Riquezas o Pobreza: Una Elección Vital.
Las riquezas o pobreza son determinada por la condición que elige vivir cada persona. La falta de riquezas y dones espirituales es vista por la Escritura como una causa especialmente preocupante de la pobreza. La conciencia de la pobreza espiritual conduce a un giro hacia Dios a fin de recibir las riquezas que ofrece a través de la gracia del evangelio.
Nuestra sociedad nos vende la felicidad en términos de opulencia y capacidad de sufragar cualquier placer que se nos ocurra con la suficiencia de dinero para ello, ignorando los dones y riquezas espirituales que son el verdadero regalo y bendición de Dios para cada uno de nosotros.
En este estudio vamos a evaluar y sopesar los elementos que nos ayudarán a decidir correctamente el camino que debemos escoger ante Dios: riquezas o pobreza. Veamos:
Entre riquezas o pobreza el impío elige ser pobre espiritualmente.
Nacer pobre espiritualmente es una circunstancia, morir pobre espiritualmente es una decisión. El impío, por su condición pecaminosa, elige ser pobre, espiritualmente, porque de propia voluntad se aleja de Dios
Les falta fe. Si asumimos que el concepto de pobreza tiene que ver con carencias, entonces los impíos tienen pobreza espiritual porque carecen de fe. La falta de fe de los habitantes de Nazaret hizo que Jesús no se ocupara de hacer mayores milagros entre ellos, por causa de su incredulidad (Mat 13.58), y estaba asombrado por la incredulidad manifiesta de esas personas (Mr 6.69).
La carencia de fe es una características de los impíos, que son personas espiritualmente pobres. La fe es la confianza que nos produce el Espíritu Santo, por el evangelio, que no solamente a otros, sino a cada uno de nosotros, en lo personal, Dios nos da perdón de pecados, justicia perfecta y vida eterna, de pura gracia y en los méritos de Jesucristo, que nos permitan vivir en su presencia y recibir la herencia que él tiene en los cielos reservada para nosotros. Es de suma pobreza espiritual carecer de la fe en Dios.
Carecen de entendimiento. La carencia de entendimiento sobre las cosas de Dios puede tener su origen en la rebeldía, no solo no tener el conocimiento, sino, no querer entender, llevando voluntariamente la contraria a Dios (Rom 10.21).
La carencia de entendimiento causó la cautividad de Israel (Isa 5.13). En vez de buscar a Dios, Israel siguió sus propios camino, cada uno por su lado, y no tomó en cuenta el conocimiento sobre Dios su voluntad salvadora para el pueblo de Israel. (Isa 56.10-11)
La falta de conocimiento sobre la voluntad de Dios para nosotros raya en lo irracional, en lo absurdo, la pobreza espiritual de estas personan es inocultable (Jer 5.4). El profeta Oseas dice que el pueblo fue destruido e llevado al cautiverio porque le faltó conocimiento de la Ley Dios que llevó a la corrupción a los sacerdotes ya la desmoralización y corrupción del pueblo, sufriendo el juicio de Dios (Oseas 4.6)
La exhortación del apóstol Pablo al joven pastor de las iglesias de Asia, Timoteo, es que evite las disputas con hombres necios y corruptos que desconocen la verdad bíblica, porque eso no edifica. Hay que buscar el conocimiento de Dios para empezar a tener principios de moral y ética bíblicos que les ayuden a salir de la pobreza espiritual.
Carecen de Dios. Los impíos no solo tienen un total desconocimiento de Dios, sino que carecen de él, es decir, no tienen ningún compromiso con Dios, con su pueblo, con sus promesas y con la esperanza que produce el depender y tener una relación personal con Dios a través de su Hijo Jesucristo (Efe 2.12).
Sino que sencillamente prescinden de él. Una persona que carece de Dios no tiene nada que ofrecer a otra persona en función del aliento y la esperanza espiritual que se requiere para seguir viviendo en cualquier circunstancia. Es una persona espiritualmente muy pobre.
Carecen de vida eterna. Es obvio que una persona que carece de Dios, automáticamente carece de vida eterna, porque sus relaciones de comunión con Dios está rotas y vive separado de Dios, y por lo tanto, muerto espiritualmente sin esperanzas de vida eterna. Su miseria no es de recursos, sino de espíritu, que es aún más importante.
El Señor Jesucristo pregunta ¿Qué aprovechará el hombre que gane todo el mundo y pierda su alma? (Luc 12.20-21) porque puede ser rico para sí mismo o para el mundo, pero es un pobre desventurado, delante de Dios.
Hagamos la salvedad de que Dios no condenará al rico por su riqueza, sino por la forma injusta en la que la ha obtenido, utilizando la ganancia deshonesta para satisfacer sus propios placeres y opulencia.
El apóstol Santiago (Stg 5.1-6) hace juicio a los ricos por las miserias que le sobrevendrán, porque se hicieron ricos explotando a sus obreros, habiendo condenado y dado muerte al justo sin que éste haga resistencia, pero el clamor de los explotados llegan a los oídos del Señor de lo ejércitos, quién pagará con justa condenación a los que obtienen riquezas burlándose de Dios, siendo condenados a la muerte eterna (Stg 5.1-6). Estos ricos impíos, carecerán de la herencia eterna en los cielos que Dios tiene reservada para los que él ama.
