El yelmo de la salvación - Cómo nos protege del enemigo

El yelmo de la salvación aparece en la palabra de Dios como parte de la armadura que debemos tener cada día cuando enfrentemos batallas difíciles de llevar, porque esta armadura nos va a permitir protegernos del maligno y estar seguros de que nada nos pasará mientras estemos bajo su resguardo. En el libro de Efesios podemos ver de qué manera esta armadura nos protege:

“Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios” (Efesios 6:11-17)

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En este pasaje se nos describe cómo es la armadura de Dios la cual es usada para protegernos espiritualmente porque nuestra lucha no es carnal sino espiritual y es algo que debemos tener presente antes de caer en contiendas con las personas que son usadas por el enemigo.

En este orden de ideas, esta armadura nos protege de la cabeza a los pies y es fundamental conocerla para tener la protección y el resguardo que necesitamos en estos caminos en Cristo, porque ciertamente seremos atacados por el enemigo, quien quiere desviarnos del propósito que Dios tiene en nuestra vida y quiere destruir la obra de Dios aquí en la tierra.

Índice De Contenidos

    El yelmo de la salvación – En qué consiste

    Para entender lo que significa el yelmo de la salvación tenemos que tener claro lo que es el yelmo dentro de la armadura de un soldado. Este resguarda la cabeza hablando físicamente.

    Pero en el plano espiritual el yelmo representa la cobertura espiritual, lo que protege nuestra mente. Así que cuando somos nacidos de nuevo en Cristo Jesús debemos proteger nuestra mente de pensamientos negativos, de odio, de culpa que puedan enturbiar nuestro corazón.

    Si somos hijos de Dios y hemos aceptado a su hijo como nuestro Señor y hemos recibido el Espíritu Santo, nuestra mente le pertenece a él. Sin embargo, vivimos en un mundo lleno de tentaciones y de maldad, en la cual nuestra mente en constantemente atacada mediante imágenes, películas, redes sociales donde somos bombardeados con noticias de muerte y de caos, entre muchas cosas más.

    Por esta razón como hijos de Dios debemos apartarnos del mundo, hacer morir nuestra carne y nacer de nuevo, limpiando toda contaminación y dejando atrás nuestros propios deseos carnales. Lo cual es un proceso, en el cual el Espíritu Santo comienza a obrar, llevándonos a toda verdad.

    ¿De qué nos protege el Yelmo?

    Como se mencionó anteriormente, el yelmo forma parte de toda una armadura, y éste nos cubre toda la cabeza, dejando solo libre los ojos y la boca. Por lo cual, el yelmo nos protege la cabeza donde nacen las ideas y pensamientos, los cuales a su vez generan una acción determinada.

    El yelmo de la salvación
    El yelmo de la salvación

    En nuestra mente residen pensamientos, ideas que surgen antes de llevar a cabo una acción, así que lo que pensamos luego realizamos. Por lo cual la cabeza representa una parte importante del cuerpo, porque da lugar a nuestras acciones y puede afectar a los demás miembros del cuerpo.

    En el plano espiritual, la palabra de Dios nos habla de que Cristo es la cabeza de la iglesia y que sus hijos constituyen miembros que realizan o hacen manifiesto la obra del Señor. Es decir, en la cabeza se genera el propósito y luego mediante los miembros se lleva a cabo, se concretiza, se ejecuta.

    Por esta razón  como hijos de Dios que conforman el cuerpo de Cristo tenemos que cuidar nuestra cabeza con el yelmo de la salvación porque debemos controlar lo que entra en nuestra mente, manteniéndonos apartados de todo lo que perturba el propósito de Dios en nuestra vida.

    Al respecto la palabra nos exhorta de la siguiente manera:  “destruyendo consejos, y toda altura que se levanta contra la ciencia de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia del Cristo” (Colosenses 1: 27)

    De esta manera, como creyentes debemos sujetarnos a la obediencia de la palabra, no dejar puertas abiertas por las cueles el enemigo pueda entrar. Así que debemos cuidarnos de lo que vemos, oímos, hablamos y sentimos porque en el momento en que hemos sido llamados con un propósito en Cristo, seremos de la misma forma atacados y perseguidos porque el enemigo no descansa y quiere destruir el plan divino de Dios en tu vida.

