Administrando Fielmente. 2 Condiciones Indispensables que  Deben Cumplirse.

Administrando Fielmente. 2 Condiciones Indispensables que  Deben Cumplirse.Una de las causas de nuestras ruinas espirituales y materiales se origina cuando no estamos administrando fielmente los recursos y dones que Dios nos ha confiado.

Hermanos e iglesias necesitadas son el producto de una mala administración de los recursos que Dios les ha confiado para su bienestar. A veces se llegan a confundir la pobreza con humildad, lo cual es un error. Se  llega a creer que el desprendimiento de cosas materiales necesarias se justifica porque no seamos materialistas, esto es un error.

Otro extremo es las iglesias que se hacen excesivamente pomposas y confunden la suntuosidad materialista con la prosperidad que Dios entrega y se hacen orgullosas y arrogantes.

Ambos extremos son el producto de conducirse administrado fielmente y con sabiduría los recursos que Dios nos ha confiado. Hoy vamos a considerar dos condiciones que Dios demanda para vivir administrando fielmente lo que Dios nos ha confiado. Veamos:

La administración en la Palabra de Dios.

La administración en la Biblia es llamada mayordomía. Es el uso, control y administración cuidadosa de las posesiones de otro que han sido confiadas a uno. El término es también usado para referirse al uso responsable de la riqueza y las posesiones por los cristianos.

El administrador o mayordomo en la Biblia era aquel que llevaba las cuentas de la casa y distribuía los recursos para el trabajo y la alimentación, todo bajo su supervisión.  El principio de la mayordomía parte de que todo es administrable.

El Sal 24.1 dice que de Jehová es la tierra y su plenitud, el mundo y los que en él habitan. Así que todos los recursos, tanto materiales como humanos, son de Dios, y nosotros solamente administradores de ellos.

En el Nuevo Testamento Dios puso administradores en la iglesia (Hch 6.1-7) para que distribuyeran las raciones de alimento. Pero en general, cada creyente es administrador de los recursos y dones con los que Dios les ha dotado y les ha confiado para su buen uso (1 Ped 4.10), para lo cual se demanda que sea fiel, porque deberá rendir cuentas de su administración. (Luc 16.2; 9-12).

La Biblia nos muestra a muchos personajes actuando como mayordomos. Adán fue colocado en el jardín del Edén para que lo labrar y lo guardase. José fue administrador de Potifar, el oficial egipcio, y le fue confiado a él todos los recursos de la casa de este oficial, los cuales prosperaban y se multiplicaban en manos de José (Gen 39.1-6).

Daniel fue administrador en la casa real de Babilonia durante la cautividad de Israel (Dan 6.1-3). Él estuvo de gobernador sobre otros 120 administradores del rey en todo el imperio de Babilonia, debido a su inteligencia y talento.

Pero el ejercicio de la administración no solo fue personal, también vemos grupos de personas ejerciendo la administración común de las cosas: Los sacerdotes ministraban de manera común en el tabernáculo (Lev 22.9), ellos debían guardar la ordenanza de Dios en sus funciones.

Anteriormente hablamos de los siete elegidos por la iglesia de Jerusalén para que administraran las raciones alimenticias de la iglesia primitiva (Hch 6.1-6), y les pusieron como requisitos ser varones llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, y que tuviesen buen testimonio ante el resto de la iglesia.

El Señor Jesucristo enseñó sobre la administración y  utilizó parábolas para ilustrar cómo debía ser el rendimiento de cuentas de los administradores. En Luc 16.1-12 El Señor nos enseña sobre la sagacidad de un administrador deshonesto y nos deja una gran lección:

Ser fieles administradores en lo poco, para que podamos ser fiel en lo mucho. Porque nadie querrá tener un administrador infiel sobre todos sus bienes. Refirió otra parábola en Mat. 25.14-30 donde se condena la negligencia y la improductividad del administrador.

Y en Luc 19.12-27 nos enseña que el administrador que multiplica los recursos de su patrón, se le darán más recursos para administrar, pero al que no lo hace, aun lo que tiene se le quitará.

Una imagen del administrador fiel, entonces, es que debe ser sagaz, inteligente, productivo, diligente, responsable, y sobre todo, fiel. Los apóstoles continuaron la enseñanza de Jesucristo sobre la administración, en el sentido de que cada quien dará cuenta de sus responsabilidades asignadas por Dios (Ro 14.12).

