Abre tus ojos espirituales y recibe las bendiciones de Dios

Abre tus ojos espirituales y dale entrada al Espíritu Santo y a su poder para que puedas discernir lo que es correcto en tu vida, ya que en el mundo espiritual podemos encontrarnos tanto con el mundo de las tinieblas con el mundo de luz.

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Sin embargo, cuando una persona no ha aceptado y recibido a Jesucristo como su único y verdadero Dios, no puede ver de forma espiritual y por ende no puede comprender los aspectos concernientes al Reino de los cielos porque le falta la presencia del Espíritu Santo para poder discernir y acceder a las revelaciones de Dios.

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    Abre tus ojos espirituales y ve más allá

    Cuando estamos convertidos en Cristo Jesús, nuestros ojos espirituales comienzan a abrirse y podremos ver más allá de lo que nuestros ojos físicos pueden ver. De este modo la palabra de Dios nos comienza a revelar el mensaje de nuestro Padre y el propósito que tiene con cada uno de sus hijos. Por esta razón es importante escudriñar las Sagradas Escrituras diariamente porque es a través de ella que podemos ver manifiestas sus obras en nuestra vida espiritual.

    Cuando estamos atados al pecado y a nuestro pasado, no podemos abrir nuestros ojos porque tenemos áreas de nuestra vida que debemos sanar y examinar para transformarlas mediante la presencia del Señor. Solo mediante el Espíritu Santo podremos ver con claridad lo que Dios nos quiere revelar.

    Para poder obtener los dones espirituales debemos dejarnos guiar por su Santo Espíritu y no por nuestros propios impulsos y emociones. Debemos dejar atrás todo lo que nos tenía atado a este mundo lleno de maldad y de pecado.

    Uno de los motivos por los cuales las personas no cambian es porque tienen ceguera espiritual porque no permiten que sea el Señor que los guíe a toda verdad. Se niegan a ser transformados porque están apegados al viejo hombre y no comprenden las cosas espirituales.

    De esta manera, existen personas que no anhelan ver la realidad de sus vidas, y mientras no vean su pecado, no podrán alcanzar el perdón y la misericordia del Padre. Así que así como le pasó a los fariseos que a pesar de que veían a Cristo y conocían sus obras y milagros, no lo reconocieron y dudaron de su Poder y verdad.

    Al respecto la palabra de Dios, nos señala lo siguiente: “Oyó Jesús que le habían expulsado; y hallándole, le dijo: ¿Crees tú en el Hijo de Dios? Respondió él y dijo: ¿Quién es, Señor, para que crea en él? Le dijo Jesús: Pues le has visto, y el que habla contigo, él es. Y él dijo: Creo, Señor; y le adoró. Dijo Jesús: Para juicio he venido yo a este mundo; para que los que no ven, vean, y los que ven, sean cegados. Entonces algunos de los fariseos que estaban con él, al oír esto, le dijeron: ¿Acaso nosotros somos también ciegos? Jesús les respondió: Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; mas ahora, porque decís: Vemos, vuestro pecado permanece”. (Juan 9:35-41)

    Esta cita nos revela claramente que una vez que nuestros ojos son abiertos tenemos convicción de pecado y sabemos la verdad que es Cristo Jesús. Nuestro pecado es visualizado cuando sabemos que estamos atentando contra Dios, y aún así lo hacemos.

    Pero cuando el Espíritu Santo mora en nosotros, él nos contrita y redarguye de tal manera que sentimos nuestra falta y así como David, clamamos al Padre para que nos perdone, para alcanzar su misericordia infinita:

    “A ti clamaré, oh Jehová. Roca mía, no te desentiendas de mí, Para que no sea yo, dejándome tú, Semejante a los que descienden al sepulcro. Oye la voz de mis ruegos cuando clamo a ti, Cuando alzo mis manos hacia tu santo templo. No me arrebates juntamente con los malos, Y con los que hacen iniquidad, Los cuales hablan paz con sus prójimos, Pero la maldad está en su corazón” (Salmos 28: 1-3)

    Así que como David, debemos clamar a Dios con todo nuestro corazón y poner nuestro pecado y debilidades delante de la presencia del Señor, para alcanzar su perdón y misericordia.

    ¿Cómo se pueden abrir tus ojos espirituales?

    Para poder abrir tus ojos espirituales debes tener la disposición a ver más allá de lo que pueden ver tus ojos físicos, y poder ver todas las dimensiones que el Señor te quiere mostrar.

    Así que Dios es la expresión viva y eficaz de ojos ilimitados a esas dimensiones. Por lo cual ver de forma espiritual se manifiesta cuando estás realmente listo y preparado para entrar al mundo sobrenatural que comenzaremos a visualizar a través del Espíritu Santo en nuestra vida.

    En este sentido, si de verdad quieres abrir tus ojos espirituales, debes demostrar que puedes sobrellevar lo que el Señor te mostrará. Al respecto, Nuestro Señor Jesucristo hacía referencia a “ojos para ver” se refería a ir más allá de lo que está en este mundo terrenal, más allá de la lucha que podamos tener y las adversidades que nos sucumben día a día.

    Por esta razón si deseas ver espiritualmente, debes visualizar lo bueno en todo, y ver más allá de lo que podemos ver naturalmente porque ahora comenzarás a adentrarte en lo sobrenatural.

    Lo que verdaderamente importa es que demuestres tu disposición de ir más allá del mundo natural y físico, y acercarte hacia las zonas de tu conciencia que han sido denominadas espirituales o psíquicas.

