Probando los corazones – ¿Cómo obra Dios?

Dios no ve nuestra apariencia sino que  escudriña nuestro interior. Por lo cual está probando los corazones de cada uno de sus hijos colocándole pruebas que deben pasar en victoria para comprobar si su fe es inquebrantable. Tal como lo afirma la palabra: “Todo camino del hombre es recto en su propia opinión; Pero Jehová pesa los corazones.” (Proverbios 21:2)

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Así que el Señor pesa los  corazones y su balanza es perfecta y exacta. Todos los pensamientos, palabras, planes, proyectos, metas se encuentras sobre la balanza del Señor, y por eso él no puede ser engañado.

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    Probando los corazones – ¿Cómo obra Dios?

    El Señor está probando los corazones de sus hijos contantemente en cada una de las decisiones que toma, en sus acciones, ministerios, proyectos, dentro de su hogar, en su trabajo. Por esta razón estamos siendo probados en cada uno de los aspectos de nuestra vida cotidiana.

    Las tribulaciones por las que tenemos que pasar en determinados momentos de nuestra vida son parte de esas pruebas que Dios nos coloca para probar nuestra fe y fidelidad a él.

    Muchas veces hay personas muy abnegadas al servicio del Señor pero se dejan arrastrar por la soberbia y se creen mejor que los demás, acaparan los ministerios y se apoderan de todo, sin dejar que los demás participen en la obra del Señor.

    Pero Dios escudriña los corazones y nos prueba en todo momento, para ver si dejamos que el ego se apodere de nuestra vida y pretendamos quitarle el lugar que es de Dios. Tal como lo afirma su palabra:

    “Yo, el señor, escudriño el corazón, pruebo los pensamientos, para dar a cada uno según sus caminos, según el fruto de sus obras” (Jeremías 17:10)

    En este sentido, cuando Dios coloca las pruebas debemos lidiar con el desánimo, la tristeza, la angustia, y debemos confiar en que Dios está ahí para sostenernos y fortalecernos. Luego de una prueba viene la bendición pero debemos creer verdaderamente en el propósito que Dios.

    Sin embargo, Dios no solamente nos coloca en situaciones de gran tribulación, sino que también nos prueba cuando somos prosperados, cuando tenemos éxito. Y esta resulta ser una de las pruebas en las cuales la mayoría ha fallado.

    Esto sucede en el caso de muchos predicadores, cuyo mensaje se ha desviado del objetivo principal que es el de la salvación. Los mensajes que se escuchan en la actualidad son aquellos que hablan de riquezas materiales, de prosperidad y abundancia.

    Pero no abordan el tema más importante, que es el de la salvación, del verdadero arrepentimiento, de dejar lo carnal para acercarse más a lo espiritual. De esta manera, están desenfocados, tienen multitudes en las iglesias pero no está la presencia del Señor. Al respecto la palabra nos exhorta de la siguiente manera:

    “El que ama el dinero no se saciará de dinero, y el que ama la abundancia no se saciará de ganancias. También esto es vanidad” (Eclesiastés 5:10)

    Esta cita nos muestra que la persona que tiene, siempre va a querer tener más y nada le será suficiente. Se dejará arrastrar por los deseos de la carne y sin duda se apartará de Dios.

    El dinero no es malo, ya que gracias a él podemos cubrir nuestras necesidades de alimentación, vivienda, estudios, vestimenta, entre otros. Pero el amor al dinero si es malo porque nuestro amor debe estar centrado en Dios, quien es el que nos provee de todo lo que necesitamos.

    Por otro lado, las grandes dificultades en nuestras vidas, en nuestro hogar, con nuestros seres queridos, en el pensamiento religioso, en nuestros proyectos, metas, estudios, trabajo, son también pruebas que nos coloca el Señor.

    En esas circunstancias adversas es cuando verdaderamente se puede determinar el corazón de una persona, cuando sabemos realmente cómo es la persona. Y es aquí cuando Dios prueba nuestra fe y pesa nuestro corazón con su balanza.

