Formación espiritual a la luz de la palabra de Dios

La formación espiritual es clave para poder mantenernos firmes en la sana doctrina que establece la palabra de Dios en la cual encontramos la verdad y conocemos a Nuestro Señor, conocemos sus promesas, sus pactos, sus misericordias.

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Por esta razón como hijos de Dios debemos procurar crecer en la vida espiritual para que esa formación se vea manifiesta en nuestra vida personal. Tenemos una misión en este mundo y hemos sido llamados con un propósito determinado, pero debemos ser diligentes en nuestros pasos y esforzarnos para llevar a cabo la obra de Dios aquí en la tierra.

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    La formación espiritual como hijos de Dios

    En la Biblia se indica un solo camino para poder crecer espiritualmente, y este camino es Cristo, quien es nuestra luz en medio de la oscuridad. Por lo cual para hallar una formación espiritual como hijos de Dios, debemos centrarnos solamente en la relación con nuestro Señor y en su santa palabra.

    De esta forma el evangelio es la base para nuestro crecimiento espiritual, ya que nos proporciona el fundamento principal dentro de la sana doctrina. Así que debemos estar fundamentados en la roca y edificar nuestra casa sobre ella, tal como lo enseña la biblia en el siguiente pasaje:

    “Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca. Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena; y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina” (Mateo 7:24-27)

    En este sentido, si estamos firmes sobre la roca que es Cristo entonces nos estaremos formando espiritualmente, ya que cuando tenemos nuestros fundamentos bien establecidos, nadie nos podrá confundir ni engañar, y este fundamento es nuestra piedra angular que sostiene nuestra estructura:

    “Este Jesús es la piedra desechada por vosotros los constructores, pero que ha venido a ser la piedra angular” (Hechos 4:11)

    Sin embargo, para poder estar bien fundamentados, debemos reconocer nuestra debilidad y nuestra condición natural, ya que estamos propensos a pecar. El arrepentimiento nos va a llevar al camino de la salvación en el cual seremos procesados, moldeados y edificados.

    El evangelio nos revela nuestra salvación, la cual es adquirida por gracia, es un regalo no merecido, es un tesoro que debemos cuidar y no permitir que el enemiga tengo acceso a nuestra vida. Pare ello debemos cerrarle las puertas al mal y apartarnos de todo lo que nos aleja de Dios.

    De esta forma debemos saber que para alcanzar nuestra formación espiritual, debemos dejar el mundo y comenzar una nueva vida en Cristo Jesús, ya que si no nacemos de nuevo, no podremos ver al Señor. Es decir, debemos nacer de nuevo, tal como lo revela la palabra:

    “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo” (Juan 3:3-7)

    En este mismo orden de ideas, debemos resaltar que nuestra formación espiritual se trata de conocer los pactos establecidos por Dios en su palabra, y para ello debemos escudriñar las Santas Escrituras para que  nuestros ojos sean abiertos y nuestras decisiones estén sujetas a la voluntad perfecta de Dios.

    Cada uno de los pactos, nos muestra la misericordia de Dios, la cual es para siempre. El pacto divino de Nuestro Señor Jesucristo nos revela su amor infinito, su compasión y justicia.

    A través de este pacto, el Señor ha determinado perdonar todos nuestros pecados y no acordarse más de ellos. Esto lo estable la palabra en el siguiente pasaje: “Yo soy el que por amor a mí mismo borra tus transgresiones y no se acuerda más de tus pecados” (Isaías 43:25)

    De esta forma Jesucristo intercede ante el Padre por cada uno de nuestros pecados y nos justifica, quitando todo lo que nos aleja de su presencia. Pero esto se lleva a cabo mediante un genuino arrepentimiento, el cual debe ser confesado:

    “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para que nos perdone nuestros pecados, y nos limpie de toda maldad” (1 Juan 1:9)

    En este orden de ideas, de acuerdo a la biblia, la verdadera formación espiritual se consolida mediante una estrecha relación con Jesucristo. Sin embargo, el evangelio no es sólo importante para comenzar los caminos en Cristo, sino que se debe pasar por un proceso en el cual los hijos de Dios son procesados, moldeados y transformados por medio del Espíritu Santo.

    Conoce al Espíritu Santo

    Cuando aceptamos al Señor Jesucristo como nuestro único y verdadero Dios y nos arrepentimos de todos nuestros pecados, el Espíritu Santo comienza a morar en nosotros, y es aquí donde comienza nuestra formación espiritual como hijos de Dios.