    Tenemos que tener claros que estamos en una lucha espiritual constante que solo terminará en la batalla final cuando Cristo venga a buscar a su iglesia. No podemos subestimar al enemigo y andas descubiertos sin la armadura poderosa de Dios, tal como lo señala la biblia:

    “Pero nosotros, que somos del día, seamos sobrios, habiéndonos vestido con la coraza de fe y de amor, y con la esperanza de salvación como yelmo” (1 Tesalonicenses 5:8)

    De esta manera que cuando tenemos esperanza en la salvación en Cristo, estamos sobre la roca y tenemos nuestro fundamento bien establecido en nuestra mente, alma y espíritu, estamos protegidos y resguardados del enemigo.

    ¿Cómo nos ponemos el yelmo de la salvación?

    El yelmo de la salvación nos permite proteger nuestra identidad como hijos de Dios, tener la certeza de que una vez que hemos recibió, aceptado y amado a Cristo como Nuestro único y verdadero Señor, somos salvos, limpios, purificados y renovados. Para ponernos este yelmo de salvación debemos:

    1-. Meditar en las promesas de Dios

     La palabra de Dios nos revela que somos salvos por fe, y ésta viene de escuchar la palabra y leer las promesas que nos entregó, así que ya él nos ha dado nuestra provisión  que pueden sustentar cualquier crisis, problemas, enfermedad por la cual estamos pasando.

     Por eso es importante meditar en las promesas que Dios nos ha dado y que se manifestarán en tu vida conforme a tu fe y al propósito que Dios tiene en tu vida.

    2-. Estar firmes en la fe

    Una mente sana, limpia y llena de la palabra de Dios alimenta al corazón y lo llena de fe. Así que cuando internalizamos esas promesas que el Señor tiene para cada uno de sus hijos, nuestra fe y esperanza crece en nuestro corazón.

    En este sentido, para ponernos el yelmo de la salvación tenemos que activar nuestra fe, fortalecernos en el Señor, teniendo la certeza de su poder y misericordia. Así que por fe me pongo la armadura de Cristo y me coloco el yelmo en su nombre.

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    3-. Cuidar nuestras acciones

    No se trata solamente de cuidar nuestra mente, se trata de frenar las malas acciones y de refrenar actitudes que no edifican en nuestra vida y en la vida de los demás, ya que somos testimonio viviente de lo que el Señor ha hecho en nosotros.

    Somos la luz que viene a alumbrar las tinieblas, proclamando las buenas nuevas de salvación, llevando esperanza en medio de tanta indolencia, injusticia y maldad. Tal como lo severa la palabra: “a los cuales quiso Dios hacer notorias las riquezas de la gloria de este misterio en los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria” (Colosenses 1:27)

    Esto nos indica que tenemos una esperanza latente en Cristo Jesús y esto se revela en su poder aquí en la tierra, donde damos a conocer que en Cristo Jesús tenemos el resguardo necesario para que nada afecte nuestra vida espiritual y por ende nuestra salvación.

    Ésta la es dada por gracia y no por obras, tal como se establece en el siguiente pasaje: "Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe" (Efesios 2:8-9)

    Esto nos quiere decir que la salvación no se obtiene por nuestra propia fuerza, por nuestras acciones y obras, sino que es un regalo atribuido por la gracia de Dios, y nosotros la recibimos con fe en nuestro corazón.

    De esta manera que el yelmo de la salvación se nos es dado para poder testificar buenas nuevas de Cristo, el evangelio lleno de amor, esperanza, milagros, maravillas y prodigios. Así que estamos llamados a proclamar el evangelio, llevando puesto el yelmo que nos protege de cualquier ataque del enemigo.