Les falta conocimiento de su pobreza espiritual. Una de las cosas más difíciles de apreciar en las personas que están llenas de carencia espiritual, es que no asumen su pobreza espiritual, y mas grave aun, desconocen que son pobres espiritualmente.
El Señor Jesucristo dice a los creyentes de la iglesia de Laodicea (Apo 3.17), que ellos pecan de la presunción de ser ricos, y no necesitar nada de nadie, pero desconocen su realidad espiritual, el Señor les dice que ellos no tienen conciencia ni conocimiento de que delante de él son desventurados, miserables, pobres, ciegos y desnudos. Dice el viejo refrán que no hay peor ciego que el que no quiere ver.
Los ricos se jactan de no necesitar nada de nadie porque todo lo han logrado de sus propios esfuerzos, sin reconocer ni la benignidad ni la misericordia de Dios cuando han alcanzado tales logros. Trabajo difícil es convencerlos de lo contrario. difícilmente, una persona que no conoce a Dios, buscará riquezas espirituales. Solo lo material hará una satisfacción vana, temporal y superflua de su vida, que no durará siempre.
La pobreza espiritual puede ser un juicio. La condición de pobreza espiritual puede ser un juicio de Dios como consecuencia de nuestras actitudes contrarias a la norma de Dios para nosotros. La parte más crítica y lamentable del juicio de Dios sobre un individuo o sociedad, es cuando Dios les excluye de su presencia y les deja a su propio albedrío. Ya Dios no les guía, y las personas cometen errores por los cuales pagarán porque es su propia responsabilidad ante Dios y la sociedad.
Dios empezó su juicio al pueblo de Israel, cuando produjo hambre y deseo de escuchar su palabra entre ellos (Amós 8.11) , pero retiró su Espíritu Santo (Sal 51.11), y retiró a sus profetas para que no hubiese enseñanza de la ley entre ellos, ni hubiese visión de profeta que guiara a Israel a encarar el futuro y el pueblo cayó en la destrucción y el cautiverio por parte del rey de Babilonia durante setenta años (Lam 2.9). Y ni aún allí hallaron la enseñanza de la ley con el sacerdote ni encontraron la guía de Dios ene l consejo de los ancianos (Eze 7.26).
Ya en el Nuevo Testamento vemos a Jesucristo emitir juicio sobre escribas y fariseos cuando trajo a su boca la profecía de Isaías donde condenaba al pueblo diciendo que honraban a Dios de manera superflua, no de corazón, y Dios les entregó a un espíritu de sueño, donde oyendo no oirán y viendo no verán, para que no entiendan con el corazón y sean sanados (Mat 13.14).
Así, el juicio de Dios se manifiesta en pobreza espiritual en los impíos, los que deciden entre riquezas o pobreza, escoger el camino del materialismo y pobreza espiritual para dar gusto a sus deseos y pasiones en la carne.
Para elegir entre riquezas o pobreza, es necesario estar conscientes de nuestra pobreza
Nadie que no sea consciente de lo que padece podrá ser sanado de esa dolencia. No podemos ir al médico y cuando nos pregunte ¿Qué siente? no podemos ¡Nada, me siento bien! Para poder empezar a salir del estado de pobreza espiritual que tenemos, debemos empezar por reconocer que somos pobres espiritualmente.
La pobreza o miseria espiritual es el resultado o fruto de nuestra condición pecaminosa. El pecado produce pobreza espiritual así como un motor de un vehículo produce dióxido de carbono o una industria de químicos produce desechos tóxicos.
La condición espiritual pecaminosa no puede produce nada más que pobreza espiritual. Esta es la parte mala. La parte buena es que si reconocemos esa pobreza podemos salir de ese estado de miseria en el cual están sumidos todos los seres humanos (Sal 14.1-3). El rey David, el dulce cantor de Israel, no renegaba de su condición pecaminosa y reconocía de la necesidad de Dios en su vida.
En su aflicción y necesidad confiaba en que el Señor no se olvidaría de él, lo ayudaría y libertaría pronto de ese estado de aflicciones y pobreza que reconocía en su vida (sal 40.17), él testificaba de cómo Dios le escuchó en su clamor, y le libró de sus angustias (Sal 34.6).
Testificaba del poder y la justicia de Dios para liberar al afligido, al pobre y al menesteroso de los más fuertes que los oprimían (Sal 35.10). Clamaba la ayuda de Dios reconociendo humildemente su necesidad espiritual (Sal 86.1).
Otros también reconocieron su pobreza espiritual. Pablo la describe completamente en el capítulo 7 de la carta a los romanos (Rom 7.18) y se reconoce miserable (Ro 7.24). El justo Job se aborrecía y se arrepentía de ser como era (Job 42.6).
