El movimiento apostólico y profético en la iglesia

El movimiento apostólico y profético en la iglesia está avanzando cada día y son muchas las interrogantes que conllevan estos ministerios, ya que en la actualidad podemos observar cómo se está desviando el mensaje de salvación, el cual ha sido sustituido por el mensaje de prosperidad.

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Sin embargo la palabra establece estos Ministerios en el siguiente pasaje: “Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo”. (Efesios 4:11-12)

En este sentido, Dios demanda activar estos Ministerios al servicio de su obra aquí en la tierra, por lo cual deben estar establecidos para la edificación del cuerpo de Cristo y no para la acumulación de riquezas y Poder humanos.

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    El movimiento apostólico y profético en la iglesia - Reflexiones

    En la actualidad se está viendo este movimiento apostólico y profético dentro de las iglesias, en las cuales surgen diferentes interrogantes relacionadas al hecho de que si es algo establecido directamente por el Espíritu Santo o es un invento del hombre en su necesidad de ser reconocido.

    Para poder ahondar en este tema tan controversial es necesario revisar los términos “apóstoles” y “profetas” para así ver con mayor claridad lo que se está dando hoy en día en nuestras iglesias y evitar confusiones que nos puedan desviar del propósito de Dios.

    Si revisamos la definición del cargo de apóstol, éste finalizó al morir sus primeros representantes, y el Nuevo Testamento nos señala una sucesión de testigos pertenecientes a la tradición apostólica, tal como lo señala la palabra:

    “Oh Timoteo, guarda lo que se te ha encomendado, evitando las profanas pláticas sobre cosas vanas, y los argumentos de la falsamente llamada ciencia” (1 Timoteo 6:20)

    De esta manera, el evangelio que se predicó en la teología apostólica ha sido transmitida, y el Nuevo Testamento representa el remanente inspirado y literario de esta teología.

    El Diccionario Bíblico Conciso Holman nos hace una definición del significado de Apóstoles, en la cual se señala que fueron los hombres que estaban directamente comisionados por el Señor para predicar la palabra y plantar iglesias.

    Así que estos hombres habían visto a Cristo resucitado y tenían el poder para efectuar milagros como medio para confirmar el mensaje que ellos predicaban, tal como lo señala la palabra: “Con todo, las señales de apóstol han sido hechas entre vosotros en toda paciencia, por señales, prodigios y milagros” (2 Corintios 12:12)

    De esta manera una de las características de los apóstoles es la manifestación de milagros y prodigios, ya que a través de estos se está cumpliendo la palabra en la cual estamos destinados a hacer cosas mayores que las que él hizo. Al respecto la palabra nos señala lo siguiente: “testificando Dios juntamente con ellos, con señales y prodigios y diversos milagros y repartimientos del Espíritu Santo según su voluntad” (Hebreos 2:4)

    En esta cita, se muestra que para ser llamado apóstol, necesita revelar al Espíritu Santo, ya que a través de su llenura podremos testificar las obras y maravillas de Nuestro Dios. En cuanto a los profetas, éstos fueron los voceros de Dios, quienes revelaban el mensaje que el Señor tenía para el pueblo, para la iglesia. Lo que ellos hablaban de parte del Espíritu Santo era la palabra del Señor.

    Así que en la medida en que exista una iglesia, un evangelista, un pastor y maestro, tienen que existir también apóstoles y profetas. Y esto es lo que se conoce como el “Movimiento Apostólico y Profético”.

    En la palabra de Dios, podemos encontrar en el Nuevo Testamento un ejemplo claro en el cual Timoteo fue ordenado por medio de la imposición de manos del presbiterio; esto lo podemos observar en el siguiente pasaje:  “No descuides el don que hay en ti, que te fue dado mediante profecía con la imposición de las manos del presbiterio” (1 Timoteo 4:14)

    En esta cita se resalta la importancia del reconocimiento ante la iglesia y es además un acto de obediencia, ya que se está cumpliendo lo que establece la palabra, pero también amerita mucha responsabilidad ante este llamado tan importante.

