Jesús revela su poder: Amor, Evangelio, Oración y Espíritu Santo

Jesús revela su poder a través de su Ministerio en el cual reveló milagros, maravillas y prodigios, en los cuales sanó a los enfermos, libertó a los cautivos y consoló al desamparado. Así que cuando Cristo vino a este mundo implantó un nuevo mandamiento que encierra todos los demás mandamientos.

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Esto lo podemos apreciar en el siguiente pasaje: “—¿Cuál es el mandamiento más importante de todos? Jesús le contestó: —El primero y más importante de los mandamientos es el que dice así: “¡Escucha, pueblo de Israel! Nuestro único Dios es el Dios de Israel. 30 Ama a tu Dios con todo lo que piensas, con todo lo que eres y con todo lo que vales.” Y el segundo mandamiento en importancia es: “Cada uno debe amar a su prójimo, como se ama a sí mismo.” Ningún otro mandamiento es más importante que estos dos” (Marcos 12: 28-31)

En este sentido el poder más importante que revela Jesús es el amor, el cual encierra todos los demás mandamientos y es tan poderoso que es capaz de unir, perdonar, restaurar, salvar, entre otras cosas.

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    Jesús revela su poder mediante sus evangelios

    En el Nuevo Testamento existen diferentes palabras griegas que se traducen como “potestad”, “autoridad” y “poder”. La palabra asociada a la teología bíblica sobre el poder es “exousía”. Esta palabra significa “autoridad”, debido a que se usa para describir el poder que ha sido asignado a una persona por el puesto que ocupa o de la misión que ha de ejercer.

    Así que Nuestro Dios es la fuente de toda autoridad,  quien juzga a vivos y a muertos, el creador de todas las cosas, quien tiene el poder de destruir y reconstruir el orden creado. Este tipo de poder proviene de la fuente del poder es el Dios todopoderoso, creador del cielo y de la tierra.

    En este sentido, Dios tiene el poder para hacer milagros y prodigios y para proteger al pueblo del mal. Jesucristo es quien revela el poder de Dios y nos da acceso a él, y es el mediador entre el Señor y la humanidad.

    Jesucristo revela su poder mediante su palabra, ya que a través de ella se manifiesta la fe, la cual nos impulsa a creer plenamente en el Señor y el propósito que tiene para cada uno de sus hijos.

    De esta forma, Jesucristo ensañaba al pueblo, los instruía en la fe en Dios, tal como se señala en la palabra: “Aconteció que mientras la multitud se agolpaba sobre El para oír la palabra de Dios, estando Jesús junto al lago de Genesaret, vio dos barcas que estaban a la orilla del lago, pero los pescadores habían bajado de ellas y lavaban las redes. Subiendo a una de las barcas, que era de Simón, pidió que se separara un poco de tierra; y sentándose, enseñaba a las multitudes desde la barca”.  (Lucas 5:1-3)

    De esta forma, la fe en el Señor se despierta por el oír la palabra y por tener la disposición de aprender a través de ésta. En el pasaje citado anteriormente, se nos relata que las personas se aglomeraban para escuchar las enseñanzas de Jesús.

    Así que la palabra del Señor es dulce como la miel y nos proporciona el alimento necesario para nuestra alma: “¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras! Más que la miel a mi boca” (Salmo 119:103).

    En los evangelios podemos apreciar que el Señor constantemente impartía sus enseñanzas en cualquier lugar y tiempo, a través de sus sermones y también con sus acciones nos mostraba su gran poder cuando manifestaba milagros, prodigios y maravillas.

    De igual forma el Señor Jesús nos muestra que a pesar de las dificultades, su poder se puede manifestar, así como lo hizo al proporcionar vino, alimento y multiplicar panes.

    También el poder de Jesús se manifiesta en medio de la tormenta, en medio de la escasez, de la muerte, de la tribulación, de la enfermedad, de la cautividad.

    Es por ello que Jesús vino a buscar a los que estaban perdidos, porque su misión era enseñar desde el amor, rompiendo incluso las leyes establecidas en aquel tiempo, salvando a la prostituta, sanando en el día de reposo, imponiendo orden en el templo del Señor. Es decir que Jesús también impuso un nuevo orden, una nueva enseñanza que rompía con los estatutos rígidos que estaban constituidos.

    Cuando Jesucristo impartía sus enseñanzas a sus discípulos, lo hacía revelando su poder de forma sorprendente, sin embargo la incredulidad se apoderaba de ellos porque aún no conocían verdaderamente al Señor. Esto lo podemos apreciar en el siguiente pasaje donde Jesús muestra una vez más su poder para controlar absolutamente todo:

    “Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar. Respondiendo Simón, le dijo: Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado; mas en tu palabra echaré la red. Y habiéndolo hecho, encerraron gran cantidad de peces, y su red se rompía. Entonces hicieron señas a los compañeros que estaban en la otra barca, para que viniesen a ayudarles; y vinieron, y llenaron ambas barcas, de tal manera que se hundían” (Lucas 5:4-5)

    En esta cita podemos ver que Pedro escuchó el mensaje del Señor en su barca, y le da una instrucción, pero su humanidad lo hace dudar porque ya él había intentado con sus propias fuerzas, pescar y no lo había logrado.

    Pero este discípulo obedeció al maestro y echó la red a pesar de que ya lo había intentado toda la noche, esta fe es la que debemos tener presente en nuestra vida, porque aunque no lo veamos, lo creemos con certeza porque cuando Nuestro Señor nos habla debemos atesorar en nuestro corazón sus palabras y promesas.