    Al respecto la Biblia nos muestra que cuando una persona se arrepiente del pecado y cree firmemente en el Evangelio, el Espíritu Santo los encamina a toda la verdad:

    “Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir” (Juan 16:13)

    En este sentido, el Nuevo Testamento hace referencia al nuevo nacimiento en Cristo Jesús, ya que su palabra nos enseña a que se debe nacer del espíritu para recibir la salvación.

    Este nuevo nacimiento del cual nos habla Nuestro Señor Jesucristo es generado por el Espíritu Santo y no sólo salva el alma sino además nos conduce a obedecer a Dios y así comenzar nuestro crecimiento espiritual.

    El propósito principal en la obra del Espíritu Santo con respecto a nuestra vida, es transformarnos de adentro hacia afuera y se manifiesta mediante el fruto, tal como lo señala la palabra: “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley” (Gálatas 5: 22-23)

    Todo creyente debe manifestar el fruto del Espíritu Santo en su vida cotidiana y no solamente en el templo, ya que somos testimonio viviente de lo que Jesús ha hecho en nuestra vida.

    De esta forma nuestra mejor prédica está manifiesta en nuestras acciones, en la manera en la que nos comportamos como verdaderos hijos de Dios, llevando siempre la luz de Cristo en medio de la oscuridad, porque a pesar de que no pertenecemos a este mundo, debemos habitar en él y ser leales a nuestro principal llamado, tal como lo establece la palabra:

    “Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. · El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado” (Marcos 16: 15-18)

    Por esta razón, en la biblia se establece que estamos designados a realizar tareas en este mundo para hacer crecer y prosperar la obra de Dios aquí en la tierra. Así que debemos predicar las buenas nuevas de salvación y hacer las mismas obras, maravillas y prodigios que hizo Nuestro Señor Jesucristo cuando vino a este mundo, incluso estamos llamados a hacer cosas mayores que las que él hizo: “En verdad les digo: el que cree en Mí, las obras que Yo hago, él las hará también; y aun mayores que estas hará, porque Yo voy al Padre” (Juan 14:12)

    En este mismo orden de ideas, la biblia nos enseña el camino que debemos seguir, nos muestra en los diferentes libros y capítulos, tanto del Antiguo Testamento como del Nuevo Testamento, que debemos estar firmes en Dios para poder cumplir el propósito que tenemos aquí en este mundo.

    Formación espiritual
    Formación espiritual

    A través de su palabra podemos conocer a Dios y mediante el Espíritu santo obtendremos la revelación que nos permitirá alcanzar nuestra formación espiritual. Pero debemos reconocer que no la podemos alcanzar por nuestras propias fuerzas, ya que necesitamos tener la presencia del Espíritu Santo en nuestra vida para poder incrementar nuestros dones espirituales, tal como lo establece la palabra:

    “Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho. Porque a éste es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu; a otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu. A otro, el hacer milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversos géneros de lenguas; y a otro, interpretación de lenguas” (1 Corintios 12: 7-10)

    Cada don de Dios es un regalo y debemos aprovecharlo al máximo, ya que a través de estos dones podemos acercarnos más a Dios y conocer mejor el mundo espiritual, porque es necesario conocer al enemigo para vencerlo, aprendiendo a portar la armadura de Dios para enfrentarnos cada día a la lucha con nuestro adversario.

    La armadura de Cristo es lo que nos va a mantener resguardados de todo mal, y nos va a asegurar la victoria, ya que el enemigo tiene como fin destruir al pueblo de Dios y desviar a las ovejas del carril. Por eso debemos hacer uso de la armadura que establece la palabra:

    “Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios” (Efesios 6: 13-17)

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    Todo hijo de Dios debe conocer la armadura que debe colocarse cada día para enfrentar las adversidades propias de este mundo, ya que mientras tengamos la cobertura de Cristo ningún arma forjada podrá dañarnos.

    De igual forma debemos conocer las promesas hermosas que nos otorga Dios en su palabra, donde como hijos de Dios tenemos el privilegio de ser alcanzados por su gran misericordia, verdad y justicia.

    7 características del crecimiento espiritual

    Uno de los mayores problemas que se le pueden presentar a un hijo de Dios dentro del mundo espiritual es tratar de cambiar lo que hacemos en lugar de cambiar lo que somos por dentro, en nuestro interior.

    Ciertamente el cambio es de adentro hacia afuera y una que el Espíritu Santo comienza a morar en nosotros, el cambio sin duda alguna comenzará a manifestarse en el interior y luego en tu vida, en tu manera de ser, de hablar, de vestir, porque Dios nos va moldeando a su imagen y semejanza conforme a su perfecta voluntad.