    Es muy lamentable que hoy en día haya una autoproclamación de apóstoles y profetas, por el afán de querer apresurar su llamado, o simplemente como un acto de rebeldía y desobediencia, creyendo que ellos tienen ese poder. Al respecto la palabra nos advierte sobre este tipo de situaciones: “se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos” (Mateo 24:24)

    El movimiento apostólico y profético
    El movimiento apostólico y profético

    Por esta razón la iglesia de Cristo debe estar alerta, velando porque el enemigo no descansa y siempre va a querer confundirnos con sus engaños, utilizando incluso a muchos cristianos que no están fundamentados en  la sana doctrina que está establecida en las Sagradas Escrituras.

    Debemos estar apercibidos, velando, orando, ayunando, escudriñando las escrituras para estar preparados y apercibidos cuando el enemigo arremeta contra nosotros. Siempre tendremos pruebas que superar porque es parte del proceso de los hijos de Dios.

    En este sentido, el movimiento apostólico y profético debe darse dentro de las iglesias con sabiduría y dirección de Dios, no para que el hombre se sienta enaltecido sino para la Gloria y Honra a Dios.

    Al respecto, la palabra apóstol en los tiempos de Jesús, en los que gobernaba el Imperio Romano, era utilizada para referirse a un alto militar que tenía un cargo dentro de una misión específica y ordenada gubernamentalmente. De esta manera, el apóstol no es solamente aquel que ha sido enviado, sino que ha sido enviado con una  misión determinada de conquista de naciones y territorios.

    En este orden de ideas, los apóstoles del Nuevo Testamento presentaban un nivel de gobierno en las iglesias que ellos establecían que estaban bajo su cobertura espiritual.

    Por lo cual, estas iglesias se sometían de forma voluntaria a este apóstol reconociendo que éste era dirigido por el Espíritu Santo de Dios, y esa unción apostólica descendía a los otros cargos ministeriales, preparándolas para la obra de Cristo en la tierra.

    La Iglesia en la actualidad tiene que estar sometida a una cobertura espiritual que la revise y la prepare para llevar a cabo la Gran Comisión de una forma eficaz,  desarrollando de forma saludable los cinco cargos ministeriales que Dios ha establecido en su Palabra, para evitar que el enemigo tome ventaja y pisotee la verdad del evangelio. Al respecto la palabra establece los cinco Ministerios de la siguiente manera:

    “Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo” (Efesios 4:11-12)

    En este sentido, como hijos de Dios estamos llamados a ser miembros del cuerpo de Cristo, a ser una iglesia en su nombre, dentro de la cual debemos ejercer un Ministerio conforme a su propósito en nuestra vida, y todos estos ministerios son importantes para Dios porque forman un solo cuerpo, una sola iglesia en Cristo Jesús.

    Responsabilidad de apóstoles y profetas

    Tal como se menciona anteriormente, la palabra de Dios nos muestra los diferentes Ministerios a que los hijos de Dios pueden ser llamados y también resalta el nivel de importancia, colocando en primer y segundo lugar a los apóstoles y profetas, tal como lo anuncia este pasaje: “Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, los terceros maestros” (1 Corintios 12:28)

    En este sentido, encontramos que el movimiento apostólico y profético tiene una base bíblica, pero también encierra responsabilidades y compromisos que se deben adoptar para ejercer estos ministerios:

    1.- Colocar los cimientos de la iglesia

    El principal cimiento de la iglesia es Cristo, y para que el movimiento apostólico y profético se lleve a cabo debe estar fundamentado sobre la roca que es Jesucristo, tal como lo anuncia su palabra: “edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo” (Efesios 2:20)

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    En este sentido, los primeros hombres asignados por Dios en la iglesia del Nuevo Testamento fueron los apóstoles,  donde Jesucristo mismo tuvo el privilegio de presentárseles: “Por tanto, hermanos santos, participantes del llamamiento celestial, considerad al apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión, Cristo Jesús; el cual es fiel al que le constituyó, como también lo fue Moisés en toda la casa de Dios” (Hebreos 3:1).

