La ley y la gracia - Diferencias a la luz de la palabra

La ley y la gracia es un tema que es muy común dentro de las congregaciones, ya que nos encontramos entre las verdades que nos muestra la palabra. En el Antiguo Testamento se aborda la manifestación de la ley y en el Nuevo Testamento observamos la Gracia mediante Nuestro Señor Jesucristo, quien nos regaló la salvación a través de su sacrificio, estableciendo un pacto divino entre Dios y la humanidad.

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    La ley y la gracia – En qué consisten

    La ley y la gracia son dos temas que no pueden desligarse porque se complementan, no se puede abordar el Antiguo Testamento sin abordar el Nuevo Testamento. La Gracia nos revela solo una de las cualidades o características de Dios, por lo cual enfocarnos solo en esto, nos daría una idea incompleta con respecto al carácter de Dios.

    Por esta razón como creyentes fieles a Cristo necesitamos conocer el carácter de Nuestro Padre Celestial tal y como es manifestado por él mismo en las Sagradas Escrituras. Así que debemos estar abiertos a recibir la palabra que nos habla tanto de la gracia como aquella que nos muestra lo que es la ley.

    Esta ley del Señor representa su santo carácter, y no hay forma de que la predicación del carácter santo de Dios pueda pasar inadvertida sin que la vida del creyente sea movida de forma significativa.

    Por su parte, la gracia es otra forma de manifestación del carácter de Dios, donde se estableció el pacto divino a través de Jesucristo en la Cruz del Calvario tras su muerte y resurrección.

    Aquí Jesús venció a la muerte y nos dio la salvación por su gracia y favor, la cual es inmerecida, ya que siendo nosotros pecadores tenemos la oportunidad de ser salvos y alcanzar misericordia por amor a su nombre. Tal como lo indica su palabra: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios” (Efesios 2:8)

    En este sentido, la gracia es un regalo de Dios inmerecido, que él le otorga a sus hijos por amor, donde a través de nuestra fe podemos encontrar el perdón y la salvación para así tener acceso al Reino de los cielos.

    Debemos entender que la gracia de Dios es otra manifestación de su carácter que se concretó en la Cruz del Calvario, pero ese sacrificio demandó la santidad de Cristo, ya que sin ésta, la cruz no hubiera sido indispensable. Al respecto el apóstol Pablo nos expresa lo siguiente en esta parte de la carta a los Romanos (3:23-26):

    “Por cuanto todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia por medio de la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios exhibió públicamente como propiciación por su sangre a través de la fe, como demostración de su justicia, porque en su tolerancia, Dios pasó por alto los pecados cometidos anteriormente, para demostrar en este tiempo su justicia, a fin de que El sea justo y sea el que justifica al que tiene fe en Jesús”.

    En esta cita podemos apreciar que antes de la gracia de Cristo en nuestra vida, estamos destinados a condenación. Pero a través de ese sacrificio en la Cruz del Calvario hemos obtenido por medio de su gracia la salvación que nos justifica de todo pecado e iniquidad.

    De esta forma nuestro Padre Celestial envió a su hija a este mundo a morir por cada uno de nosotros para permitir que su justicia y santidad se manifestara. Así que la Cruz del Calvario no es solamente una expresión de su gracia, sino que representa la expresión de su justicia divina.

    Por esta razón es que cuando Jesucristo fue sacrificado en esa cruz, su gracia manifestó su amor pleno hacia la humanidad, dándole el privilegio de poder entrar al Reino de los cielos y de escribir su nombre en el libro de la vida, tal como lo señala la palabra:

    “Así el vencedor será vestido de vestiduras blancas y no borraré su nombre del libro de la vida, y reconoceré su nombre delante de mi Padre y delante de sus ángeles” (Apocalipsis 3:5)

    En este sentido, Cristo nos da la oportunidad de ser salvos mediante el arrepentimiento sincero y la confesión de nuestra fe en Cristo Jesús.

    Diferencias entre la ley y la gracia a la luz de la biblia

    En la biblia podemos encontrar diferentes versículos que nos pueden aclarar las inquietudes con respecto a estos dos términos, tal como los siguientes:

    “Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo” (Juan 1:17).

    “Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia” (Romanos 6:14).

    De acuerdo con estas citas podemos apreciar que la ley fue dada a Moisés en el Antiguo Testamento cuando liberó al pueblo de Egipto, y la gracia se nos fue dada mediante Nuestro Señor Jesucristo.

