Cuando la Debilidad es mi Fortaleza

Empiezo a crecer como cristiano cuando la debilidad es mi fortaleza. Muchas veces nuestras debilidades nos llevan a ser inconstantes, a rendirnos y a no continuar con nuestra vida espiritual. Sobre todo cuando lo que se nos vende como fortaleza son aquellas cualidades que me lleven a la obtención de riquezas, poder o fama.

Ese es el modelo de fortaleza espiritual que nos ha vendido la sociedad de consumo en la cual nos movemos. Sin embargo, ese modelo no nos libera del estrés, la depresión, la angustia, el afán y la ansiedad. Vamos a discernir cómo somos fueres en Dios, cuando la debilidad es mi fortaleza.

Índice De Contenidos

    Debilidad espiritual

    Debilidad espiritual es la carencia de energía o vigor en las cualidades o resoluciones del ánimo. Los estándares de fortaleza y debilidad humana son anulados por la perspectiva de Dios y pueden ser utilizados para su gloria.

    La debilidad espiritual lleva a una dependencia mayor en Dios

    Porque el poder de Dios se perfecciona en nuestras debilidades, cuando amamos a nuestro Señor en términos de obediencia y servicio, entonces nuestras debilidades pasan a ser nuestras fortalezas en Cristo.

    Cuando la Debilidad es mi Fortaleza

    Donde somos débiles, Dios manifiesta su potencia para hacernos fuertes, así, podemos enfrentar con entereza y carácter cristianos insultos, necesidades, persecuciones y angustias, por lo que debemos tener contentamiento cuando tenemos debilidades, porque vamos caminando hacia la perfección en Cristo (2 Co 12.10)

    Un elemento para vencer las debilidades de la carne es oración: El espíritu puede querer el bien, pero la carne no, la carne tiende a lo pecaminoso y en nuestra debilidad, nos ha ce entrar en las tentaciones.

    La oración y el estar atento a no entrar en las tentaciones es el único puente que une el deseo del espíritu con hacer la voluntad de Dios y no los deseos de nuestra carne (Mat 26.41).

    La fe en las promesas de Dios es un segundo elemento que nos ayuda a vencer las debilidades. La Biblia dice que la fe es la certeza de lo que se espera y la convicción de lo que no se ve (Heb 11.1). El ejemplo de Abraham es una forma gráfica de entenderlo.

    El no consideró su vejez para tener relaciones sexuales con una mujer menopaúsica  para concebir un hijo (Casi 100 años de edad) o la esterilidad de la matriz de Sara, sino que confió en la promesa de Dios y  se hizo fuerte y perseverante hasta obtenerla, pues Dios le prometió que sería el padre de una gran nación, y él, en su debilidad, confió  siempre en que Dios era poderoso para cumplir sus promesas (Rom 4.19).

    La humildad ante Dios es otro elemento que nos ayuda en nuestras debilidades. El apóstol nos dice que no tenemos ningún mérito para ser escogidos por Dios.  Éramos lo necio, lo débil, lo vil y lo menospreciado del mundo, que Dios escogió para avergonzar a lo fuerte, a fin de que nadie se jacte en la presencia de Dios (1 Co 1.27-29). Debemos tener conciencia de lo que somos y confiar en que Dios suple nuestras necesidades.

    Aun cuando predicamos la palabra de Dios, no debemos confiar en las herramientas del conocimiento humano o académico de la Palabra de Dios, que no dejan de ser necesarias,  sino en la confianza  del poder del Espíritu Santo, para que nuestra fe no se deposite en nuestra sabiduría, sino en el poder de Dios. (1 Co 2.1-5)

    De tal manera que nuestra perseverancia en la oración, el ejercicio de la fe y la humildad deben  ayudarnos, cuando la debilidad es mi fortaleza, a depender más de Dios, para que Dios se perfeccione en éstas y se muestre en nuestras vidas a través de nuestras debilidades.