    De esta manera, dentro de las cualidades que se necesitan para ejercer el apostolado es el haber sido seleccionado por Cristo y haber sido testigo ocular del Cristo resucitado. El apóstol Pablo fue el último en cumplir esos requisitos: “Pablo, siervo de Jesucristo, llamado a ser apóstol, apartado para el evangelio de Dios” (Romanos 1:1).

    Por lo tanto no es posible, como algunos alegan, que existan apóstoles en la iglesia en la actualidad, ya que para ser apóstol se tenían que tener dos grandes cualificaciones. La primera era haber conocido a Jesús personalmente y por eso hasta el mismo Pablo insiste en sus propios derechos en vista de la oposición que se le hacía en Corinto, donde él señala lo siguiente: “¿Es que yo no soy un apóstol? ¿Es que no he visto a Jesús nuestro Señor?” (1 Corintios 9:1).

    Seguidamente encontramos que un apóstol tenía que ser un testigo de la Resurrección del Señor. Cuando los once discípulos se reunieron para escoger al que había de ocupar el puesto del traidor de Judas. Se decía que tenía que ser uno que hubiera sido de la compañía durante todo el ministerio terrenal de Jesús, y un testigo de su Resurrección, tal como se indica en el siguiente pasaje:

    “Es necesario, pues, que de estos hombres que han estado juntos con nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús entraba y salía entre nosotros” (Hechos 1: 21).

    En un sentido, los apóstoles tenían que finalizar, porque en un tiempo ya todos los que habían conocido a Cristo y habían sido testigos de su resurrección habían muerto.

    2.- Recibir y declarar la revelación de la palabra de Dios

    El movimiento apostólico y profético debe manifestar, revelar el poder de Dios, siempre a la luz de la palabra y de acuerdo a su perfecta voluntad. Y esa revelación debe ser confirmada y respaldada por Dios, ya que el Espíritu santo nos lleva a toda verdad.

    “Y levantándose uno de ellos, llamado Agabo, daba a entender por el Espíritu, que vendría una gran hambre en toda la tierra habitada; la cual sucedió en tiempo de Claudio” (Hechos 11:28)

    En este sentido, toda profecía que venga de parte de Dios se debe cumplir, y esta es la revelación que se manifiesta en hechos, donde la palabra se acciona en función del propósito que Dios tiene para su pueblo, para su iglesia.

    Así que los profetas solo debían proclamar la voluntad de Dios y al hacerlo anunciaban cosas futuras, ya que también indicaba las consecuencias que traería el obedecer o desobedecer esa voluntad.

    3.- Dar confirmación de esa Palabra mediante milagros, señales y prodigios

    El movimiento apostólico y profético debe estar respaldado por Dios, ya que así como Moisés anunciaba las cosas que Dios había, de la misma forma, los hombres escogidos por Dios, deben manifestar y revelar que Dios está con ellos, a través de su poder haciendo milagros, maravillas y prodigios. Tal como lo anuncia la palabra:

    “Con todo, las señales de apóstol han sido hechas entre vosotros en toda paciencia, por señales, prodigios y milagros” (2 Corintios 12:12)

    En este sentido, el tema relacionado al movimiento apostólico y profético es muy controversial, ya que existen diferentes opiniones respecto a los hombres que se autoproclaman apóstoles y profetas, sin manifestar las señales antes mencionadas.

    En la biblia somos advertidos acerca de las falsas doctrinas, falsos profetas, falsas enseñanzas, por lo cual es necesario que todo creyente sea lector de la palabra de Dios, ya que a través de ella podemos determinar lo que está dentro de la voluntad de nuestro Señor.

    Por otro lado como hijos de Dios debemos mantener nuestra comunión con él y pedirle dirección antes de apresurarnos a tomar decisiones o a activar cualquier ministerio.

    También es importante dejar a un lado nuestros propios intereses, y buscar primeramente formar nuestro carácter mediante el Espíritu Santo, antes de querer tener una posición, un estatus, ya que todo Ministerio que no es respaldado por Dios, no pertenece a su Reino. Por eso es necesario tener un encuentro con Jesús y haber sido testigo de su resurrección. Sin embargo, hoy en día muchos toman a la ligera estos ministerios.

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