    La ley y la gracia
    La ley y la gracia

    De esta forma al principio Dios estableció la ley para el pueblo, pero luego cuando vino Jesús a la tierra agregó un segundo mandamiento en el cual debemos amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Es decir, Jesucristo vino al mundo a enseñarnos lo que es realmente el amor:

    “Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas” (Mateo 22:36-40)

    De esta forma la gracia es el amor de Cristo por la humanidad, ya que a través de su misericordia podemos ser perdonados y estar en la presencia de Dios. Sin embargo hay diferentes aspectos que debemos comprender para diferenciar la ley de la gracia:

    1.- La Ley transgredida es maldición

    La ley de Moisés fue otorgada en el monte de Sinaí, donde Dios no era muy conocido. En ella se estableció que si la humanidad obedecía, sería plenamente bendecido, pero si eran desobedientes, caería bajo maldición de la ley:

    “Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas” (Gálatas 3:10)

    Sin embargo Dios trató al pueblo de Egipto con gracia, porque tuvo misericordia y por eso no perecieron de inmediato ante su ingratitud y desobediencia. Entonces la gracia también estaba presente en la Ley de Dios por su amor y compasión ante la humanidad.

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    2.- La gracia nos reconoce en Cristo Jesús

    La gracia nos reconoce delante de Jesús y nos absuelve de toda culpa. De esta forma, el Señor se ha revelado plenamente a nosotros mediante su hijo Jesús, ya que a todos los que creen únicamente en él como su Señor, se les brinda el perdón de pecados y el don del Espíritu Santo, quien es el consolador aquí en la tierra:

    “Si ustedes me aman, obedecerán mis mandamientos. Y yo le pediré al Padre, y él les dará otro Consolador para que los acompañe siempre: el Espíritu de verdad, a quien el mundo no puede aceptar porque no lo ve ni lo conoce. Pero ustedes sí lo conocen, porque vive con ustedes y estará en ustedes. No los voy a dejar huérfanos; volveré a ustedes. Dentro de poco el mundo ya no me verá más, pero ustedes sí me verán. Y porque yo vivo, también ustedes vivirán. En aquel día ustedes se darán cuenta de que yo estoy en mi Padre, y ustedes en mí, y yo en ustedes. ¿Quién es el que me ama? El que hace suyos mis mandamientos y los obedece. Y al que me ama, mi Padre lo amará, y yo también lo amaré y me manifestaré a él” (Juan 14:15-21)

    Esta es una hermosa promesa que nos hace Nuestro Señor Jesucristo antes de ascender al Cielo, en el cual nos manifiesta su inmenso amor por cada uno de nosotros, ya que siendo pecadores nos otorga su gracia y su favor. Nos deja el Espíritu Santo para consolarnos, ayudarnos, sanarnos, acompañarnos, dirigirnos y amarnos. Lo cual es un privilegio que no dejemos pasar por alto, ya que como hijos de Dios debemos agradecer su misericordia y bondad en todo momento.

    Por eso estamos llamados a servirle y obedecer su palabra, su ley porque por gracia somos salvos pero la obediencia nos da acceso a las bendiciones que el Señor tiene para nosotros, y podremos ser galardonados por el Padre Celestial, tal como lo señala la apalabra: “Y he aquí, yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según fuere su obra” (Apocalipsis 22:12)

    3.- Vivimos baja la redención

    En la actualidad como creyentes fieles en Cristo, no estamos viviendo bajo la ley sino bajo la gracia. Esto lo podemos apreciar en la siguiente cita: “Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos.” (Gálatas 4:4-5)

    En este sentido, hemos sido adoptados por nuestro Padre Celestial mediante su hijo Jesucristo, quien nos otorgó la redención mediante un sacrificio en la Cruz del Calvario. Así que vivimos ahora bajo la gracia y no bajo la ley debido a la redención. Pero lo cual implicó la muerte del Redentor, él debió hacerse maldición por nosotros muriendo en la cruz del calvario, tal como se presenta en la palabra:

    “Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero” (Gálatas 3:13).

    En este sentido, el creyente está autorizado a considerarse como “muerto a la ley”, tal como lo estable la palabra: “Así mismo, hermanos míos, ustedes murieron a la ley mediante el cuerpo crucificado de Cristo, a fin de pertenecer al que fue levantado de entre los muertos. De este modo daremos fruto para Dios” (Romanos 7:4)

    De esta manera que cuando la ley fue magnificada y su maldición llevada, el Señor suspendió su ira y proclamó la gracia para toda la humanidad. Así que ahora somos Hijos de Dios y por eso debemos servirle con amor, agradecerle y darle toda la gloria y toda la honra solo a él.

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