No solamente los creyentes han de dar cuentas a Dios sobre la administración del dones y recursos que Dios les haya confiado, sino también los no creyentes (1 Ped 4.4-5). La biblia dice que ser administrador era un oficio honorable  y digno de la confianza de la iglesia (1 Tim 3.13), y recibirá frutos de su administración (Pro 27.18)

Creemos sinceramente que el mayor privilegio que dio Dios al pueblo cristiano fue confiarle la administración del evangelio.  Para ser administrador del evangelio también el requisito básico es la fidelidad (1 Co 4.1-2). El apóstol Pablo hablaba de su necesidad y obligación en la administración del evangelio:

Si no anunciaba el evangelio, recibiría el juicio de Dios por ello; si lo anunciaba de buena voluntad, tendría recompensa de Dios, y si lo anunciaba de mala voluntad, era la misión encomendada por Dios para su vida, así que no podía escapar de administrar lo que Dios le había confiado (1 Co 9.16-17).

Esta administración consiste fundamentalmente en llevar el mensaje de la reconciliación de Dios con el hombre  (2 Co 5.19-21). Era una administración limitada a los no judíos, es decir, a los gentiles del mundo conocido. Y debían administrar el evangelio sin buscar la aprobación de los hombres, sino de Dios (1 Tes 2.4).

Ya en la segunda generación de cristianos, a Timoteo le fue confiada la administración del evangelio mediante la imposición de manos de la iglesia (1 Tim 4.14), y se le conminó a guardar lo encomendado (1 Tim 6.20-21)  por el Espíritu Santo que mora en todos los creyentes (2 Tim 1.14).

Así, es necesario que el administrador del evangelio sea irreprensible en su testimonio público, además de honesto y fiel en el depósito de la fe una vez dada a los santos.

Entonces, una vez vista la naturaleza y las características de quien debe ejercer su mayordomía administrando fielmente, veamos cuales son las dos condiciones básicas para vivir administrando fielmente los dones y recursos que Dios nos ha confiado.

Índice De Contenidos

    Los cristianos debe vivir administrando fielmente los dones que Dios les ha confiado.

    El apóstol Pablo confronta la actitud orgullosa y prepotente de cómo se mostraban los miembros de la iglesia de Corinto para exhibir sus dones (1 Co 4.7). Ellos se comportaban presumiendo que sus dones les hacían más importantes y notorios que otros en la congregación, y como si esos dones eran conseguidos por ellos mismos de su propia naturaleza.

    Pablo les reprende  duramente y les hace ver que esos dones son confiados a cada uno por el Espíritu Santo. (1 Co 12.1-11). DE tal manera que no somos dueños de nuestros dones personales y debemos ser administradores fieles, sabios y responsables de ellos.

    Deben usar sus dones para el beneficio de los demás 1 P 4:10–11

    Debemos usar nuestros dones para el beneficio de los demás ( 1 Ped 4.10-11). El amor es el punto fundamental que debe ser la base de la administración de nuestros dones, ellos deben ir dirigidos a la edificación y bienestar de mi hermano.

    Esta actitud es contraria a  la actitud que estaba mostrando los miembros de la iglesia de Corinto, como mencionamos antes ( 1 Co 4.7). Ellos eran prepotentes y orgullosos, y no tomaban en cuenta que el uso de los dones debe ser para el bienestar de mi hermano.

    El propósito es perfeccionar a los santos, de tal manera que lleguemos a la unidad de fe y al conocimiento del Hijo de Dios, es decir, a un varón perfecto, a la estatura de Jesucristo (Efe 4.11-16).

    Vive administrando fielmente tus dones para el beneficio de tu hermano.

    Deben desarrollar sus dones Ver también 1 Ti 4:14–15

    No solo debemos usar el don, sino que también el Espíritu Santo nos invita a desarrollar nuestros dones, Debemos capacitar el don que hemos recibido de parte de Dios.  No debemos descuidarlo, sino también desarrollarlo y perfeccionarlo. Usted puede tener el don de la predicación, pero si no se prepara bíblicamente para ello, predicará bonito, pero errado.

    Por eso existen los seminarios e institutos de capacitación bíblica. Es un error pensar que solo tener el don es suficiente, es una afrenta a Dios, quien con el don nos da la posibilidad capacitarlo.  El apóstol Pablo aconsejaba a su discípulo Timoteo diciéndole que no descuidara el don que Dios le había dado.

    Que se ocupara de la lectura, la exhortación y la enseñanza (1 Tim 4.13-14). Pablo sabía que si Timoteo no se preparaba bien en la lectura de la Palabra, no iba a poder enseñar fielmente en la exhortación y la enseñanza (2 Tim 3.14-15).

    Para vivir administrando fielmente nuestros dones, debemos ser diligentes en la capacitación y perfeccionamiento de los mismos.

    Finalmente, pero no por eso menos importante, en lo personal, debemos tener cuidado de nuestros cuerpos. En 1 Co 6.18-20 el apóstol Pablo nos llama a huir de la fornicación, porque dice que el fornica, contra su propio cuerpo peca.

    Dice que cualquier pecado está fuera del cuerpo, pero este, en el propio cuerpo. Uno de los cuidados que debemos tener del cuerpo es no abusar de él. El cuerpo es templo del Espíritu Santo. Así como se mantiene limpio el local de la iglesia, se debe mantener el cuerpo. Por lo tanto, los abusos y excesos que ensucian el cuerpo no deben ser permitidos por el usuario de ese cuerpo.