    Esto se basa en la intención que tienes para abrir tus ojos espirituales y adentrarte a este mundo con la convicción de que el Señor te va a revelar cosas grandes y ocultas que no conoces, ya que es una promesa que podemos encontrarla en el siguiente pasaje: “Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces” (Jeremías 33:3)

    Esta cita es una muestra clara del poder que tiene la oración, ya que a través de nuestro ruego y clamor podemos recibir respuestas y adquirir enseñanzas que van más allá de lo natural, para adentrarnos de esta forma al mundo sobrenatural.

    ¿Qué obtenemos cuando abrimos los ojos espirituales?

    En la actualidad podemos ver que existen personas que entran en el evangelio, y de la misma manera salen sin obtener las maravillas y grandezas que Dios nos ofrece cuando abrimos nuestros ojos espirituales. Así que para permanecer en los caminos de Cristo y estar firme ante cualquier adversidad, debemos conocer verdaderamente el propósito que el Señor tiene en la vida de cada uno de nosotros.

    Por esta razón, necesitamos apreciar lo que Dios nos está otorgando para saber quiénes somos ante él. Dentro de todos los beneficios que Dios nos entrega cuando abrimos nuestros ojos espirituales encontramos:

    1.- Alumbra nuestro entendimiento

    Dios nos alumbra el entendimiento para que podamos ver y discernir las verdades espirituales, adentrarnos en lo sobrenatural y entender verdaderamente quiénes somos en el Señor y cuál es nuestro propósito en este mundo terrenal. Esto lo podemos apreciar en este pasaje:

    Abre tus ojos espirituales
    Abre tus ojos espirituales

    “alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza” (Efesios 1:18-19)

    Dios quiere alumbrar nuestro entendimiento para que tengamos conocimientos de nuestro lugar y posición en Cristo Jesús, pero no lo hace de forma milagrosa, sino que la alcanzamos mediante el evangelio:

    “para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los santificados” (Hechos 26:18)

    Por esta razón, mientras los creyentes no entiendan su posición en Cristo Jesús, no existirá una entrega total, correrán el riesgo de retractarte y apartarte de su presencia.

    2.- Nos proporciona esperanza

    Cuando abrimos nuestros ojos espirituales tenemos las puertas del cielo abiertas porque hemos accedido al mundo espiritual que Dios nos quiere mostrar. Esto nos da una esperanza segura, tal como lo apreciamos en su palabra:

    “para que por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un fortísimo consuelo los que hemos acudido para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros. La cual tenemos como segura y firme ancla del alma, y que penetra hasta dentro del velo” (Hebreos 6:18-19)

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    De esta manera, a través de Cristo y su evangelio podemos tener la esperanza en él a pesar de que no veamos con ojos físicos lo que anhelamos. Entonces la esperanza en Cristo está fundamentada en las promesas de Dios, pero para obtenerlas necesitamos entregarnos al servicio del Señor y mostrarnos fieles en todo lo concerniente a nuestra salvación. Esto lo podemos apreciar en el siguiente pasaje:

    “Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos” (1 Pedro 1:3)

    Por otro lado, necesitamos buscar en todo momento nuestra santidad y paz, la cual se obtiene cuando comprendemos que somos hijos de Dios y por eso tenemos al Espíritu Santo que nos guía a toda verdad y nos levanta cuando caemos: “Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor” (Hebreos 12:14)

    De igual manera, nuestra base para obtener esa santidad es la obediencia a la palabra de Dios y al temor de jehová que es el principio de la sabiduría: “Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios” (2 Corintios 7:1)

    Si queremos recibir las bendiciones de Dios y que nuestros ojos sean abiertos a lo desconocido del mundo espiritual debemos mantenernos en santidad, limpiándonos de toda inmundicia y dejando atrás los deseos carnales que nos atan a las cosas del mundo.

    3.- Nos da las riquezas de la Gloria de su herencia

    Cuando servimos a Cristo recibiremos sin duda la recompensa de su Gloria en nuestras vidas, la cual se manifiesta en nosotros de forma sobrenatural, transformando todo nuestro ser.

    Al respecto la palabra nos muestra esta hermosa promesa: “sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís” (Colosenses 3:24) Así que cuando andamos en Cristo recibiremos por herencia lo que nos corresponde como hijos del Altísimo.

    Sin embargo, debemos tener una vida conforme a la voluntad de Dios, cumpliendo su palabra y manteniendo una estrecha comunión con él, buscándolo siempre en espíritu y en verdad.

    4.- Recibimos su Poder

    Si no tenemos los ojos espirituales abiertos a través de la palabra de Dios, no vamos a poder valorar la grandeza y poder del Padre, ya que no entenderíamos su propósito en nuestra vida ni comprenderíamos los misterios de su Reino.

    En la palabra podemos encontrar diferentes ejemplos de este poder manifiesto desde el principio de la creación cuando con su poder creó los cielos y la tierra y las fuentes de las aguas. Ese mismo poder creador del hombre, la mujer y todos los animales de la tierra.

    De igual forma, podemos apreciar el poder de Dios mediante sus milagros y prodigios, donde encontramos a un Moisés poniendo de manifiesto la grandeza a través de diferentes acontecimientos sobrenaturales que se llevaron a cabo, donde el agua se convertía en sangre, el mar rojo fue abierto en dos, entre muchos más hechos relevantes e impactantes en la vida de grandes hombres como Daniel, David, Abraham, entre otros.

    De igual manera encontramos el milagro de un Jesús resucitado para darnos vida a nosotros, salvándonos de las ataduras del pecado y librándonos de las garras del enemigo:

    “y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza, la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales” (Efesios 1:19-20)

    De esta manera, cuando tenemos los ojos espirituales abiertos tenemos acceso al Poder de Dios, pero éste se logra a través de su palabra que nos lleva a toda verdad, y a la relación íntima y personal que tengamos día a día, porque en su presencia encontraremos plenitud de gozo y nos deleitaremos en sus maravillas, prodigios y milagros que emanan su Poder y su Gloria.

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