    Como hijos de Dios debemos siempre procurar obedecer por encima de la razón, ya que esta si nos dejamos dominar por nuestro raciocinio estamos colocando obstáculos al propósito que Dios tiene para nosotros.

    Así como Pedro debemos echar la red y vencer las adversidades que nos dicen lo contrario, que nos impiden ver el poder de Nuestro Señor Jesucristo en nuestra vida. De la misma manera en la que los discípulos pudieron ver los milagros de Jesús, nosotros como coherederos de su poder podemos ver incluso cosas mayores a las que él hizo cuando vino a este mundo: “De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago también él las hará; y mayores que éstas hará; porque yo voy al Padre” (Juan 14:12)

    Así como Pedro y los demás discípulos pudieron ver un gran milagro, de la misma forma nosotros podemos verlo si confiamos verdaderamente en el Señor y obedecemos su palabra.

    Jesús revela el poder de la oración

    En la palabra encontramos la importancia de la oración, ya que a través de ésta encontramos el poder de Dios, tal como se puede apreciar en el siguiente pasaje:

    “Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad. Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1 Timoteo 2: 1-4)

    Jesús revela su poder
    Jesús revela su poder

    En este sentido, Jesús nos muestra en todo momento su devoción al Padre y les enseña a sus discípulos la manera en la que se debe orar: “Ustedes deben orar así: Padre nuestro que estás en el cielo: Que todos reconozcan que tú eres el verdadero Dios. Ven y sé nuestro único rey. Que todos los que viven en la tierra te obedezcan, como te obedecen los que están en el cielo. Danos la comida que necesitamos hoy. Perdona el mal que hacemos, así como nosotros perdonamos a los que nos hacen mal. Y cuando vengan las pruebas, no permitas que ellas nos aparten de ti, y líbranos del poder del diablo.” (Mateo 6: 9-13)

    En esta cita, Jesús les muestra cómo deben orar ante el Padre y también le muestra a través de su ejemplo la importancia de orar sin cesar. Por esta razón siempre el maestro mantenía comunión con su Padre a solas en la montaña, dando siempre un ejemplo de devoción a Dios.

    “Y saliendo, se fue, como solía, al monte de los Olivos; y sus discípulos también le siguieron. Cuando llegó a aquel lugar, les dijo: Orad que no entréis en tentación. Y él se apartó de ellos a distancia como de un tiro de piedra; y puesto de rodillas oró, diciendo: Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. Y se le apareció un ángel del cielo para fortalecerle. Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra. Cuando se levantó de la oración, y vino a sus discípulos, los halló durmiendo a causa de la tristeza; y les dijo: ¿Por qué dormís? Levantaos, y orad para que no entréis en tentación” (Lucas 22:39-46)

    En esta cita se puede observar la gran importancia que Jesús le da a la oración, y en donde pone delante primeramente la voluntad de Dios, sin negar lo que siente en un momento de debilidad, tribulación, tristeza y temor.

    Como creyentes debemos reflexionar acerca del Ministerio de Jesús porque si él siendo Dios oraba, cuánto más nosotros que dependemos tanto de él y de su Santo Espíritu. Además se debe destacar el hecho de que Jesús no negó su humanidad al decir que si podía hacerle pasar esta copa amarga, pero resaltó la importancia de hacer su voluntad, la cual es perfecta.

    La oración va a determinar nuestra relación con Dios porque a través de ésta nos comunicamos con él y manifestamos nuestro arrepentimiento. Es por ello que no podremos lograr nada en este mundo si no usamos la oración como una herramienta poderosa para vencer en medio de la adversidad.

    Jesús revela el poder del Espíritu Santo

    De acuerdo al evangelio de Lucas 4:14, Jesús actuaba “en el poder del Espíritu”, y esto significa que en él moraba el poder de Dios. De esta manera, el Espíritu Santo es la revelación del Señor, y tiene que ver con el hecho de  actuar con la cobertura divina de Dios.

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    Esto nos lleva a la reflexión referente a nuestra humanidad limitada porque sin el Espíritu Santo en nosotros, no podemos hacer nada porque solamente a través de él es que podemos obtener el poder para vencer en medio de la prueba. Así que no tenemos ninguna autoridad sin él. Al respecto la palabra nos dice lo siguiente: "Que Dios, quien nos da seguridad, los llene de alegría. Que les dé la paz que trae el confiar en él. Y que, por el poder del Espíritu Santo, los llene de esperanza" (Romanos 15:13)

    En este sentido, Dios nos otorga la plena seguridad, nos llena de confianza y nos hace tener esperanza a pesar de las adversidades por las que tengamos que pasar. Así que ningún creyente tiene la autoridad ni potestad para transformar, sanar, restaurar a nadie. Solamente Dios a través de su Santo Espíritu nos deja ese Poder para que lo manifestemos mediante milagros, maravillas y prodigios.

    De esta manera, como hijos de Dios podemos ser instrumentos al servicio de la obra del Señor, mediante la cual revelamos el Poder del Espíritu Santo en nuestra vida, dando testimonio de las maravillas que puede hacer y que seguirá haciendo hasta su venida.

    Por esta razón debemos tener presente en todo momento que la excelencia del Poder le pertenece solo a Dios, no a nosotros, tal como lo señala el apóstol Pablo a los Corintios: “Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros” (2 Corintios 4:7).

    De esta manera, Dios hace una analogía entre sus hijos y los vasos de barro porque estamos en este mundo para ser moldeados como el barro a la imagen y semejanza de Cristo porque necesitamos ser transformados y pasar de ser barro a ser una hermosa vasija lista para recibir la fuente de agua viva que es Cristo Jesús.

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