    De esta forma nuestro crecimiento espiritual está dirigido por el Espíritu Santo, y existen diferentes características importantes del crecimiento espiritual que se deben considerar, tales como las siguientes:

    1.- Nacer de nuevo

    Tal como lo expresamos anteriormente, para alcanzar nuestra formación espiritual, debemos nacer de nuevo, tener una vida diferente a la que teníamos antes de conocer a Cristo, dejar nuestros deseos carnales, apartarnos del mal y permanecer en la luz que es Cristo. Al respecto la palabra nos señala lo siguiente:

    “Pero a todos los que lo recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios, es decir, a los que creen en Su nombre, que no nacieron de sangre, ni de la voluntad de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino de Dios”. (Juan 1:12-13)

    2.- La obra del Espíritu Santo

    Con respecto a este punto, el apóstol Pablo nos enseña que tenemos que vivir bajo la influencia del Espíritu Santo para poder crecer espiritualmente:

    “Por tanto, tengan cuidado cómo andan; no como insensatos sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos. Así pues, no sean necios, sino entiendan cuál es la voluntad del Señor. Y no se embriaguen con vino, en lo cual hay disolución, sino sean llenos del Espíritu” (Efesios 5:5-18).

    3.- La gracia de Dios

    La salvación es por gracia, no es por nuestras obras, por nuestras fuerzas, por nosotros mismos. Es un regalo no merecido. La palabra nos dice lo siguiente: “Antes bien, crezcan en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A El sea la gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén”. (2 Pedro 3:18)

    4.- La humildad

    No podemos crecer espiritualmente si no somos humildes, porque Dios aborrece al altivo y al orgulloso: “Dios exalta al humilde y tiene una pasión singular por él. Sin embargo, la misma Biblia enseña que Él resiste a los orgullosos” (Santiago 4:6).

    De esta forma debemos seguir el ejemplo de Cristo Jesús, quien siendo Rey de Reyes, se hizo pequeño, tomó nuestros pecados para darnos vida y vida en abundancia, para regalarnos la salvación y la entrada al Reino de los cielos. Por lo cual debemos tener el carácter de Cristo:

     “Haya, pues, en ustedes esta actitud (esta manera de pensar) que hubo también en Cristo Jesús, el cual, aunque existía en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse, sino que Se despojó a sí mismo tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres. Y hallándose en forma de hombre, se humilló El mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Filipenses 2:5-8).

    5.- Transformación veraz

    Para que podamos formarnos espiritualmente, debemos ser transformados de forma veraz, y ese cambio se ve manifiesto mediante el fruto del Espíritu Santo en nosotros, en nuestra vida y testimonio.

    En el libro de Romanos 12:1-2, leemos lo siguiente: “Por tanto, hermanos, les ruego por las misericordias de Dios que presenten sus cuerpos como sacrificio vivo y santo, aceptable a Dios, que es el culto racional de ustedes. Y no se adapten a este mundo, sino transfórmense mediante la renovación de su mente, para que verifiquen cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno y aceptable y perfecto”.

    En este sentido como hijos de Dios debemos vivir el evangelio, con mentes transformadas y renovadas en Cristo Jesús.

    6.- Avanzar en los caminos de Cristo

    Cuando en Señor obra en nosotros, en nuestras vidas, nos reta a seguir avanzando en sus caminos. Al respecto el  apóstol Pablo escribió: “Hermanos, yo mismo no considero haberlo ya alcanzado. Pero una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está delante, prosigo hacia la meta para obtener el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Filipenses 3:13-14).

    En este sentido, Dios tiene para cada uno de sus hijos un propósito en este mundo, por eso te incita a avanzar cada día, luchando y esforzándote cada día como un verdadero hijo de Dios.

    7.- Mostrar actitud de servicio

    Uno de los mayores ejemplos de servicio, fue el Señor Jesucristo, quien se entregó por completo en su Ministerio, haciendo milagros, prodigios y maravillas, ocupándose de las necesidades de su pueblo y dando su propia vida en la cruz del calvario por nosotros para darnos la salvación.

    Al respecto, Nuestro Señor Jesucristo enseñó: “y el que entre ustedes quiera ser el primero, será su siervo; así como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir y para dar Su vida en rescate por muchos” (Mateo 20:27-28).

    En este mismo orden de ideas, cuando somos hijos de Dios debemos manifestar el fruto del Espíritu Santo y ser mansos, humildes, amorosos, misericordiosos, porque de esta forma estaremos siguiendo el evangelio de Cristo y manifestándolo aquí en la tierra.

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