    Cuando la debilidad es mi fortaleza,  se muestra el poder de Dios

    La palabra de Dios dice que Él escogió a lo necio del mundo para avergonzar a lo sabio y lo débil para avergonzar a lo fuerte (1 Co 1.27). En el pasado Dios escogió como pueblo suyo a Israel que era un pueblo esclavo, por encima de Egipto, que era un imperio fuerte. Sólido económicamente y con una potencia militar de primer orden en el mundo de entonces para mostrarse como Dios ante todas las demás naciones.

    Así, los que son escogidos de Dios no son escogidos por mérito alguno, sino por la gracia de Dios. Dios da fuerzas al cansado, y la multiplica n quien no tiene ninguna fuerza. El da nuevas fuerzas a los que esperan en él. (Isa 40.29-31).

    Dios también utiliza sus mensajeros para llevar palabras de liento a los cansados y débiles. Su Palabra ha de alimentarnos en nuestras debilidades y nos dará sabiduría para enfrentar cualquier contingencia que enfrentemos en nuestras vidas (Isa 50.4).

    La promesa de Dios de satisfacer al alma cansada y saciar a toda alma entristecida debe ser una fortaleza enorme que nos ayude a lidiar con todas nuestras debilidades (Jer31.25), y ayudarnos a considerar su poder y descansar en él.

    El apóstol Pablo tenía muchos motivos de los cuales gloriarse, él había recibido la comisión especial del evangelio directamente del señor Jesucristo, pero antes, era hebreo de hebreos, del pueblo santo de Dios, en cuanto a la ley, era fariseo y un conocedor ferviente de la ley, y celoso en su cumplimiento, había predicado el evangelio en el mundo conocido hasta entonces, y era la cabeza apostólica para enseñar la doctrina en toda las iglesias que se fundaron con su predicación.

    El apóstol Pablo recibió visiones y revelaciones de Dios y fue arrebatado en el espíritu hasta el tercer cielo. De tal manera que podía presumir de ello ante los orgullosos miembros de las iglesias en Corinto. Pero no fue así. El prefiere gloriarse en sus debilidades, porque la tendencia humana es envanecerse ante los logros.

    Y  para que esto no ocurriera, Dios le dio un aguijón de la carne, para que él supiese que no debía vanagloriarse, y hasta había rogado a Dios que le quitase tal aguijón, pero sabe el Señor de la condición humana que tiende a la vanagloria, y le dijo a Pablo, que le bastara con su gracia, porque su poder se perfeccionaba en la debilidad de Pablo.

    Así, Dios evitaba la jactancia posible de Pablo y se mostraba como su Dios poderoso para preservarle aún en medio de su debilidad. Por eso, Pablo se gloriaba en sus debilidades, porque cuando era débil, DIO se manifestaba en sus debilidades. Por eso, el poder de Dios se muestra en mí cuando la debilidad es mi fortaleza.

    Dios me ayuda cuando la debilidad es mi fortaleza.

    Hacemos de nuestra debilidad una fortaleza cuando se la entregamos al Señor, entonces, el Señor nos fortalece en tal debilidad. Mostramos debilidad en nuestras oraciones. El apóstol Pablo nos dice en su carta a los romanos que ni siquiera sabemos qué hemos de pedir ni cómo nos conviene pedirlo, pero el Espíritu Santo endereza las palabras que pronunciamos en función de la intención de nuestros corazones para que coincidan con la voluntad de Dios con gemidos indecibles por los humanos (Ro 8.26).

    Es un privilegio que tenemos los hijos de Dios para presentarnos en oración ante el Padre. No necesitamos un curso para orar, sino derramar el corazón o alma ante Dios, en el Espíritu Santo, de manera sincera, para pedir lo que es conveniente para su iglesia y para mí mismo, como miembro de ella, que esté de acuerdo con su voluntad y en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Así Dios me ayuda en la debilidad de mi oración.