    De igual forma, la verdad es otra de las pruebas que Dios nos coloca. En la biblia podemos observar cómo muchos abandonaron a Jesús cuando él hablaba de la verdad, y predicaba su sana doctrina. Muchos no creyeron en sus milagros, prodigios y maravillas. A otros les costó creer que podía caminar sobre el agua, incluso Tomás tuvo que palpar las heridas del maestro para confirmar que era Jesús realmente.

    De esta manera, los corazones son pesados por el Señor de acuerdo a su manera de tratar la verdad, la cual es inquebrantable. Así que cuando rechazan la palabra, rechazan la verdad y por eso son condenados, si no se arrepienten de corazón.

    Cuándo los corazones son pesados por el Señor

    Los corazones son pesados por Dios cuando existe algo de este mundo que los está atando, y por eso debemos saber en qué situación nos encontramos para retractarnos de nuestras acciones y pedirle a Dios que nos limpie y nos aleje de todo lo malo.

    Al respecto la palabra nos exhorta de la siguiente manera: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?”  (Jeremías: 17:9)

    Por eso no debemos guiarnos por el corazón, por las emociones, debemos siempre pedirle dirección a Dios. Dentro de los corazones que deben ser pesados encontramos los siguientes:

    • El corazón hipócrita: Que muestra algo que no es realmente. Vive de las apariencias y de los comentarios de los demás.
    • El corazón cobarde: No tiene la capacidad de tomar decisiones. No se atreve a hacer las cosas que Dios le demanda.
    • El corazón perverso: Está inmerso en el pecado, se muestra rebelde y quiere siempre hacer lo malo delante de los ojos del Señor.

    De igual forma encontramos corazones que son del agrado del Señor porque confían en él y están dispuestos a hacer su voluntad. Tienen la disposición de servir y hacer la obra de Dios en la tierra, plantar un ministerio y proclamar las buenas nuevas, siempre en comunión con nuestro Padre Celestial. Dentro de estos corazones encontramos:

    • El corazón tembloroso: Está flagelado, es temeroso de cometer pecado contra Dios. Es prudente.
    • El corazón tierno: Es un corazón sensible, sentimental y afectuoso.
    • El corazón quebrantado: Es aquel que se siente arrepentido de su pecado, es humilde porque acepta sus errores.
    • El corazón puro: Ama lo bueno y limpio, lamenta su pecado y el de los demás. Anhela siempre la santidad.
    • El corazón firme: este corazón es firme y permanece fijo en sus propósitos con el Señor. Es inmutable.

    En este sentido, debemos analizar y reflexionar en torno a cómo está nuestro corazón, si está apto para ser pesado por Dios, qué tipo de corazón tenemos y si estamos preparados para aceptar las pruebas que Dios nos coloca.

    Probando los corazones
    Probando los corazones

    Es importante que todo creyente tenga un corazón limpio y agradable para Dios porque lo que hay en nuestro corazón va a determinar nuestra vida.

    Por eso Dios nos pone pruebas, en las cuales debemos aprender lecciones que nos ayudarán a mantener nuestro corazón puro, limpio, firme, quebrantado, sin maldad y con la mayor disposición para hacer la voluntad de nuestro Dios.

    Dios prueba el corazón de Abraham

    En las Sagradas Escrituras podemos apreciar diferentes historias en las que Dios prueba el corazón de sus hijos. Unas de las más relevantes es el caso de Abraham, ya que se le atribuyó una prueba muy difícil de afrontar.

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    Sin embargo nunca dudó de la fidelidad del Señor, y siempre estuvo dispuesto a hacer su voluntad Tal como lo podemos observar en el libro de Génesis 22:2: “Y dijo: Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré”.

    En esta cita el mandato de Dios era muy específico, debía sacrificar a su único hijo como una muestra de obediencia. Abraham solo cumplió las órdenes de Dios sin cuestionarlo:

    “Y tomó Abraham la leña del holocausto, y la puso sobre Isaac su hijo, y él tomó en su mano el fuego y el cuchillo; y fueron ambos juntos” (Génesis 22:6)

    Este hecho nos muestra que el Señor siempre nos pedirá lo que más amamos, no con el objetivo de quitárnoslo, no de hacernos daño, sino para probar nuestro corazón y para medir la confianza y la fe que se tiene en Dios.