    No solo la fornicación, también el exceso de alcohol, drogas, fumar, trasnochos y los malos hábitos alimenticios atentan contra el templo del Espíritu Santo, porque acarrean consecuencias de enfermedades peligrosas para la vida del creyente que usa el cuerpo que Dios le ha confiado.

    Si ya en vida estamos sufriendo las consecuencias de la práctica de malos hábitos, contra tu cuerpo, ¿Cómo será cuando nuestro Señor nos pida cuentas del uso del mismo?

    Mantengamos hábitos saludables de alimentación, de descanso adecuado y practiquemos el hacer ejercicios para mantener el cuerpo en buen estado físico y mantenernos con buena salud. Así podemos vivir administrando fielmente la bendición que Dios nos dio con nuestros cuerpos.

    Los cristianos debe vivir administrando fielmente de sus posesiones materiales les ha confiado.

    Esta es la segunda condición que debemos cumplir si queremos vivir administrando fielmente lo que Dios nos ha confiado. La administración fiel de los bienes materiales.

    El primer punto a tomar en consideración en cuanto a los bienes materiales, es que no son nuestros (Deu 8.17-18), así que no debemos presumir de ellos, como si los alcanzamos a obtenerlos con gran esfuerzo .

    Dice el salmo 24.1 que de Jehová es la tierra y su plenitud, y todos los que en el mundo habitan (Sal 24.1), de tal manera que eso nos hace automáticamente administradores de todos los bienes materiales  que Dios nos ha confiado.

    Cristo, como nuestro Maestro por excelencia, nos enseña sobre la necesidad de compartir las posesiones, él le dijo al joven rico que si quería ser perfecto, vendiera todas sus posesiones y le siguiera, y éste, se alejó del Señor apesadumbrado, porque tenía muchas posesiones.

    Lo que no entendía, es ninguna de esas posesiones era de su propiedad, y su Señor le había sugerido venderlas, que su herencia y posesión verdaderamente legítima estaba reservada para él en el reino de los cielos (Mat 19.21).

    Vivir administrando fielmente los recursos materiales  también implica la humildad con que lo hacemos, nuestro Señor nos conmina a dar limosna sin hacer aspavientos ni dar muestras de propia justicia (Mat 6.1-4). Debes ser prudente con la persona a quien estás ayudando, así ella no quedará en videncia ni tu aparentarás generosidad. Cuando lo haces en secreto, tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.

    La recomendación de nuestro Señor es que no hagamos tesoros en la tierra, porque éstos son temporales, y no sirven para la vida eterna. Los tesoros en la tierra nos hacen cambiar la mirada y quitarla de Cristo para colocarlas en las posesiones materiales.

    El corazón humano es una fábrica de ídolos, y el dinero nos hace caer en la trampa de la idolatría, decimos que la idolatría consiste en quitar la mirada del único y suficiente Dios para poner nuestra confianza en otra cosa que no sea Dios, en este caso, el dinero.

    Somos llamados a hacer tesoros en el cielo, que son eternos, así cano cambiaremos la mirada de quien nos da los tesoros celestiales, porque allí donde esté tu tesoro, estará también tu corazón (Mat 6.19-21).

    Se nos conmina a dar y se nos dará, Dios recompensará con creces lo que hemos de dar (Luc. 6.38), es un principio de la justicia de retribución que se aplica por la generosidad providencial de nuestro buen Dios (Luc 6.38).

    Los primeros cristianos compartían todo lo que tenían, y lo hacían para todos. Dice el libro de Hechos que tenía todo en común y no había ningún necesitado entre ellos, porque vendían todas sus propiedades y las ponían a los pies de los apóstoles, quienes repartían en función de la necesidad de cada quien.

    (Hch 4.32-35). Las primeras iglesias en Europa fueron activas en participar en las ofrendas al apóstol Pablo para que continuara su trabajo misionero en la propagación del evangelio (2 Co 8.1-5) y fueron ejemplo para el resto de las iglesias en Europa y Asia. Todo de acuerdo a la enseñanza recibida del Espíritu Santo a través del apóstol Pablo.

    Pablo les enseñó a trabajar con sus propias manos para ayudar al necesitado, recordando las palabras de Nuestro Señor Jesucristo, que decía que había mayor felicidad  y bienaventuranza en dar que en recibir (Hch. 20.35).

    Estimados hermanos, Dios nos ha llamado a ser fieles administradores de todos los dones y recursos con que nos dotado y confiado, y por lo tanto también nos exigirá cuentas de lo que hicimos con ello. Seamos consecuentes y honestos con Dios, administrando fielmente lo que él nos confió, para su honra y su gloria.

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