El salmista reconocía que no era nada ante Dios (Sal 8.3-4) ; Simón Pedro pidió al Señor que se apartara de él, porque era un hombre pecador(Luc 7.18) y aún el centurión romano dijo al Señor "No soy digno de que entres en mi casa" (Luc 7.6).
De tal manera que unos de los criterios principales para elegir entre riquezas o pobreza es reconocer nuestra propia condición miserable delante de Dios. El que confiesa su pecado y se aparta, ese alcanzará misericordia.
Para elegir entre riquezas o pobreza, debemos saber que pobres serán bendecidos por Dios
Dice la Palabra e Dios que Jehová atiende al humilde, pero mira de lejos al altivo (Sal 138.6).Reconocer que se es pobre espiritualmente es humildad, y Dios atiende al humilde. Sobre el humilde, Dios derramará sus bendiciones de diversas maneras, como nos lo muestra la Biblia.
Dios ha de satisfacer a los pobres de espíritu, de ellos será el reino de Dios (Mat 5.3), los que tienen hambre y sed de justicia serán saciados (Luc 6.21). Dios ha de salvar a los pobres de espíritu (Sal 116.6).
Dios no rechazará al de espíritu quebrantado y al que tiembla ante su palabra (Sal 51.17; Isa 66.2). Estará cerca de ellos . El que habita entre la altura y la santidad, también habita con el quebrantado y humilde de espíritu, para vivificar el corazón de ellos (Isa 57.15).
El quebrantado de espíritu, que reconoce su pobreza, puede orar con confianza a Dios. Porque tiene la confianza de que Dios no desechará su ruego (sal 102.17). La gracia de Dios alcanzará en Jesucristo a los humillados en espíritu y a los humildes espiritualmente (Stg 4.6).
Por eso somos llamados a humillarnos bajo la mano poderosa de Dios, para que seamos exaltados por él, a estar sumisos unos a otros y revestidos de humildad entre todos ( 1 Ped 5.5-6).
Para elegir entre riquezas o pobreza, debemos comprender que riquezas espirituales son mejores que las riquezas materiales.
Para elegir entre riquezas o pobreza, es fundamental que podamos apreciar que la pobreza en rectitud es mejor que las riquezas que provienen de orígenes con poca probidad. Lo que se obtiene con justicia, producto del trabajo honrado, es mejor que las riquezas obtenidas del pecado, de la corrupción, del robo, etc. (Sal 37.16). Estas personas tienen riquezas, pero nunca un espíritu tranquilo (Pro 15.16) .
El libro de proverbios dice que puede no haber proteínas en tu dieta, pero que nunca debe faltar el amor alrededor de tu mesa (Pro 15.17). Adquirir con justicia lo poco que tener abundancia violando la justicia y el derecho (Pro 16.8).
Así, que ante la alternativa de riquezas o pobreza, podemos deducir que es mejor ser pobre en integridad, ser misericordioso aun en lo poco, y caminar en rectitud, que vivir en la ostentación, la mentira y la perversidad en nuestros caminos, para obtener riquezas materiales reprobadas por Dios.
El Señor es nuestro ayudador, nuestra roca, nuestra provisión y sustento, y podemos decir como el apóstol Pablo, que teniendo sustento y abrigo estemos conformes con eso. (1 Ti 6.8).
Otro elemento a sopesar entre riquezas o pobreza, es que la pobreza con sabiduría es mejor que la riqueza sin conocimiento de Dios. La sabiduría corrige el pecado y el temor de Dios aparta a los hombres del mal (Pro 16.6).
Con sabiduría y temor de Dios, el hombre puede ser pobre y caminar en integridad, cosa que no puede hacer el rico y perverso en sus caminos (Pro 28.6). Así, puede hacer, en su pobreza, misericordia con otros. El justo y misericordioso y da, el perverso no paga ni aun lo que debe.
La pobreza con humildad, paz y tranquilidad son riquezas espirituales que exaltan a los pobres (Stg 1.9). Las riquezas espirituales perduran, las materiales son temporales. Nacimos desnudos, y seguramente nada material nos llevaremos de este mundo; lo único que nos acompañará será nuestra humildad, integridad y misericordia ante Dios y los hombres. Esto es una promesa de Dios para sus hijos (Heb 10.34).
De tal manera, que cuando evaluamos elegir entre riquezas o pobreza, debemos sopesar que las riquezas espirituales compensan más que la pobreza espiritual y las riquezas materiales mal habidas.
Amados, nacer pobre espiritualmente una condición circunstancial, morir pobre espiritualmente es una elección. Actuemos con sabiduría, ponderando entre elegir la pobreza material y riqueza espiritual ante a riqueza material o pobreza espiritual.
Tomemos la decisión sabia de honrar a Dios con nuestra vida, reconociendo a nuestro Señor Jesucristo como nuestro único y suficiente Salvador, dador de todo don y riqueza espiritual y sustentador de toda la provisión material necesaria para vivir.
Entre riquezas o pobreza, que Dios nos ayude a elegir su camino, para vivir. Dios nos bendiga.
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