblo que tú, oh Jehová, eres el Dios, y que tú vuelves a ti el corazón de ellos. Entonces cayó fuego de Jehová, y consumió el holocausto, la leña, las piedras y el polvo, y aun lamió el agua que estaba en la zanja” (1 Reyes 18:37-38).
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En esta cita Dios nos enseña que para encender el fuego del Espíritu Santo debemos entregarnos a él de corazón y darle toda la gloria y toda la honra. Si no oramos, ni buscamos su rostro, no recibiremos la unción maravillosa que él tiene para cada uno de sus hijos.
3.- Buscar al Señor
Para recibir el fuego encendido del Espíritu Santo debemos buscarlo cada día, al levantarnos y al acostarnos, tal como lo dice la palabra: “Y conoceremos, y proseguiremos en conocer a Jehová; como el alba está dispuesta su salida, y vendrá a nosotros como la lluvia, como la lluvia tardía y temprana a la tierra” (Os 6:3).
En este sentido, el fuego del Señor se derramará sobre la vida de cada uno de nosotros si lo buscamos en todo momento, si velamos, oramos, leemos la palabra y estamos preparados para la buena batalla, la cual es netamente espiritual y no carnal.
Pero esta batalla no la libramos nosotros por nuestra propia fuerza, sino es a través de su Espíritu Divino, de ese fuego que se derrama cada vez que su presencia inunda nuestro entorno, nuestra vida, activando su poder y manifestándolo a través de prodigios, milagros, y sucesos maravillosos que serán revelados en la medida en que lo glorifiquemos y exaltemos.
Buscar al Señor implica un compromiso, una entrega. Es una disciplina que cada creyente debe adoptar si de verdad quiere recibir ese fuego encendido en su vida y manifestarlo en cada ministerio que esté al servicio del Señor.
Un ministerio debe estar lleno de ese fuego encendido del Espíritu Santo para que pueda ser efectivo y para que se pueda activar su poder, salvando almas perdidas, sanando al enfermo, dando consuelo al afligido, liberando al oprimido, entre muchas otras manifestaciones.
De esta manera, la lluvia del Espíritu desciende sobre los creyentes si buscamos de corazón al Señor. Así que en la medida en que más lo conocemos, más llenos del Espíritu estamos. En los últimos tiempos, Dios ha prometido derramar su Santo Espíritu, el cual caerá como lluvia.
Es tiempo de avivar el fuego del Espíritu Santo
En la actualidad podemos observar que las señales bíblicas que anuncian la segunda venida del Señor, han comenzado a manifestarse. Por lo cual el fin del mundo se acerca y debemos avivar el fuego del Espíritu Santo en nuestra vida y redimirnos ante la presencia del Supremo, tal como nos demanda la palabra: “Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca” (Lucas 21:28).
En esta cita podemos apreciar que en el momento en que se manifiesten las señales, debemos estar preparados y redimirnos delante del Señor, arrepentirnos y purificarnos cada día. De igual forma debemos prepararnos para el encuentro con el Señor, donde seremos arrebatados y nuestros cuerpos serán glorificados.
En los días finales Dios revela que ha llegado el fin del mundo, y es el momento previo a la segunda venida de Nuestro Señor Jesucristo a este mundo. En ese momento los hijos serán arrebatados pero el resto de la humanidad tendrá que pasar por el momento de la Gran Tribulación, en la cual se presentarán sucesos muy lamentables y catastróficos.
Por esta razón la iglesia, que es el pueblo de Cristo debe despertar y profetizar estos hechos para alertar a la humanidad, y que puedan arrepentirse y aceptar al Señor como su único y verdadero salvador. Esta profecía la podemos observar en el libro de Mateo 25:12-13:
“Mas él, respondiendo, dijo: De cierto os digo, que no os conozco. Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora en que el Hijo del Hombre ha de venir”
Esta cita nos exhorta a estar preparadas para su venida porque no sabemos el momento exacto en el que vendrá. Así que tenemos que velar y estar apercibidos porque el enemigo nos quiere desviar y apartar del Señor.
De esta manera, como creyentes debemos levantarnos y ser intercesores y crear grupos de oración para romper las cadenas que nos atan a este mundo, y buscar más la parte espiritual, buscar avivar el fuego que nos da el Espíritu Santo.
Jesucristo no quiere que ningún alma se pierda, sino que tenga vida eterna, y para ello, nosotros como hijos de Dios tenemos la misión de hacerles llegar el evangelio a todas las naciones, llevándoles el mensaje de salvación y trayendo sobre todos la convicción de pecados y arrepentimiento.
También es importante revelar las profecías para alertar al pueblo a que se levante y despierte para pelear la buena batalla. Dándole al Señor la cosecha final antes de su segunda venida y del arrebatamiento de sus hijos.
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Muy buenos consejos. Dios les bendiga grandemente.