    En el caso de Abraham le pidió su hijo, pero Jesucristo tuvo que morir por cada uno de nosotros. De esta manera Dios probará tu corazón de una forma particular, ya que cada caso es diferentes y tiene un propósito dentro de los planes del Señor.

    En la actualidad, existe mucha idolatría hacia los bienes materiales y se ha olvidado el aspecto espiritual. Las iglesias se han centrado en su mayoría en dar mensajes de prosperidad y abundancia, olvidando la sana doctrina de Cristo que habla de humildad, arrepentimiento y salvación, que es el tema principal en la vida de todo cristiano, el cual debe ser predicado en todas las naciones, a fin de salvar las almas perdidas.

    Así que es hora de reflexionar acerca de la disposición que tenemos para con Dios y si estamos en estos momentos haciendo la voluntad de nuestro padre celestial, o estamos actuando por nuestros propios medios sin pedirle dirección a Dios.

    Cuántos podrían hacer algo como Abraham, cuántos estarían dispuestos a dejarlo todo por la obra de Cristo, cuántos podrían hacer un verdadero pacto con él. Es hora de buscar primeramente a Dios y no enfocarnos en las cosas materiales que son temporales.

    En la historia de Abraham, su hijo Isaac, representa aquello preciado, a lo que hemos dedicado nuestro tiempo y esfuerzo y que en cierto modo está sustituyendo el lugar del Señor en nuestra vida.

    De esta manera que todo lo que Dios nos de en esta tierra es para glorificar su nombre, y por eso no debemos olvidar ese propósito, ya que podrían haber consecuencias. Así que si tiene un don, debes ponerlo al servicio de Dios, si tienes hijos, ellos deben adorar a Dios y servirle.

    En este sentido, es fundamental no perdernos en lo superficial, en la rutina, en el afán, y además debemos procurar moderarnos cuando se trata de bienes materiales, ya que ser humilde muestra que eres un verdadero hijo de Dios. Al respecto la palabra nos exhorta de la siguiente manera:

    “No mirando nosotros a las cosas que se ven, sino a las que no se ven; porque las cosas que se ven son temporales, mas las que no se ven son eternas” (Corintios 4:18)

    Las cosas que vemos son palpables y necesarias en cierto modo. Dios nos provee de todo, de una casa, de alimentos, de ciertos gustos, lo cual no es malo, ya que como hijos de Dios podemos disfrutar de las bendiciones que Dios nos da. Pero no debemos perder el centro de nuestra vida que es Cristo.

    Él es el único que le da sentido a todas las cosas, es quien multiplica, quien provee, quien nos da salud, vida, alegría. Él es el responsable de nuestra alegría y de todo nuestro gozo, pero estas cosas no pueden sustituir a Dios, a su presencia, su amor, su unción.

    Por esta razón debemos buscar primeramente a Dios, leer su palabra, orar, velar, ayunar, adorar y alabar a Dios en todo momento. Si nos olvidamos del dador de todas las cosas, nuestro corazón se debilitará y el Señor actuará conforme a su justicia divina. Por lo cual debemos hacer aquello que nos demanda la palabra:

    “No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompe, y donde ladrones minan y hurtan. Mas haceos tesoros en el cielo, donde ni polilla ni orín corrompe, y donde ladrones no minan ni hurtan”. (Mateo 6:19-20)

    La palabra nos exhorta a buscar el reino de Dios por sobre todas las cosas, ya que al buscarlo primeramente a él, todo lo demás será añadido y seremos grandemente bendecidos con todo lo que necesitamos en este mundo.

    Cuando Dios prueba tu corazón lo hace con el fin de edificarte, de que aprendas a confiar más en el Señor, y que con cada prueba te des cuenta de que nada podemos hacer sin la ayuda del Señor. Por eso debemos tener un corazón puro, limpio, quebrantado para nuestro Dios, quien nos ama y nos bendice cada día.

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