    ¿Qué relación tiene un yelmo con la salvación?

    El yelmo es un casco que protege nuestra cabeza y los soldados lo usan para evitar golpes dañinos y mortales. En el plano espiritual, el yelmo de la salvación nos proporciona esperanza y protege la mente de cualquier cosa que pueda desorientar y destruir a un cristiano, tales como el engaño o desánimo.

    De esta forma, la salvación es la esperanza de todo hijo de Dios, quien tiene la convicción por fe de que pronto podrá estar ver al Señor Jesucristo. Esta esperanza viene dada si cuidamos nuestros pensamientos y nos mantenemos firmes sobre la roca que es Cristo porque para alcanzar la salvación tenemos que tener la mente puesta en él y sujetar nuestros pensamientos a la obediencia. Considerando siempre la palabra y atesorarla en nuestro corazón, de esta forma la biblia nos exhorta de la siguiente manera:

    “seamos sobrios, habiéndonos vestido con la coraza de fe y de amor, y con la esperanza de salvación como yelmo. Porque no nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo”. (Tesalonicenses 5:8-9)

    Cuando este pasaje nos dice que seamos sobrios se refiere a estar mentalmente estables, conscientes, con la convicción de nuestra identidad como hijos de Dios, con la certeza de que en Cristo Jesús somos salvos porque tenemos el yelmo que nos protege.

    En este sentido en el libro de los Hebreos se compara la esperanza con un ancla que nos proporciona la estabilidad necesaria y nos da además la resistencia en medio de la tormenta, tal como se señala en la palabra:

    “Por lo cual, queriendo Dios mostrar más abundantemente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su consejo, interpuso juramento; para que por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un fortísimo consuelo los que hemos acudido para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros. La cual tenemos como segura y firme ancla del alma, y que penetra hasta dentro del velo” (Hebreos 6:17-19).

    Aquí se hace alusión a la esperanza como algo latente, algo que no puede desintegrarse ni ser profanado o contaminado, y esto debemos tenerlo muy presente en nuestra vida como cristianos. De igual forma, la biblia hace énfasis en lo siguiente:

    “Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros” (1 Pedro 1:3-4).

    La resurrección de Cristo es nuestra resurrección también, ya que hemos resucitado a una nueva vida, donde ha muerto el viejo hombre para dar comienzo a un nacimiento en el Espíritu.

    El yelmo de la salvación protege nuestra visión

    El yelmo de la salvación no solo protege nuestra cabeza, también protege lo que vemos. Esta armadura era usada en los soldados para protegerle los ojos, pero sin quitarle la visión al objetivo que tenía que enfrentar.

    De igual manera, la visión espiritual le permite al cristiano fijar sus ojos en el objetivo, avanzando siempre hacia adelante sin ninguna distracción, tal como lo señala la palabra:

    “Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios” (Hebreos 12:1-2).

    De esta manera, nuestros ojos deben estar puestos en las cosas que nos acercan a Cristo, leer la palabra nos permite tener una estrecha relación porque se nos es revelada la verdad y a través de ésta nos estamos colocando el yelmo de la salvación porque una vez que sabemos nuestra posición, sabemos que en Dios, estamos seguros y esto nos da paz.

    En este sentido, el apóstol Pablo nos dio el ejemplo de permanecer firmes, teniendo los ojos enfocados en la meta en todo momento, y exhortó a los hermanos de la iglesia de Filipos para que hicieran lo mismo, tal como se puede apreciar en la palabra:

     “No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. Así que, todos los que somos perfectos, esto mismo sintamos” (Filipenses 3:12-15).

    En este orden de ideas, el yelmo de la salvación cuando está bien puesto, nos permite concentrarnos en la meta de la salvación, siguiendo el ejemplo de Cristo para poder lograr el propósito que Dios tiene para nuestra vida.

    Así que tenemos la esperanza de salvación latente en nuestro corazón y esto nos define como hijos de Dios, porque sabemos quiénes somos en Cristo y cuál es nuestro llamado.

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