    El Señor da fuerzas al cansado y desanimado y las multiplica a quien no tiene ninguna (Isa 4.29). En Ezequiel utiliza la figura del pastor y las ovejas para prometernos  guía, corrección, sanidad y fortaleza (Eze 34.16), allí promete apacentarnos con justicia.

    La ayuda de Dios hizo que los débiles que pusieron su fe en él pagaron fuegos impetuosos, evitaron filo de espadas sacaron fuerzas de su debilidad, se hicieron fuertes en batallas y pusieron en fuga ejércitos extranjeros (He 11.34).

    Cuando la debilidad es mi fortaleza, recibo la ayuda de Dios para realizar lo que él me ha encomendado hacer.

    Cuando la debilidad es mi fortaleza no debo despreciar a los débiles.

    Cuando la debilidad es mi fortaleza, es porque Dios me ha hecho fuerte en mi debilidad, y no debo de presumir tal fortaleza ante los demás ni despreciarlos por su debilidad. Al contrario, dice ola palabra de Dios que los que somos fuertes debemos soportar las debilidades de los  otros y no vanagloriarnos en nosotros mismos ni ante ellos (Ro 15.1). Nuestras fortalezas debe hacernos humildes, considerando al otro primero que a nosotros mismos.

    El Señor Jesucristo animaba a los cansados valorando aún la intención de sus esfuerzos y soportando sus debilidades. Él les exhortaba a la oración para que no entraran en tentación, reconociendo que el espíritu de ellos quería hacerlo pero su naturaleza débil no les ayudaba (Mat 26.41; Mr 14.38)

    El apóstol Pablo nos conmina a recibir al débil en la fe, pero no para contender, sino para ayudarle a fortalecer su fe (Rom 14.1), y aún se mostraba más débil que los demás, aunque no fuera el caso, para ayudarles a comprender  cómo comportarse para no hacer caer a los más débiles por causa de este comportamiento  (1 Co 4.10; 8.7-12). Él hacía empatía con los débiles y con todos, para tratar de llevar a la salvación a todos los que pudiera, aun mostrándose débil como ellos (1 Co 9.22)

    Cuando la debilidad es mi fortaleza, me hago comprensivo con los más débiles para ayudarles en su vida delante de Dios.

    Superando la debilidad espiritual

    Cuando la debilidad es mi fortaleza, es cuando estoy luchando por supera la debilidad espiritual. Debemos  considerar la importancia de superar nuestras debilidades.  Entonces empezamos a hacernos fuertes.

    Lo primero es levantar nuestro ánimo a través de la oración. Si siento que no puedo hacer nada, hay algo que siempre puedo hacer: orar.  Debemos levantar nuestro corazón a Dios en una actitud humilde (He 12.12), pidiendo a Dios la fortaleza que nos ayude  a compensar nuestras debilidades. A no ser tentado y caer con facilidad en la debilidad de nuestra carne, y empezar a lidiar con ánimo contras nuestras debilidades.

    Una vez levantado nuestro ánimo con la oración, debemos esforzarnos con valentía para hacer lo que Dios nos ha encomendado en nuestra vida, es decir, todos nuestros deberes, responsabilidades y proyectos que Dios tiene para nosotros, con nosotros mismos, nuestras familias, nuestra iglesia y la sociedad que nos circunscribe.  Agarremos al toro por los cuernos. No podemos evadir cobardemente nuestras responsabilidades, tenemos que enfrentarlas con la instrucción de Dios con que debemos realizar cada una de ellas. Fuerza y fe (Jos 1.6-7).

    Debemos esperar con paciencia, y sin angustiarnos, los resultados en el Señor. Él  nos dice que no nos preocupemos  ni por comida ni vestidos ni cosas materiales, cosas que son la misma preocupación de los incrédulos. Debemos buscar primero el reino de Dios, porque todas esas necesidades por las cuales  tenemos afán, serán suplidas por nuestra Padre Celestial.

    No abandonemos nuestras responsabilidades, pero tampoco vivamos en un estrés constante por obtener cosas materiales, Busquemos el reino de Dios porque él conoce nuestras necesidades, que serán suplidas a su tiempo (Mat 6.29-32).

    Para superar nuestra debilidad espiritual, es importante reconocer que muchas veces abandonamos la carrera porque creemos que no vamos a alcanzar las promesas del Señor. Esa es la mentira del diablo para los cristianos. Dios es fiel para cumplir sus promesas.

    Consideremos el ejemplo de Sara, la esposa de Abraham (He 11.11) que siendo estéril y anciana, recibió fuerzas para concebir porque creyó en la fidelidad de Dios en cuanto a sus promesas. Igual nosotros, no debemos abandonar la lucha por conseguir la promesa de Dios para nuestras vidas, aun cuando creamos que vaya a ser un milagro que éstas se cumplan, porque para Dios no hay nada imposible.

    De tal manera que debemos despojarnos de la incredulidad en la que caemos cuando abandonamos nuestra lucha pensando que es imposible, y que Dios no va a cumplir sus promesas. Hay que confiar en la promesa de Dios y actuar conforme a ella. Para poder superar nuestras debilidades, debemos considerar la importancia de éstas, velar en oración, estar firmes, y esforzarnos por superarlas en Cristo Jesús.

    Otro aspecto es que la debilidad puede ser superada confiando en Dios. Abrahán no dudó de la promesa de Dios, sino que le dio la gloria por la calidad de tal promesa y fortaleció su fe, de que había de ser padre de una gran nación, aun cuando era anciano, casi de 100 años, y no tenía ni un hijo (Ro 4.20).

    Hay un pasaje de la Biblia donde Jesús va en una barca con los discípulos, y mientras éste dormía en la barca se desató una fuerte tormenta. Los discípulos entraron en pánico y despertaron a Jesús diciéndole sálvanos que perecemos (Mat 8.23-27). Esto demuestra que los discípulos no confiaban en la presencia de Jesús y le conminaron a hacer algo por ellos. El Señor les dijo ¡Hombres de poca fe! Y calmó la tormenta, produciéndose gran calma en el mar.

    La moraleja de esta escena es que debemos confiar en Jesús aún en nuestras tormentas, el Señor siempre ha de obrar. Nuestra confianza en Dios ayuda a desaparecer la incredulidad de nuestros corazones.

    Es un error que cometemos cuando desconfiamos en el Señor, quitando la mirada de él y colocándola en las circunstancias externas. Pedro quiso  caminar sobre las aguas, como el Señor, y de hecho, mientras mantuvo la mirada en Jesucristo avanzó sobre las aguas, pero cuando vio el fuerte viento, tuvo miedo, y comenzó a hundirse, y gritó ¡Señor, sálvame! Jesús le extendió la mano y le dijo ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste? (Mat 14.30-31).

    Somos llamados a pedir a Dios con fe, no dudando de nada, porque el que duda es semejante a las olas del mar, cuyo destino es ser arrastrada por el viento de un lado a otro (Stg 1.6), y al final se desvanece en la playa o se estrella contra las rocas.

    Debemos mantener la mirada en nuestro Señor Jesucristo, cualquiera sea la circunstancia, y esperando que el milagro se realice. Nuestra confianza debe ser absoluta y total en nuestro Dios aún en medio de las peores tormentas, así es cuando la debilidad es mi fortaleza.

    Amados, reconozcamos a Dios como nuestra ayuda en nuestras debilidades, observemos cómo su poder se perfecciona en ellas, pidamos por su ayuda y esforcémonos con fe para mantenernos fuertes y perseverantes en lo que Dios ha trazado en su voluntad para nuestras vidas, oremos, esforcémonos en cumplir con nuestras responsabilidades ante él y nuestro prójimo. Solo así sentiremos el gozo del Señor cuando la debilidad es mi fortaleza. Amén.

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